“Es muy probable que transitemos la cuarta ola de una forma mejor”

“Es muy probable que transitemos la cuarta ola de una forma mejor”

Por Juan Manuel Compte

Vaquer. Poco usual en la Argentina, este apellido mallorquí empezó a hacerse más conocido después del 10 de julio de 2020. En el momento más dramático de la pandemia, quien lo porta -Nicolás, médico, recibido con diploma de honor en la UBA, con un MBA de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica- visitó a Alberto Fernández a Olivos para anunciarle que la Argentina sería el único país de América latina en el que la farmacéutica cuya filial él dirige, Pfizer, desarrollaría pruebas para una posible vacuna contra el Covid.

El apellido empezó a mencionarse mucho más bastante tiempo después. Casi un año más tarde, Vaquer debió testimoniar frente al Congreso para explicar por qué a esa altura -junio de 2021- la llegada al país de la vacuna, que ya era una esperanzadora realidad en el resto del mundo, se postergaba sin razones claras, al mismo tiempo que, con transparencia similar, el Gobierno optó por alternativas más caras a sus afinidades políticas, tanto locales como internacionales.

“Se hablaba mucho por todos lados. Nosotros no éramos reactivos. Tampoco tenía sentido serlo”, reconoce hoy el ejecutivo, de voz calma, serena, y gestos amables, casi otro año después de que haya corrido tanta agua bajo el puente. La suya no fue una situación común. Sobre la empresa -hasta ese momento, sólo identificable a nivel masivo por sus populares Viagra e Ibupirac-, hubo torrentes de tinta y bytes, en los que la marca corporativa fluyó asociada con presuntas exigencias indebidas, tanto de supuestos pedidos por parte de ciertos altos funcionarios, como conjeturales pretensiones de la empresa, de reclamar como garantías glaciares, litio, Vaca Muerta, las Cataratas o el recurso natural que la imaginación de los teóricos de la conspiración fuese capaz de relacionar.

Como todo, la vacuna de Pfizer cayó en la grieta: bandera de libertad para unos, símbolo de la opresión imperialista para otros. Nada reflejó tanto eso como la canción del trovador K Ignacio Copani, que pasó de ostentar “cuanta mina que tengo” a mofarse de quienes pedían “poneme la Pfizer” para no tener que viajar a aplicársela en Miami.

¿Qué sintió cuando escuchó la canción?

Mostraba el contexto de ese momento. Por un lado, estaba la satisfacción de trabajar para una empresa que desarrollaba una potencial solución para la pandemia. Y, al mismo tiempo, la responsabilidad de que esa vacuna esté disponible lo antes posible en la Argentina. La canción reflejaba esa dicotomía. Ya pasó un tiempo. Ahora, estamos contentos con haber podido firmar el primer contrato con el Gobierno, en agosto de 2021, por 20 millones de dosis. En enero de este año, firmamos por otras 18,5 millones. Ya llevamos entregadas 22 millones de dosis y hoy es una de las herramientas principales que tiene el Gobierno para controlar la pandemia.

Ese es el camino. Estamos en las puertas de la cuarta ola. La tercera nos encontró con un porcentaje de vacunación muy alto. Eso nos permitió, por un lado, respetar y cuidar la vida. Pero, gracias a la vacunación, también se pudo mantener la economía abierta, que la gente salga a trabajar y que todo funcione. Es importante no descuidar la vacunación. Es lo que nos está permitiendo volver a esta nueva normalidad. Lo fundamental es que la gente se siga vacunando. Con refuerzos y cuarta dosis, es muy probable que transitemos la cuarta ola de una forma mejor.

Hace unas semanas, participó en un panel del AmCham Summit. Destacó que el desarrollo de la vacuna fue revolucionario para la industria farmacéutica. Lo resumió en dos palabras: aceleración y colaboración.

La colaboración es fundamental. Va de la mano con la velocidad. Todo esto tiene sentido cuando se puede trabajar en conjunto con gobiernos, entes reguladores, universidades, gran parte del ecosistema de innovación. Esa colaboración nos permite tomar decisiones mucho más rápido. Eso ayuda al otro punto: traer los medicamentos para pacientes que lo necesitan lo antes posible. Es algo que siempre estuvo presente en esta industria. Pero, a partir de la pandemia, por la relevancia que tiene la salud, se generó otro tipo de interacción, que estamos hablando y usando, también, para otras soluciones. La pandemia puso a la vacuna en el centro. Pero venimos trabajando para traer otras innovaciones.

¿Qué cambió en términos de velocidad de desarrollo?

La velocidad nos enseñó a hacer, a veces, procesos en paralelo cuando, antes, eran secuenciales. A explorar otras tecnologías y cómo apalancarlas para tener los medicamentos y las vacunas lo antes posible. En este punto, la tecnología juega un rol importante. Por ejemplo, la inteligencia artificial para el diseño de un medicamento. Desde que es molécula a un remedio disponible para un paciente, pueden pasar 10 años. La tecnología nos está ayudando a acelerar pasos. Sobre todo, en las fases de estudios clínicos, en cómo recolectar la información. Estas revisiones, la colaboración con los entes regulatorios y los gobiernos, nos permitieron tomar decisiones de forma mucho más rápida. Prácticamente, en tiempo real. Eso permitió acelerar el desarrollo específico de la vacuna.

“Gracias a la vacunación, se pudo mantener la economía abierta. Ese es el camino. Lo fundamental es que la gente se siga vacunando. Con refuerzos y cuarta dosis, es muy probable que transitemos la cuarta ola de una forma mejor”

Usted asumió en diciembre de 2018. ¿En qué cambió la vacuna a la operación de Pfizer en la Argentina?

Tenemos seis unidades de negocio. Una es vacunas: más allá del Covid, que es lo que tomó gran importancia ahora, tenemos una historia muy importante en esta área. Ya veníamos con un desarrollo: la vacuna contra la neumonía, que está en incluida en el calendario de vacunación para niños y adultos. Eso nos permitió estar listos para dar el siguiente paso.

¿Cómo?

Lo de BioNTech (N.d.R.: la biotecnológica alemana con la que Pfizer trabajó en la vacuna) era parte de un desarrollo que teníamos para la gripe. Hoy, tenemos 96 proyectos de investigación a nivel global para Covid y otras enfermedades, que contemplan diversas tecnologías, incluida la de ARN Mensajero. En la Argentina, se colabora con 38 de esos estudios. En pandemia, esto se tomó como muy positivo para desarrollar la vacuna. Lo que inicialmente se estaba investigando para gripe se usó para Covid. Los datos probaron que la plataforma funcionaba.

¿Es en lo único en lo que el Covid cambió el foco del negocio?

A nivel global, estamos probando desarrollos que disminuyen la severidad en internaciones por Covid. La pandemia permitió acelerar otro tipo de vacunas. Tenemos otros procesos en desarrollo de ARN Mensajero. No sólo para Covid. También para gripe, por ejemplo, y el estudio clínico ya está en marcha. Pero esta plataforma también tiene un uso potencial en oncología. Es un mecanismo que vemos a futuro para soluciones en cáncer y enfermedades que, hoy, no tienen un buen tratamiento.

¿Qué tamaño tiene Pfizer en la Argentina?

Somos 600 personas, en total. Con 200 colegas que trabajan en nuestra planta de Soldati, que exporta el 35% de su producción. Ahí se hace el Ibupirac, el producto por el que la empresa era conocida en la Argentina antes de la pandemia.

¿Cómo fue liderar a esas 600 personas en los últimos dos años?

Fue difícil. Uno nunca espera estar en una situación así. Lo que mencionaba antes: por un lado, liderar a una compañía que desarrolla la vacuna era una gran satisfacción (poder contribuir a que haya una solución) y, por otro, un gran compromiso de traerla rápido. A todos a los que trabajamos acá, se nos dio vuelta la vida: a ver cómo hacíamos para trabajar en nuestras casas y el medio a la pandemia, se sumó que Pfizer estuvo muy en boca de la gente y con mucha presencia en los medios por el desarrollo de la vacuna.

¿Qué hizo para contener a la gente?

Siempre compartimos abiertamente toda información posible, lo más que se podía. Es clave la comunicación en estas épocas de crisis e incertidumbre. Incluso, cuando no hay respuesta concretas.

Por ejemplo, cuando los denunciaban de querer quedarse con los glaciares o acusaciones de ese estilo.

Se hablaba mucho por todos lados. Nosotros tampoco éramos reactivos. No tenía sentido serlo. Siempre priorizamos tener los espacios de información donde podíamos brindarla y dar certidumbre sobre lo que teníamos. Expresar nuestro pensamiento y hacia dónde íbamos. Pudimos acompañar de cerca para entender cómo era la situación. Tuvimos siempre el foco en la gente, en los pacientes, en el desarrollo de las vacunas. Que ese desarrollo tan enfocado en la calidad no se perjudique por cuestiones externas ajenas.

¿Por qué no se conseguía un acuerdo?

Para Pfizer, a nivel global, la pandemia fue una situación de urgencia muy diferente a todo lo que estábamos acostumbrados. La empresa decidió invertir a riesgo en una vacuna cuando los gobiernos y la gente necesitaban algo urgente. Fue atípico en términos de desarrollo y medicamente. En ese contexto, hubo condiciones en los contratos que fueron similares en todo el mundo. Pfizer pedía que los gobiernos compartieran ese riesgo con la empresa. En algunos países, fue más fácil. En otros, más complejo y requirió tiempo encontrar el camino.

“Pfizer pedía que los gobiernos compartieran ese riesgo con la empresa. En algunos países, fue más fácil. En otros, más complejo y requirió tiempo encontrar el camino”

En su testimonio ante el Congreso hace un año, cuando negó la existencia de pedidos de pago indebidos o que la empresa quisiera quedarse con bienes del Estado, usted aludió a la famosa cláusula de negligencia.

Los parámetros legales fueron varios y con varias aristas. Era algo muy técnico. Los abogados estaban trabajando en encontrar una solución, que es lo más importante.

Hablemos de futuro. En especial, el más cercano: ¿qué es lo que más le preocupa de la economía en los próximos meses?

Lo que nos preocupa a todos es la inflación. Nos toca en muchas de nuestras líneas de negocio y eso es muy importante para seguir monitoreando. Lo otro son las reservas: para parte de los medicamentos, es importante. La capacidad de seguir importando es fundamental.

Semanas atrás, las cámaras de los laboratorios les enviaron cartas al Banco Central preocupadas por este punto porque ya se registraban algunos faltantes. ¿Hubo solución?

Puntualmente nosotros, le presentamos una nota al Ministerio de Salud en la que pedimos una excepción para los medicamentos que son esenciales y no pueden faltar. Se está trabajando con el Banco Central para exceptuarlos. Es parte del desafío que presenta la Argentina: cómo trabajar para que la coyuntura deje de ser la normalidad y pensar qué es lo mejor a futuro. En esta industria, por ejemplo, deberíamos avanzar en temas como la digitalización del sistema de salud. Eso ya se ve en varios países: mejora la calidad de atención, le da eficiencia al sistema, permite una mejor toma de decisiones y empieza a reducir costos que no generan valor en el paciente para poder destinarlos a la innovación.

EL CRONISTA