La vida con el coronavirus: cuándo se termina la pesadilla

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La vida con el coronavirus: cuándo se termina la pesadilla

Por Eliana Galarza

La ciencia lo hizo de nuevo. Hace un año, ni el más optimista hubiera imaginado que hoy habría 10 vacunas disponibles contra el virus SARS-CoV2, la amenaza microscópica que puso a la humanidad en jaque y mostró descarnadamente las desigualdades en distintas regiones del mundo y las miserias e ineptitudes de algunos gobiernos.

Más de 174 millones de personas ya recibieron al menos una dosis de alguna de las vacunas que se están aplicando contra el coronavirus a nivel global. ¿Es un panorama alentador? ¿Se puede ver la luz al final del túnel?

Diez expertos destacados mundialmente en vacunología, epidemiología e inmunidad le contaron a Clarín qué piensan sobre el futuro de la pandemia.

Alta demanda, producción baja

“La vacunación, definitivamente, influirá en este panorama. Lo empezamos a ver en Israel que, con 9 millones de habitantes, tiene el porcentaje de inoculación más elevado: más del 25% de su población, especialmente grupos de riesgo y gente mayor (N. de la R.: en ese grupo fue inmunizada casi la totalidad, según Our World in Data). Esa dinámica acelerada provocó una disminución de las hospitalizaciones, lo que demuestra que la vacunación influye sobre la pandemia y la posibilidad de aperturas paulatinas en la sociedad”, comenta Miguela Caniza, directora del Departamento de Enfermedades Infecciosas del Hospital de Investigación pediátrica St. Jude, de los Estados Unidos.

Sin embargo, esa idea feliz choca con la una realidad que ella misma señala. “Desafortunadamente, hay pocos lugares como Israel”, dice.

Según Caniza, todavía falta para que la vacunación tenga el efecto deseado a nivel mundial y que en eso no ayuda “la discordancia entre la alta demanda de vacunas y su producción baja”.

No ayuda porque afecta un punto clave: la inmunidad. “No todas las vacunas tienen la misma eficacia para producir la inmunidad esperada. Para un virus como el SARS-CoV-2, con un R0 de 2.5 (por cada caso se contagian 2,5 en promedio, en un período infeccioso), la cobertura ideal para una inmunidad colectiva –si una vacuna fuera eficaz un 100% (lo cual no existe)– es del 60 por ciento. Actualmente, tenemos vacunas con una eficacia del 60 al 90 por ciento. Por lo tanto, para lograr una inmunidad colectiva, se necesitará mucho más del 60 por ciento de inmunización. Tal como está hoy la producción, será muy difícil alcanzar esa meta”, explica Caniza.

“Si las vacunas contra Covid-19 resultan exitosas, aproximadamente un 70 por ciento de la población mundial debería inmunizarse para garantizar el fin de la pandemia”, calcula Soumya Swaminathan, médica destacada por sus investigaciones en enfermedades infecciosas como la tuberculosis y científica jefe de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La directora del Departamento de Inmunización de la OMS, Kate O’Brien, una experta epidemióloga, agrega otro número: “Ese 70 por ciento sería lo ideal, pero el objetivo para este año es por lo menos alcanzar el 20 por ciento. Por eso los laboratorios tienen que continuar con sus investigaciones, todavía no contamos con dosis para todo el mundo”, revela.

Richard B. Kennedy, co director del Grupo de Investigación en Vacunas, de Mayo Clinic, en los Estados Unidos, comparte otras estadísticas. “Estimaciones recientes, sugieren que entre el 70 y el 80 por ciento de la población tendrá que ser inmune al SARS-CoV-2 para interrumpir la transmisión de la enfermedad”, comenta.

Y reflexiona sobre los números: “Supongamos que nuestra estimación es correcta. Hoy sabemos que aproximadamente el 6 por ciento de los Estados Unidos está totalmente vacunado. En otros países, las tasas de vacunación varían: Reino Unido, 1%, Israel está en 35%, Argentina y Brasil están en 0.6%, México en 0.4% y Chile está en 0.3%. La mayor parte de Europa está en el rango del 1-3%. En Oriente Medio, las cifras oscilan entre el 0,4% (Omán) y el 22% (Emiratos Árabes Unidos). Los datos de África y el sudeste asiático son difíciles de obtener. Es decir, ningún país está cerca de alcanzar la inmunidad de rebaño. En la mayoría de los países, las tasas de vacunación no son lo suficientemente altas como para empezar a ver ningún efecto sobre la enfermedad”, enumera.

No es necesario aclarar que, basados en la inmunidad de rebaño, necesaria para neutralizar al virus, el fin de la pandemia no está a la vuelta de la esquina. Ni siquiera en el próximo barrio.

Kennedy y Caniza coinciden en señalar nuevamente a Israel como un buen ejemplo. Kennedy remarca que “en ese país, el 90 por ciento de las personas mayores de 60 años han recibido al menos 1 dosis. En ese grupo se produjo una disminución del 40 por ciento en las infecciones por Covid-19 y una disminución del 30 por ciento en las hospitalizaciones. Y aunque sólo alrededor del 30 por ciento de las personas menores de 60 años han sido vacunadas, en ese grupo los casos disminuyeron en un 12 por ciento y las hospitalizaciones, en un 5 por ciento”.

Los virus aprietan, pero no ahorcan

Peter C. Doherty, Premio Nobel de Fisiología y Medicina 1996, tiene 80 años, vive en Melbourne, Australia, y es un entusiasta desde el primer minuto de la pandemia. En 2013 publicó el libro Pandemias. Todo lo que necesitás saber, de Autoría Editorial, y desde entonces se ha convertido en uno de los referentes más consultados sobre el tema. Con la aparición del coronavirus, mucho más.

Esta vez, le cuenta a Clarín que “estamos condenados a convivir con los virus y tenemos que poner lo mejor de nuestra capacidad de adaptación para lograrlo”.

Con la vacunación en marcha y, aun si eso no estuviera sucediendo “es muy poco probable que una pandemia borre a la especie humana de la faz de la Tierra. Incluso sin la ayuda médica de la ciencia moderna logramos sobrevivir a la viruela, la tuberculosis y a todas las plagas registradas en la historia. Hoy tenemos vacunas para combatir al SARS-CoV2”, comenta.

Doherty no ve tan lejos el final de esta pandemia y detalla: “Padecimos dos guerras mundiales sanguinarias, y reiterados episodios de genocidio, como en Nigeria, Ruanda o Camboya. Y pasamos varias pandemias de influenza (1918-1919;1957; 1968; 2009), de VIH/Sida, otras de hepatitis B y C, entre otras y, sin embargo, el tamaño de nuestra gran familia humana creció más de cuatro veces en el período 1900-2012. Es decir: antes del desarrollo de la ciencia moderna las enfermedades infecciosas limitaban el volumen de la población humana, pero creo que en el futuro, salvo que ocurriera alguna grave crisis social causada por otro factor, seguiremos mirando hacia adelante”.

El Premio Nobel cree que con una mirada optimista se podrá lograr el objetivo de convivir con el SARS-CoV2.

“Nuestra capacidad para lidiar con las pandemias y sobrevivir a ellas, mejora constantemente. No debemos tener miedo, pero sí estar atentos y preparados. Frente a este tipo de virus respiratorios, que se propaga a gran velocidad, estamos todos en el mismo barco: tenemos que ayudarnos”, sugiere.

El factor corrupción

Para hacerle frente a la pandemia, vacunas listas en tiempos récords o enfoques optimistas, como propone Doherty, lamentablemente, no son suficientes.

“En este momento, Sudamérica está sufriendo una crisis humanitaria, tiene una de las peores experiencias por Covid-19. En revistas científicas, como The Lancet, se plantea por qué América Latina tiene una de las muertes por Covid-19 más altas en el mundo y se exponen varias razones. Incluyen la inestabilidad política, la corrupción, el malestar social, los sistemas de salud frágiles y, lo más importante, la desigualdad generalizada de ingresos, atención médica y educación, que ya existían antes de la irrupción de Covid-19. Allí tienen un alto mercado laboral informal (54 por ciento o más), con poco acceso a la protección social y económica, y eso imposibilita medidas de cuarentena y distanciamiento social eficaces”, enumera Caniza.

Y suma otros argumentos: “La pandemia sinergiza, además, con otras enfermedades (obesidad y diabetes), que en América Latina son rampantes y contribuyen con la mortalidad. Pero lo que realmente no ayuda es la existencia de una corrupción tan generalizada con el uso de los recursos públicos. Las esperanzas para modificar esa situación están depositadas en un cambio en la actitud de los gobiernos”, analiza la experta.

Ian Gust, experto inmunólogo, profesor de la Universidad de Melbourne, en el Departamento de Microbiología e Inmunología, también piensa que la salida de la pandemia no es sólo farmacológica.

“Muchos países han sido lentos en aceptar consejos y aprender lecciones del pasado. Eso me ha sorprendido y decepcionado. Por ejemplo, los Estados Unidos, el país con mejor experiencia y capacidad de salud pública del mundo, respondió muy mal en los comienzos de la pandemia. Sus líderes no fueron un ejemplo. Tampoco lo son aquellos que no son capaces de comunicar mensajes claros y sencillos. Muchos han dejado socavar su autoridad frente al avance de las redes sociales”, puntualiza.

La segunda generación de vacunas

Cuando se notó el primer brote, en diciembre de 2019, en Wuhan, China, 214 laboratorios de distintos países comenzaron a trabajar en vacunas y 500 hospitales, a ensayar posibles terapias.

Varios retomaron investigaciones que tenían sobre los coronavirus SARS-CoV y MERS-CoV, que –al igual que el SARS-CoV-2, el coronavirus responsable de esta pandemia– provocan síndromes respiratorios agudos. Por eso pudieron avanzar rápido, en menos tiempo del que demandaría usualmente un desarrollo común de una vacuna, que podría demorar entre 10 y 20 años.

Otros experimentaron con nuevas tecnologías (la de ARNm, de Moderna y Pfizer/BioN’Tech), que requieren menos tiempo de elaboración.

La producción y aplicación de vacunas avanza, pero el virus tampoco se queda quieto: muta.

Emilio Malchiodi, director del Instituto de Estudios de la Inmunidad Humoral (UBA-Conicet​), explica ese mecanismo: “Este virus es absolutamente sorprendente. Los virus infectan a muchas personas pero eso no ocurre en tan corto plazo. Lo que es significativo es que el SARS-CoV2 mutó: un cambio en una secuencia de su ARN (el material nucleico) indujo que su proteína Spike se pudiera estirar más para alcanzar la membrana de la célula a infectar y eso produjo un virus nuevo, más infectivo que el anterior. Se esparció por el mundo a una velocidad fantástica”.

Y agrega: “Al distribuirse tan rápido, las mutaciones van apareciendo velozmente. Se han detectado 50 mil variantes en el ARN, su material nuclear, y ya hay agrupaciones de esas mutaciones: entonces, hay más de 100 virus distintos circulando. Lo cual no quiere decir que sean más graves, pero al haber tanta circulación y mutación puede ocurrir que alguna vacuna desarrollada deje de ser tan eficiente”, comenta Malchiodi.

Eso ocurre con la gripe, que fluye por todo el mundo y obliga a agregar alguna nueva cepa a la vacuna anual para mantener a la población protegida.

Otro ejemplo: el virus de la fiebre amarilla muta poco, por eso su vacuna, que recomiendan para viajar a algunos países, se aplica una sola vez. Dura de por vida.

El SARS-CoV2 es el caso opuesto: no es muy estable, muta bastante. Por eso se empieza a hablar de una segunda generación de vacunas.

“Sin la presión de sacar una vacuna rápidamente en el pico de la pandemia, ahora hay que pensar en fórmulas que den una protección más amplia y duradera contra eventuales mutantes. Quizás vacunas basadas en múltiples componentes del virus o vacunas inactivadas, basadas en una o más cepas virales”, advierte Carlos Alberto Guzmán, un referente global en vacunología, jefe de Investigación en Vacunas del Centro de Estudios de Enfermedades Infecciosas Helmholz, en Alemania.

Richard B. Kennedy, de Mayo Clinic,confirma que “varias empresas ya están trabajando en una próxima generación de vacunas. La mayoría está enfocada en la variante sudafricana (también llamada 20H/501Y, variante V2 o B.1.351) porque los datos muestran claramente que los anticuerpos inducidos por las vacunas actuales no la neutralizan”.

En el Centro Nacional de Investigación en Epidemiología y Microbiología Gamaleya, de Rusia, el lugar donde nació la vacuna Gam.Covid-Vac, rebautizada como Sputnik V, con connotaciones históricas y políticas que recuerdan al Sputnik I, que en 1957 fue el primer satélite de la entonces Unión Soviética en ser lanzado con éxito al espacio, también se comenta sobre la eficacia de otras dos nuevas vacunas rusas. La EpiVacCorona, desarrollada en el centro científico Vektor. Y la CoviVac, elaborada en el Centro Chumakov, hecha a virus inactivado, es decir, utilizando otra tecnología.

Sobre la Sputnik V, Denis Logunov, director adjunto del Gamaleya, confirmó que “en Rusia planeamos hacer de 5 a 6 millones de dosis por mes durante este año. Y también estamos dispuestos, si la Argentina lo desea, a que ustedes la produzcan en su territorio”.

Según consigna la cadena de noticias CNBC, el Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF) reconoció hace unas semanas que “podría haber demoras en la producción”. Eso se tradujo en retrasos en la entrega de las cantidades prometidas y hasta una probable reducción de dosis a países como la Argentina.

La novedad es que una compañía local, Laboratorios Richmond, firmó el viernes un memorándum de entendimiento para producir, efectivamente, la vacuna rusa en el país.

¿Cuándo termina?

El inmunólogo Luke O’Neill, profesor en la Escuela de Bioquímica e Inmunología del Trinity College de Dublín, Irlanda, se transformó involuntariamente en un personaje viral luego de difundir hace unos días un video en el que asegura que tal vez en 9 meses podríamos empezar a dejar atrás la pandemia. Consultado por Clarín, dio más precisiones.

“Como dije en el video, hace unas semanas se registró una retracción del 17 por ciento en la tasa de contagios, pero mientras no tengamos una vacunación masiva, existe un riesgo real de una nueva ola, por ejemplo, en la Argentina. Eso se debe a que ahora sabemos que este virus se propaga fácilmente en interiores durante el invierno. La mala ventilación y la humedad lo favorecen”, advierte.

Para Malchiodi, “la pandemia no se termina con una vacuna. La única enfermedad que fue erradicada del mundo es la viruela. Muchas otras enfermedades se fueron solas, como por ejemplo la gripe A. La gripe española, que causó la pandemia de 1918 también desapareció sola y no se sabe por qué. Otras enfermedades que se creían erradicadas, están. La polio es una de ellas: si no se vacuna, sigue apareciendo”.

Y da otro ejemplo: “La peste negra, bubónica, provocada por las pulgas de las ratas, apareció nuevamente en Mongolia. Es una enfermedad terrible que mató a un tercio de la población mundial. En fin, creo que la pandemia podrá pasar, pero el coronavirus seguirá entre nosotros”.

O’Neill coincide: “El final de la pandemia significará que el virus se volverá endémico, estará alrededor, con picos ocasionales de infección que podrán ser manejados por los hospitales. Para eso es esencial que todos los países tengan acceso a las vacunas, para proteger a sus poblaciones y también para disminuir la posibilidad de que surjan nuevas variantes. Por eso creo, como dije en el video, que es vital que los países con exceso de vacunas, que han comprado demás, las compartan con otros países de menos recursos”.

Caniza también sugiere que la pandemia terminará, no en breve, y que “el SARS-CoV-2 vino para quedarse entre nosotros. Por el momento, mientras existan huéspedes susceptibles, y debido a la lentitud de la administración de las vacunas y la rápida aparición de cepas variantes, la pandemia continuará con nuevas olas”.

Y deja otra idea para pensar: “Se cree que será muy difícil erradicar a este virus, tal como ha ocurrido con otro tipo de infecciones como la viruela. Otras pandemias, como la de la influenza, de 1918, tardaron por lo menos de 3 a 4 años para terminar…”.

CLARIN

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