El mío-mío o romerillo, tan sanador como mortal para la hacienda Argentina

El mío-mío o romerillo, tan sanador como mortal para la hacienda Argentina

Por Emiliano Tagle
Su nombre científico es Baccharis coridifolia. Florece y da frutos en verano, se propaga por semilla. No supera el metro de altura. Es común en el centro y parte del norte argentino, Uruguay y sur de Brasil.
Utilizado como colorante, tiñe de amarillo. Al respecto, Tomás Hutchinson en 1862, en su exploración del río Salado, escribió: “Nuestra parada esta tarde fue pocas leguas más adelante en un paraje llamado Tacuruces, donde vi uno de los primitivos telares, peculiares a las provincias. Una mujer trabajaba en él y estaba haciendo una colcha de lana. El hilo era color rosa, amarillo y colorado -el rosado sacado de una especie de semilla, y el amarillo de las hojas de dos yerbas, una llamada “Chascoyonis” y la otra llamada “Romerillo”, que se emplea cuando no se puede encontrar la anterior”. En lengua pampa, el yuyo era conocido como “Piume”.
Otra utilidad que los baquianos tomaron del romerillo fue curar manqueras en sus pingos, mezclando tiernos brotes con grasa, formando una pasta que untaban en zona afectada del caballo.
muerte de vacas
En los Anales de la Sociedad Rural Argentina, se encuentra una correspondencia del señor Herrera y Obes, fechada en Montevideo en septiembre de 1869, expresando una curiosa propiedad: “Con motivo de ver esos carneros y oponiéndoles el inconveniente de tener mucha disposición a tomar la sarna, me dijo el estanciero dueño de ellos, que ese inconveniente ya no existía, porque había encontrado que cociendo un yuyo muy general en nuestros campos, y que llamamos mío-mío, y bañando las ovejas en ese agua, desaparecía la sarna para no volver más”.
José Hernández, en Instrucción del Estanciero, comentaba: “Éste es un pasto venenoso que abunda un tanto entre los pastos duros y secos de los nuevos campos, sin que falte tampoco en los campos de adentro. Las haciendas, vacuna y yeguariza, que no lo conocen y que no están acostumbradas a comerlo, se mueren y por lo tanto, los hacendados que llevan sus ganados por primera vez a campo donde hay romerillo, tienen mucho cuidado con él porque conocen el peligro.
Por ser venenoso tanto para caballos como vacas fue utilizado de manera estratégica. Veamos dos casos. En 1805, Francisco de Paula Sanz en su Diario de la Expedición al Pilcomayo, comenta: “…ya nuestra caballada iba enteramente rendida y muchos de la tropa a pie; con cuyo motivo, no siendo aquellos terrenos a propósitos para pastearlos, y para el agua que habían dejado envenenada los Indios con el Romerillo, que es una yerba malísima”.
El otro caso, relatado por Adolfo Saldías, refiere a cómo el caudillo López utilizó este yuyo: “…maniobró López con un éxito que abonó su estrategia. Por una serie de movimientos hábiles que denotaban cierta resolución de preparar un ataque, atrajo a Lavalle a terrenos cubiertos de la hierba venenosa llamada mío-mío, donde éste acampó. Al día siguiente Lavalle constató que habían muerto más de 600 caballos”.
Especial cuidado tomaban los viajeros con vacas o caballos originarios de zonas libres del mío-mio, por eso el hombre de campo, para prevenir que lo coman, quemaba matas de este pasto para que pase el humo por las narices de los animales.
En la milonga “Pelajes entreveraos”, Alberto Merlo nos cantaba: Sitio Argentino de Producción Animal 1 de 2 “Se lo llevó el romerillo por emprestarlo una vuelta ya no arrebata más vueltas se apagó mi doradillo”.
LA NACION