La Justicia Social desde una mirada global

La Justicia Social desde una mirada global

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) cumplirá 95 años que el viernes 11 de abril. Más allá de los vaivenes de su trayectoria, vale recuperar el sentido de su creación y el contexto en que se produjo porque tienen una extraordinaria vigencia. Luego del Tratado de Versalles que terminó con la Primera Guerra Mundial, se hizo evidente que la construcción de una paz sólida no podía ser posible sin justicia social. Por eso era indispensable establecer un foro permanente con participación estatal, de los trabajadores y de los empleadores. La Constitución de la OIT contenía ideas ya experimentadas por la Asociación Internacional para la Protección Internacional de los Trabajadores, fundada en Basilea en 1901 que sostuvo que no es posible el desarrollo ni la paz, si estos se sostienen sobre la explotación de los trabajadores. El capitalismo industrial llevaba casi un siglo de vida en los países centrales y las consecuencias habían sido devastadoras. Por eso, el preámbulo de la OIT señalaba que “existen condiciones de trabajo que entrañan tal grado de injusticia, miseria y privaciones para gran número de seres humanos, que el descontento causado constituye una amenaza para la paz y armonía universales; y (…) es urgente mejorar dichas condiciones”. Entre 1950 y 1970, el número de países miembros se multiplicó y se tuvo que volver a tratar cuestiones como la libertad sindical y las condiciones de trabajo, que en algunos casos eran desconocidas por completo. Es, entonces, cuando la OIT cobra un valor fundamental para el sindicalismo argentino. En un contexto de represión y carencia de garantías constitucionales, la organización respaldó en numerosos casos a los dirigentes argentinos. En agosto de1969, Carlos Cabrera, Secretario General de la Federación de trabajadores mineros, es detenido por la dictadura militar al mando de Onganía. Cabrera, hombre del peronismo combativo, es liberado pocos días después por el Ministerio del Interior ante la presión de la OIT. La dictadura argentina cree que ha superado el inconveniente, pero la organización avanza con su reclamo y plantea un punto que sentó un precedente: “el Comité siempre ha considerado que el retiro de una queja plantea una situación que debe examinarse en cuanto a sus alcances. A este respecto, el Comité ha estimado que el deseo manifestado por la organización querellante (la Federación minera) de retirar su queja, si bien constituye un elemento digno de la mayor atención, no es en sí mismo una razón suficiente para que el Comité cese automáticamente de examinarla. Basándose en un principio establecido ya en 1937 por el Consejo de Administración, el Comité ha considerado siempre que le incumbía apreciar las razones dadas para explicar el retiro de una queja y comprobar si las mismas resultaban suficientemente plausibles para llegar a la conclusión de que dicho desistimiento se hacía con completa independencia”. Es decir, la OIT enviaba un mensaje claro: la dictadura no iba a poder presionar al gremio minero. Raimundo Ongaro, histórico referente del sindicato de los gráficos, se convirtió en un activo militante en el exilio contra la dictadura cívico militar de 1976. Y también lo hizo desde la OIT, que lo aceptó como delegado en 1976 y le permitió desplegar desde allí su trabajo permanente de denuncias contra la represión, lo que desembocó en la histórica denuncia de 1979 que fue un duro golpe para la dictadura cuando estaba empeñada en reconstruir su imagen internacional. Hoy, en un contexto distinto para los trabajadores argentinos, con plenas garantías de derechos y libertad sindical, la OIT ha recuperado el sentido original, con el Estado y los dirigentes gremiales trabajando juntos en la organización.`
TIEMPO ARGENTINO