El Llao Llao, 75 años de historia, de caerse y ponerse otra vez de pie

El Llao Llao, 75 años de historia, de caerse y ponerse otra vez de pie

Por Yésica De Santo
Se contorsiona, late, respira, el hotel Llao Llao está vivo. Emplazado en el medio de los lagos Moreno y Nahuel Huapi, y rodeado por los cerros Tronador, Capilla y López, el gigante cuenta su historia de 75 años plagados de infortunios y resurrecciones.
El 8 de enero de 1938 se inauguraba el hotel más prestigioso de Bariloche y carta de presentación para la provincia de Río Negro en todo el mundo, pero también navegaba, por primera vez, el barco Modesta Victoria. Para celebrar ambos cumpleaños, se realizó una fiesta que comenzó en las aguas del Nahuel Huapi y al ritmo de la banda de la escuela militar de montaña que interpretó melodías tan diversas como la marcha de San Lorenzo, Avenida de las Camelias, o canciones populares como “Colgando en tus manos”, de Carlos Baute.
Las sirenas del Modesta sonaron cuando rodeó la Isla Centinela, donde descansan los restos de Francisco Pascasio Moreno, también conocido como Perito Moreno, y los guardaparques vestidos con uniformes típicos de los años ’30 saludaron en posición firme a quien fue uno de los primeros exploradores de la Patagonia, y reconocido biólogo y conservacionista.
En el acto, también se distinguió a dos de sus tripulantes históricos y a dos ciudadanos que salvaron a la embarcación cuando en 1958 estuvo a punto de incendiarse por completo. Y este es otro punto en común con el hotel: el fuego que consumió al Llao Llao en 1939, apenas un año después de haber sido construido por el arquitecto Alejandro Bustillo, hermano del aquel entonces presidente de Parques Nacionales, Ezequiel Bustillo. Según cuenta la historia, el incendio se provocó por unos pañales que el cuidador del hotel había puesto a secar en una estufa. Pocas cosas pudieron salvarse, y el gigante tuvo que ser reconstruido. Bustillo demoró apenas 14 meses en lograrlo, y lo hizo gratis. Luego de varios años en funcionamiento, el Llao Llao, creado por la necesidad política de afirmación de la soberanía nacional en la Patagonia, cerró sus puertas en 1978 presentándose en quiebra, y permaneció abandonado hasta 1993. Desde entonces, tuvo varios dueños y supo sobrellevar heladas, caminos cerrados, crisis económicas, y malos negocios.
Una vez en tierra, el festejo por los aniversarios continuó en el hotel, que se vistió de gala para recibir a empresarios de turismo de la provincia. El gran salón que lleva el nombre del coloso fue el escenario donde se entregaron distinciones y obras de arte, como los cuadros de Pablo Bernasconi que muestran al Modesta Victoria llegando a Puerto Pañuelo. “Cuenta la historia que se llamó así porque quienes se alojaban en el hotel lo paraban con un pañuelo”, contó Carlos Burgos, gerente general del Hotel Llao Llao al mismo tiempo que recomendó la visita al hotel. “Todo aquel que pise el Llao Llao se sorprenderá, no sólo por el gran atractivo natural que lo rodea, sino por el servicio y la atención.”
En medio del acto, llegó un mensaje del ministro de Turismo Enrique Meyer: “Estoy por ser abuelo de una nena barilochense”, dijo, y felicitó a las autoridades del hotel. Lo mismo hizo el gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck, quien destacó la importancia del hotel que “excede Bariloche, Río Negro y trasciende también a la Argentina”. Por su parte, la intendenta de la ciudad de San Carlos, María Eugenia Martín, aseguró estar “orgullosa de que este lugar sea reconocido en el mundo entero, de que sea un lugar en el mundo, y que sea nuestro”.

“EL HOTEL ESTÁ VIVO”
Con 205 habitaciones, salas de convenciones, suites, pasillos inmensos y paredes de troncos de ciprés, alfombras señoriales y salones interminables que incluyen peluquería, bibliotecas, guarderías, comedores, el Llao Llao es un mundo aparte. Las sonrisas y saludos se reparten por doquier entre empleados y visitantes que transitan sin cesar cada rincón de la estructura donde perderse resulta inevitable y de lo más divertido.
El hotel se divide en dos, el viejo hotel construido en 1939 y el nuevo (ala Moreno) construido en 2007. El primero, de estilo campestre y mobiliarios más antiguos, cruje a cada paso recordando los años dorados. Mientras que el ala Moreno recoge vistas exclusivas al Nahuel Huapi y habitaciones amplísimas.
Los empleados cuentan que el hotel vive, y es porque cuenta historias de quienes allí trabajan y de quienes lo visitan. Hay parejas que se casan en sus salones y empleados que se ofrecen como testigos, otros huéspedes frecuentes son tan conocidos por el personal como si fueran sus propios parientes. “Tratamos de aprender de cada estadía y anotamos todo lo que les gusta a quienes nos eligen año a año. Incluso, hay personal abocado a cuidar esos detalles”, cuenta Guillermo Bianchi, quien comenzó a trabajar hace 12 años como telefonista y hoy es jefe de banquetes y convenciones. “No estudié hotelería, mi escuela fue el Llao Llao y estaré siempre agradecido”, dice emocionado.
Las historias abundan y se oyen a cada paso, como por ejemplo que en el cuarto piso se oyen ruidos de puertas que se abren y se cierran, o de visitantes millonarios con gustos exóticos como jugo de pomelo y churros a las 4 de la mañana, o quienes eligen al hotel para recordar pedazos de su infancia. Este el caso de Mirta, de 84 años, que solía visitarlo en compañía de sus padres. “Me gusta reconcer lugares y mobiliario de la época, y recordar momentos exquisitos que en este hotel permanecen vivos”, cuenta la mujer con voz trémula.
“Cuando tenía 12 años vine con mi padre y recuerdo que cocinaba un chef italiano que anotaba el plato del día en un cartelito. Hoy ese cartel lo armo yo, y es un honor”, cuenta Federico Fontan, chef ejecutivo del hotel desde hace cuatro años. “Trabajé en Francia y España, pero el Llao Llao lo es todo en mi carrera, soy un fanático”, declara Fontan mientras comenta que los platos más pedidos son los que contienen productos autóctonos como la trucha, el chocolate, liebre, frutos rojos, cordero ahumado, ciervo y jabalí. El equipo gastronómico está compuesto por 70 personas, y por día cocinan para más de mil. “El Llao Llao es un desafío porque el público viaja por todo el mundo y debemos estar a la altura. Además, es un monumento histórico, la base a la entrada de la gastronomía en la Patagonia.”
El Llao Llao murió varias veces y siempre supo resurgir de las cenizas, como las que azotaron la provincia escupidas por el volcán Puyehue en 2011. Tantos quiebres y composturas tuvo el gigante, que muchas veces fue comparado con el ave Fénix. Además de las apuestas económicas de los empresarios, sin lugar a dudas la fuerza incomparable de quienes allí trabajan y su voluntad de crecimiento, junto a quienes no dejan de elegirlo como destino de descanso por excelencia, son los ingredientes que hacen que el Llao Llao viva y reine como uno de los hoteles más lindos del sur de la Argentina.
TIEMPO ARGENTINO