Adorables retorcidos

Adorables retorcidos

Por Gabriela Koolen
Cuando éramos niños, el más travieso casi siempre era el líder del grupo. En la adolescencia, el chico “rudo” de la escuela solía ser el más popular. Tal vez ahí está la punta del ovillo que devela por qué los “malos” ejercen una atracción irresistible. ¿Será que las personalidades complejas esconden un lado oscuro que invita a ir por más? ¿O quizás las contradicciones y transgresiones de estos personajes nos provocan placer por identificación? Como sea, en los últimos tiempos la ficción se ha hecho cargo de esta tendencia, y entre las series, los personajes “retorcidos” seducen a cada vez más espectadores. La prueba: el fenómeno de Walter White –el personaje de “Breaking Bad” que logró cautivar una audiencia récord– es un claro exponente de que la línea que separa a los “buenos” de los “malos” tiene hoy muchos más matices en la pantalla. Sin embargo, Walter no es el primer “malo” que nos conquista, y, al parecer, no será el último.
Tal vez uno de los precursores en este “bestiario” televisivo podría ser el personaje de Tony Soprano en “Los Soprano”. Un mafioso que sufre ataques de ansiedad y busca ayuda en una terapia, mientras intenta lidiar con los problemas del mundo del hampa. Desde el primer capítulo, y en el transcurso de la serie –que tuvo seis exitosas temporadas, y obtuvo numerosos premios– Tony se ganó el afecto de fanáticos alrededor del mundo. “El personaje de Tony es tan complejo y atractivo que logra que nos sintamos mafiosos de alma al igual que él”, dice un aficionado de la serie en un foro de debate sobre la misma. Cuando James Gandolfini –el actor que lo interpretaba– falleció, no faltaron en la Web comentarios como “sigues siendo el jefe” –en alusión a su lugar dentro del mundo del crimen–. Así de fuertes eran las pasiones que despertaba Tony.
El guionista Mario Segade, autor del éxito televisivo “Farsantes” y de “El puntero” –entre otros– recuerda a este carismático gángster como uno de los personajes que más lo cautivaron en los últimos tiempos, y analiza el fenómeno: “Traspasó la pantalla. Cuando murió Gandolfini, la gente hablaba de que había muerto Tony Soprano. Creo que eso se da cuando los personajes están muy bien construidos, muy bien interpretados por actores, y despliegan un imaginario posible. Te podés sentir identificado o sentir rechazo, pero les creés. No son gente que puede no existir”, dice. Para él, los personajes con contradicciones suelen atrapar más porque tienen mayor verosimilitud, y permiten una identificación. Así, el autor argentino cuenta que le interesan las series centradas en personajes bien construidos, y donde el desarrollo pasa más por la complejidad de los mismos que por las peripecias que deben afrontar. Además, agrega, sus búsquedas autorales se orientan en la misma línea a la hora de crear sus personajes.
Rebeldes con o sin causa
Si hablamos de “malos-buenos” –o “buenos-malos” según cómo se lo mire–, no puede faltar el cínico personaje del Doctor House en la serie “House, M.D.”. Retorcido como pocos, se trata de un adicto que nunca termina de recuperarse –ni parece demasiado interesado en hacerlo–, narcisista, un déspota irremediable, y un amargado que siempre tiene un comentario ácido para descargar sobre quien tiene enfrente –incluso si se trata de un indefenso enfermo en sus últimas horas de vida–. Sin embargo, pese a tener todos los condimentos para ser un villano, esta especie de gemelo siniestro de la Dra. Quinn –esa que en otra época hacía estallar la pantalla del televisor, mucho antes de que las series fueran vistas online– se convirtió en uno de los personajes más queridos de los últimos tiempos, y su juego siempre “al borde” es uno de los rasgos más celebrados por los fans de la serie, que adoptaron su típica frase “Todos mienten” casi como un “mantra” del cinismo.
En la misma línea de personajes sociópatas, merece por lo menos una mención el conflictuado escritor Hank Moody, protagonista de “Californication”, que ha logrado una gran ola de seguidores en su itinerario, en el que nunca faltan drogas, alcohol, sexo y una indomable tendencia autodestructiva.
Para el sociólogo Daniel González, la fascinación que ejercen estos personajes “malos” tiene que ver con que reflejan cuestiones inherentes a la condición humana, donde –en diversos grados– el deber ser y el hacer muchas veces entran en conflicto. “Todos parecemos ‘normales’, y quizás la normalidad sea la total anormalidad. Hay una suerte de impronta en la sociedad de generar personas que no son del todo ‘sanas’. Todos tenemos ‘desvíos’: a alguno le gusta trabajar demasiado, comer mucho, o mentir mucho; otro necesita comprar todo el tiempo, o consume drogas. No es algo anormal en el ser humano este tipo de adicciones o de perversiones”, dice González.
Sin embargo, cuando se trata de transgredir las normas, las cosas pueden ponerse mucho más “dark”, y Dexter es una prueba de esto. ¿Quién podría haber dicho que millones de aficionados sentirían el sudor frío en la espalda cada vez que un asesino serial estaba a punto de ser descubierto? ¿O que la conversación en una reunión de amigos versaría en torno a los mejores modos de cubrir las huellas de un criminal? Es que el personaje que compuso Michael C. Hall reúne todo para ser el candidato que presentaríamos gustosas a nuestras madres: es dulce, dedicado, amoroso y con fuertes convicciones –aunque su sentido de la justicia sea, por lo menos, discutible–. Y sin embargo, hay que decirlo, lo que le da ese “toque” especial es su lado oscuro, ese “pequeño” secreto que guarda celosamente, y del que miles de fans del otro lado de la pantalla se sienten un poco cómplices.
Para el sociólogo, estos personajes atraen porque en ellos están muy bien descritas contradicciones inherentes a la sociedad en que vivimos. Así, White, el narcotraficante de “Breaking Bad” que rompió récords de audiencia y se ganó el afecto del público, lleva al límite las contradicciones. Químico, padre de familia que en una situación extrema y de la noche a la mañana se convierte en un asesino, y entra en el negocio de la venta de drogas. “Él mismo se auto-justifica en todas sus acciones, y es un monstruo que convive con la sociedad lo más bien”, dice González, quien repasa la aparición de personajes de este tipo en las páginas policiales de los diarios.
Los malos siguen llegando
Entre las nuevas series, la tendencia a exhibir las facetas más “under” queda expuesta en “Bates Motel”, que muestra nada menos que a uno de los psicópatas más reconocidos del cine, el protagonista de “Psicosis” –Norman Bates– en su “tierna” juventud, y en su camino a ser, precisamente, ese asesino consagrado en la célebre película de Alfred Hitchcock. En su primera temporada, ha logrado capturar a los fanáticos, y tanto Norman como su madre, Norma, despiertan pasiones.
Con un estilo más crudo, el ambicioso Francis Underwood –interpretado por Kevin Spacey– de “House of Cards” ostenta de manera descarnada la lucha por el poder, y la falta de escrúpulos para lograr sus objetivos. En esta serie no hay “malos” y “buenos”, y ninguno logra salvarse de exponer su costado más siniestro. Sin embargo, en esa cruzada de avaricia, en su primera temporada cautivó a miles de seguidores, y logró sembrar la expectativa sobre qué pasará con esta galería de personajes despiadados.
¿Será que todos nos sentimos un poco más “normales” al reflejarnos en estos antihéroes que están muy lejos de ser un ejemplo de rectitud? ¿O el carisma no está necesariamente asociado con los chicos buenos? Lo cierto es que los “malos” están tomando la escena, y no parecen dispuestos a dejarla.
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