Paternidad sin pareja, una nueva forma de familia

Paternidad sin pareja, una nueva forma de familia

Por Abby Ellin
Rachel Hope mide casi 1,80 y practica yoga, danza y artes marciales. Esta agente inmobiliaria y escritora freelance de 41 años, de la ciudad de Los Ángeles, está buscando a un hombre que viva en las inmediaciones, que esté sano y en forma, y que tenga “acomodadas sus finanzas”. Parker Williams, de 42 años y fundador de QTheory, una empresa de remates de caridad también de Los Ángeles, podría ser un buen candidato. Williams es ex modelo, mide casi 1,90, es atlético, poco complicado, sensible, organizado y adora a los animales.
Ni Hope ni Williams tienen el menor interés en mantener una relación sentimental con alguien. Pero ambos quieren tener un hijo, y están evaluando seriamente la posibilidad de tener y criar uno entre ambos. Poco importa que Williams sea gay y que no supieran de la existencia del otro hasta octubre pasado, cuando se conocieron en Modamily. com, un sitio web para personas que buscan compartir la paternidad de un hijo.
Williams y Hope son parte de una nueva modalidad de citas online que ya no busca el amor, sino al compañero con quien construir una familia no-nuclear. Y durante los últimos años han aparecido numerosas redes sociales como Modamily.com para ayudarlos: Pollen Tree.com, Coparents.com, Co-ParentMatch.com y MyAlternativeFamily.com
“Mientras que algunas personas eligen ser padres o madres solteros, son muchos más los que consideran sus horarios, sus limitaciones económicas y la falta de pareja, y deciden que ser padre o madre solteros es una carga demasiado grande, que no sería bueno ni para ellos ni para su hijo”, dijo Darren Spedale, de 38 años, fundador de Family by Design (Familia a Medida), un sitio gratuito de paternidad compartida oficialmente lanzado en enero. “Si uno puede compartir las buenas y las malas de la paternidad con alguien, la opción de tener un hijo se vuelve mucho más atractiva.”
El sitio presenta lo que puede parecer una atractiva alternativa a la subrogación, la adopción o la simple donación de esperma. “He conocido a tantas mujeres en mi misma situación, que no se casaron y sienten que su momento ya pasó”, dice Dawn Pieke, de 43 años, gerente de marketing y ventas de la ciudad de Omaha, Nebraska, cuya hija, Indigo, nació en octubre último. Pieke conoció al padre de Indigo, Fabien Blue, en una página de Facebook de copaternidad en junio de 2011, poco después de haber terminado con una relación sentimental de diez años. Ella quería un bebe, pero temía hacerlo sola porque, según dice, “yo crecí sin padre”. En vez de abocarse a encontrar pareja, Pieke decidió encontrar a alguien para compartir tanto la carga financiera como emocional que implica tener un hijo.
Blue, por su parte, quería ser padre desde 2006. Había considerado adoptar, pero “supuse que nadie le entregaría un niño en adopción a un homosexual sin pareja, y no tengo ingresos suficientes para pagar una madre subrogante”, dice. Se anotó en Craiglists y en otros sitios Web de paternidad compartida y se encontró a tomar un café con algunas mujeres, pero “como en toda relación, del tipo que sea, tiene que haber una chispa y esa chispa no estaba”, comentó. Con Dawn Pieke, sin embargo, esa chispa fue evidente desde el primer momento. Primero se escribieron por Facebook y luego por Skype, donde hablaron de todo, desde religión hasta filosofías de crianza. Hacia noviembre de ese año, Blue decidió mudarse de Melbourne, Australia, donde vivía entonces, y trasladarse a Omaha.
Se encontraron por primera vez el Día de Acción de Gracias de 2011. “Sentía que ese hombre era como un pariente o un hermano perdido hace tiempo, y al mismo tiempo era un desconocido”, recuerda Pieke. Y así siguió el diálogo, con intercambio de historiales médicos y pruebas de fertilidad. Blue se instaló en una habitación libre del hogar de Pieke y, según cuenta ella, cuatro semanas después “él me entregó una muestra de esperma, nos abrazamos, y yo fui a mi dormitorio y me inseminé”.
Si bien Blue y Pieke planean compartir las responsabilidades de la paternidad equitativamente, nunca firmaron ningún acuerdo legal y ambos consideran que fue poco prudente. “Hubo tantas cosas que no pude prever, como por ejemplo hasta qué punto yo debía ser responsable desde el punto de vista económico, o qué pasaría si pierdo mi trabajo, o si le pasa a él. Esto no es un matrimonio”, dijo Pieke.
Spedale, que está escribiendo un libro sobre relaciones de paternidad compartida, un término que prefiera al de copaternidad pues este último es a veces utilizado por los padres divorciados, recalca la importancia de contar con algún acuerdo por escrito no sólo por motivos legales, sino “para obligarse a mantener una conversación sobre esas cosas que a uno no se le hubiera ocurrido preguntar”. Al igual que en casos de matrimonios entre personas del mismo sexo, las leyes sobre las relaciones de paternidad compartida varían en cada estado. Family by Design publica una lista en su sitio Web, junto con un borrador de acuerdo posible.
Pero ni siquiera un documento legal es necesariamente vinculante. “Los jueces dictaminan en función del mejor interés de los menores”, dice Bill Singer, abogado de Belle Mead, Nueva Jersey, especializado en familias no tradicionales. “Aunque el juez se fije en el acuerdo entre las partes para ver cuáles fueron sus intenciones al firmarlo, no tiene poder de control”.
Sin embargo, Singer le sugiere a la gente que formalice su acuerdo por escrito, para así tener la oportunidad de reflexionar sobre las contingencias, como el régimen de visitas, el nombre y las deducciones impositivas.
Colin Weil y la madre de su hija de 2 años, Stella, se aseguraron de redactar un contrato y hasta asistieron a terapia de pareja antes de que ella quedara embarazada. Weil es gay y conoció a la madre de su hija, Stella, en octubre de 2009, a través de un amigo en común que sabía que ambos estaban solteros y querían un hijo. Atravesaron una especie de período de cortejo, con emails e interminables llamadas telefónicas. Conocieron a los amigos y familias de ambos, y decidieron “darle para adelante”, dice Weil, de 46 años, director de marketing del Museo Judío de Manhattan. Weil dice que se pasaron los siguientes meses tratando de convencerse de no hacerlo, “porque parecían una locura”. Pero hoy Stella pasa una noche a la semana con Weil, y esperan aumentar el tiempo compartido.
Elizabeth Marquardt, directora del Centro para el Matrimonio y la Familia del Instituto de Valores Norteamericanos, un grupo no partidario de la ciudad de Nueva York, está en total desacuerdo. “Es una pésima idea establecer que un niño sea criado en dos mundos por completo separados, con padres que ni siquiera intentan establecer un vínculo de amor entre ellos”, escribió por mail.
Sin embargo, otros dicen que Marquardt olvida que las relaciones de paternidad compartida en realidad le ahorran al chico el dolor de un futuro divorcio. “No creo que sea necesaria una relación romántica para criar a un hijo de manera compartida”, dijo Sarah J. Schoppe-Sullivan, profesora asociada del Departamento de Ciencias Humanas de la Universidad Estatal de Ohio. “Las investigaciones demuestran que si los padres pueden mantener una relación cálida, cooperativa y compartida es positivo para los chicos.”
Esta clase de paternidad también alienta a las personas a pensar estrategias y filosofías de crianza por adelantado, algo que las parejas tradicionales no suelen hacer.
“Se trata de personas que realmente han pensado en cómo criarlos y con quién, y eso sólo puede ser beneficioso”, dijo Jennifer Chrisler, directora ejecutiva de Family Equality Council, una organización de apoyo a nivel nacional.
Por supuesto que pensar de antemano no necesariamente logra anticipar los problemas que surjan en una relación de esas características. Pieke, quien habla de Blue como su coprogenitor, reconoce que el acuerdo no fue suficiente en las horas inmediatas del posparto.
“Fabian y yo no mantenemos una relación sentimental, eso está claro -dijo-. Pero sigue habiendo esta cosa subyacente difícil de explicar, especialmente cuando uno comparte el mismo techo. Ahí está el hombre padre de mi hijo. Si no me ayudaba o no sabía qué hacer yo me volvía loca.”
Y que nadie diga que encontrar un compañero de paternidad online es fácil. Alisha, una profesora de piano divorciada de 43 años y madre de un hijo, buscó en varios sitios online . En diciembre se inscribió en Modamily, que cuesta 29,95 dólares por mes, y que también ofrece un servicio de conserjería personal que realiza encuentros en persona, por un costo de 149,95 dólares trimestrales. Alisha le escribió por mail a algunos hombres, pero no logró conectar con ninguno. “Uno se pone hipercrítico”, dijo Alisha, y agregó que está considerando tener un segundo hijo con su ex marido, porque “más vale malo conocido, y al menos ya sé lo que me espera, incluso genéticamente hablando”.
Pero Hope, quien ya tenía dos hijos, de 22 y 4 años, respectivamente, concebidos también en relaciones de paternidad compartida previas, dice que en su búsqueda de un tercer hijo sólo ha conocido hombres “potables y realizados”, incluyendo a uno casado cuya esposa no quería más hijos, pero le dio su bendición para buscar uno fuera del matrimonio. En cuanto a su próximo compañero de paternidad, plantea: “Se trata de conectar con el otro, pero también hay que tomar decisiones lógicas y racionales para el niño”.
LA NACION