“Un problema sustancial es recuperar el nexo entre fe y vida”

“Un problema sustancial es recuperar el nexo entre fe y vida”

"Nadie sabe quién va a ser el próximo papa", afirma Scola

Por Elisabetta Piqué
Fue papable en el cónclave de 2005, pero por entonces la edad le jugó en contra (por demasiado joven). Según los entendidos, ahora, a los 69 años, sigue siendo papable: hoy, de hecho, el Papa lo designará nuevo arzobispo de Milán, la diócesis más importante de Europa, algo que se interpreta como una señal de Benedicto XVI hacia su “favorito” para sucederlo.
Pero el cardenal Angelo Scola, patriarca de Venecia desde 2002, se ríe de este tipo de especulaciones. Considerado uno de los máximos intelectuales de la Iglesia Católica, hijo de un camionero socialista, miembro del movimiento Comunión y Liberación, el patriarca de Venecia es amigo de Joseph Ratzinger desde hace más de 40 años, cuando fundó junto con él, Henri de Lubac y Hans Urs von Balthasar, Communio , una prestigiosa revista de teología.
Políglota, el inminente arzobispo de Milán es autor de diversos libros, sermones, artículos y conferencias, típicamente profundos, eruditos y de no fácil comprensión.
Durante 6 años, se desempeñó como rector de la pontificia Universidad Lateranense. También fue el creador, en 2004, de Oasis, una fundación que promueve el conocimiento entre cristianos y musulmanes. En una extensa entrevista con La Nacion en el espectacular patriarcado de Venecia -al lado de la basílica de San Marcos-, el cardenal habló de varios temas.
“Hoy, el gran riesgo es que el hombre se piense a sí mismo como privado de cualquier vínculo, es decir, como un self made man , en su sentido más profundo”, dijo el cardenal Scola.
“Y el desafío principal de la Iglesia es el mismo desafío que la humanidad tiene ante sí: ¿qué tipo de hombre quiere ser el hombre del tercer milenio?”, agregó.
-Cuál es el principal desafío de la Iglesia hoy?
-El desafío principal de la Iglesia es el mismo que la humanidad tiene ante sí: la interpretación del mundo moderno, es decir, si hemos, o no, entrado en la era post-moderna. Y no se trata de un debate de tipo linguístico. Sin lugar a dudas la caída del Muro de Berlín ha marcado simbólicamente un cambio bastante radical que puede verse en fenómenos como los que están ocurriendo hoy en el Magreb y en Oriente Medio, que es como una segunda fase de lo que ocurrió en 1989. Evidentemente hay un asomarse de los pueblos sobre el escenario del mundo con un urgente deseo de libertad y de participación real. Esto hizo aún más complejo lo que yo suelo llamar el “mestizaje de civilizaciones y culturas”, es decir, ese proceso de movimiento y desplazamiento de pueblos que será cada vez más radical en las próximas décadas, y que para nosotros en Europa hace que sea cada vez más urgente un conocimiento del Islam y de sus múltiples formas. Además está la cuestión del progreso potente y rápido de las tecno-ciencias, sobre todo de las bio-ingenierías, con la clonación, las bio-convergencias, la informática aplicada a la biología, la física molecular, la civilización de las redes sociales, etc. Todos estos fenómenos están perfilando un hombre distinto. Por lo tanto el desafío de la Iglesia es el mismo desafío que la humanidad tiene ante sí: ¿qué tipo de hombre quiere ser el hombre del Tercer Milenio?
-¿Usted qué opina?
-Que hoy el gran riesgo es que el hombre se piense a sí mismo como privado de cualquier vínculo, es decir, como un ‘self made man’, en su sentido más profundo. Esto frustra el intercambio entre generaciones, frustra la educación y así muchos fenómenos -como vemos en algunas transformaciones antropológicas o en el modo de concebir la sexualidad, el amor, el ser padres, el trabajo, etc-, están relacionados con este desconocimiento de la existencia de un “yo” en relación a los otros. En este sentido la antropología del hombre del Tercer Milenio asume un carácter muy pascaliano, un carácter de apuesta. ¿Quién quiero ser yo? ¿Quién quiere ser el hombre del Tercer Milenio? En este contexto la propuesta de la Iglesia aparece bastante actual, porque la propuesta cristiana es más actual que nunca.
-¿En qué sentido?
-Si leemos el Evangelio la propuesta cristiana pone su eje en la felicidad y en la libertad: Jesús dice ‘si quieres ser feliz, ven y sígueme, y quien me sigue será libre de verdad’ e injerta el dinamismo de la verdad, del bien y de lo bello en el interior de la perspectiva de la felicidad y de la libertad. Me refiero a una una propuesta cristiana liberada del peso de nuestras contradicciones como hombres de Iglesia y también de nuestro pecados, sobre todo en Europa y en el Norte del planeta, una propuesta que vuelve a ser anunciada en su simplicidad genuina, joven. Muchos cristianos testimonian que esto es posible.
-¿Cuál es el punto débil de la Iglesia hoy?
-La debilidad ya la denunció Pablo VI: un dualismo entre fe y vida. Es decir, no se ve cómo la relación con Cristo incide en lo cotidiano, cómo incide en la vida a menudo frenética del hombre de hoy, preocupado por los problemas afectivos y laborales. No se ve cómo la vida eclesial conviene y así se tiende a pensar que la práctica de la vida cristiana es inútil, poniéndola al margen. Por eso la misión fundamental de la Iglesia es, tal como entendió muy bien Benedicto XVI al crear el nuevo dicasterio para la nueva evangelización, reanunciar a Cristo en todos los ámbitos de la existencia humana, y simplificar la vida de las comunidades cristianas -de las diócesis, de las parroquias-, para que sea adecuada para el hombre de hoy. Sobre todo para los jóvenes, porque a veces nuestra propuesta funciona para los jubilados, pero no para un hombre que tiene una familia, que trabaja y que lucha por sobrevivir. Por esto creo que es un problema sustancial recuperar este nexo entre fe y vida.
-Usted creó la fundación Oasis que intenta acercar cristianos y musulmanes, algo crucial en este momento. ¿Cómo juzga el estado del diálogo interreligioso?
-Recuerdo una afirmación del entonces cardenal Ratzinger que decía algo así: el diálogo interreligioso es una exigencia intrínseca de la Iglesia Cristiana, no es algo contingente impuesto desde afuera. No es algo impuesto por el fenómeno histórico de que ahora tenemos 15 millones de musulmanes en Europa, esto es sólo un hecho histórico que hace más urgente el diálogo interreligioso en Europa. Pero la necesidad de diálogo es algo intrínseco a la experiencia cristiana. ¿Por qué? ¿Qué es la experiencia cristiana? Es un encuentro que suscita fe, pero fe en el hombre, que es cuerpo y alma, tiende por naturaleza a la religión, que se expresa a través de ritos, cultos y tradición. Si yo practico la vida cristiana por lo que es, como “la vida buena” que testimonia el Evangelio, entonces puedo dialogar con todos. Basta ir a la India y ver que hay muchísimos matrimonios mixtos entre hindúes y cristianos, donde se practica un diálogo interreligioso en la vida, en el modo en el que un esposo y una esposa se aman mutuamente, o en el modo en el que educan a los hijos. Esto es lo que toca a ellos. Pero también es necesario hacer una reflexión teológica y cultural, como está ocurriendo por ejemplo en la pequeña experiencia de Oasis, que se dedica más a un conocimiento mutuo que a un diálogo directo con los musulmanes. Porque el primer paso de un diálogo es el conocimiento. Y es evidente que si le preguntamos a un católico italiano o europeo qué es el Islam, la ignorancia es muy difusa y lo mismo ocurriría, viceversa, si le preguntáramos a los musulmanes qué es el catolicismo. Por eso, insisto, el conocimiento es la primera cuestión. Creo que, en términos generales, como cristianos estamos bien encaminados en el diálogo interreligioso, pero se trata de una cuestión crucial que requerirá mucho tiempo.
-De su experiencia en este tema de varios años en Oasis, ¿qué es lo que más lo alentó?
-Lo que me da aliento son las pequeñas cosas, la posibilidad de valorar lo que llamamos el “Islam del pueblo”. A nosotros en Oasis no nos gusta la expresión “Islam moderado” porque muy a menudo el “Islam moderado” se identifica con uno u otro intelectual musulmán aislado, que tiene sus propias ideas pero que, sin embargo, no tiene peso sobre el pueblo. Esto no significa que no cuidemos nuestra relación con filósofos o pensadores musulmanes, muchos de los cuales viven en Occidente y están occidentalizados. Pero en Oasis hemos comenzado a encontrar, aquí y allá, distintas experiencias de este “Islam del pueblo”. Por ejemplo lo hemos visto en Jordania: pocos saben que en su población hay un 10% de personas que tienen discapacidades físicas y mentales. En ese contexto ha nacido, por iniciativa del obispo local, una asociación formada por musulmanes y cristianos que ayuda en diversos centros, a través de distintas actividades, a los cientos de discapacitados que hay a lo largo del país. Cristianos y musulmanes trabajan allí estupendamente bien juntos, además tienen espacios de reflexión muy bellos. Y se trata de una señal de la posiblidad de colaboración real con esas formas de “Islam del pueblo” que nosotros apreciamos mucho. Yo espero que esta colaboración se difunda cada vez más, porque el pueblo quiere esto. El pueblo, cuando no es manipulado, quiere esto.
-¿Quiere decir que el problema es el Islam político?
-Es un tema muy delicado, tampoco quiero cometer errores porque no soy un experto, pero se ve, en la crisis que ha estallado ahora en el Magreb y en todo Oriente Medio, que es necesario una evolución. Hay que alentar una evolución en las sociedades de mayoría musulmana para que haya una distinción entre la dimensión religiosa y la dimensión civil. Hemos visto que estos regímenes, que estaban modelados de cierta forma en estucturas jurídicas e institucionales de tipo occidental, pero, en realidad, después eran funcionales a gobiernos autoritarios u oligarquías… Ahora hay que ver si los espacios que se van liberando pueden permitir este camino. Desde este punto de vista en Europa hoy tenemos una inmensa responsabilidad.
-¿En qué sentido?
-Cuando comenzamos con Oasis hace 9 años yo era un poco escéptico en hablar de un Islam italiano, un Islam francés o un Islam europeo. En cambio, en algunos de nuestros comités científicos hemos visto que, por ejemplo en Francia está emergiendo algo por el estilo. Es decir, Europa puede convertirse en un laboratorio, en el seno del cual el diálogo con el Islam puede favorecer una evolución recíproca. Al respecto la Iglesia tiene mucho que decir, así como la sociedad civil, recibiendo a la gente y abriendo espacios. Por ejemplo en el norte de Italia nuestros patronatos, es decir, las estructuras recreativas de nuestras parroquias, ya son frecuentadas regularmente por muchos musulmanes y lo mismo sucede en escuelas, donde los chicos se conocen mutuamente. Insisto, creo que Europa puede ser un laboratorio en el cual esta dificultad del Islam, que puede degenerar en fundamentalismo y terrorismo cuando no es bien interpretado, pueda evolucionar y dar esperanza. Este sigue siendo el punto crítico.
-¿Cree que Europa, que se muestra cada vez más dividida, realmente puede hacer este aporte?
-Yo siempre utilizo una expresión del poema de T.S. Eliot, “La tierra desolada”: nosotros europeos somos hombres de paja. Es decir, estamos viejos, en el sentido interior de la palabra. Cuando me reúno con los jóvenes, siempre los provoco, diciendo nosotros somos los que si hay una guerra en Irak, donde mueren miles de personas y nosotros estamos sentados en un sillón con un wisky y con un par de frases, como “es culpa de Estados Unidos”, resolvemos el problema de Irak y después se termina todo. No nos damos cuenta de la identidad individualística del hombre europeo, lo cual se ve en una impotencia educativa. Algo que me sorprende durante las visitas pastorales es el dolor y el drama que viven muchos padres a quienes se les hace díficil transmitir a sus hijos una experiencia de vida buena. Claro que hay excepciones. Pero, está claro que Europa, también a nivel de las instituciones y de los Estados, ha perdido energía. Porque los gobernantes escuchan muy poco a la sociedad civil y tampoco ven toda esa riqueza que hay en la sociedad civil, algo que podemos ver claramente en el norte de Italia. En el Veneto o en Lombardia hay una sociedad civil riquísima, llena de asociaciones nacidas desde el pueblo: hay quien se ocupa de los discapacitados, quien se ocupa de los ancianos, quien creó un círculo para hacer reuniones a la noche, quien protege la naturaleza, quien reflexiona sobre el catecismo. Pero parece que toda esta vitalidad no es valorada por las instituciones gubernamentales. Por eso creo que las religiones en Europa tienen todavía un gran rol que jugar.
-Cambiando de tema, en Roma muchos dicen que después de un papa polaco y de un papa alemán, y tras todas las crisis que ha habido en el pontificado de Benedicto XVI, el papado debe volver a un papa italiano para que vuelva a poner orden…
¿Quién dice estas cosas?
-Algunos expertos en temas vaticanos, pero también funcionarios de la Curia Romana…
-Ante todo, el Santo Padre está muy bien y está llevando a cabo su misión en un modo formidable, donándonos un magisterio de primerísimo plano que suscita enorme y apasionada confrontación en todo el mundo. Es también un pensamiento formidable: basta con mencionar los dos volúmenes sobre Jesús. En segundo lugar, está renovando la pastoral a través de su enraizamiento en la liturgia y en los sacramentos. En tercer lugar, es un Papa que demuestra la naturaleza profunda del cristianismo como acontecimiento porque se juega en primera persona, comunica la fe a través del testimonio. No estoy para nada de acuerdo con que este sea un papado que haya generado crisis, sino que ha habido algunos momentos en los que ha tenido que llevar sobre sus espaldas grandes problemas de hombres de Iglesia, y lo ha hecho jugándose en primera persona, sin nunca tirarse atrás. En todo caso, nadie sabe quién va ser el próximo papa. Pero creo que los italianos tienen la misma probabilidad que los demás. Y, sobre todo, es Dios quien elige a sus hombres.
-Usted es un considerado un papable…
-Son todas estupideces (risas), son los diarios… Pero no tiene nada que ver con la realidad. Quien hace la experiencia desde adentro, que es secreta, se da cuenta de que todas estas previsiones, cuando uno está ahí, desaparecen todas. Y es verdad que el Papa es elegido por el Espíritu Santo. Para mí se trata de cálculos que quizás pueden parecer plausibles, pero que no dicen nada…
-Cuando uno llega a la curia de Venecia, se ven retratos y placas de patriarcas que fueron luego papas (en el siglo XX, Pío X, Juan XXIII y Juan Pablo I)…
-Se trata de coincidencias, el Espíritu Santo guía a la Iglesia y se sirve también de las miserias de los hombres. Son tales y tántos los elementos que deben confluír para la elección de un papa, que nadie logra dominarlos a priori. Y es ahí que el Espírtu Santo aparece y hace su elección.
LA NACION