Los famosos también son seres humanos

Los famosos también son seres humanos

Por Nora Bär
A la vista de las bochornosas telenovelas que surgen en la farándula local y en las altas cumbres de la política internacional (como es el reciente caso de Dominique Strauss-Kahn, del Fondo Monetario Internacional, o la historia de que el Terminator Schwarzenegger mantenía oculto a un hijo de 10 años), es difícil apartarse del amarillismo.
Muchos opinarán que el poder y la celebridad despiertan nuestros peores impulsos, los más grotescos y los más deleznables… Y, dada la frecuencia con que se descubren vilezas de todo tipo y color bajo la pátina de bronce que otorga la impunidad, el poder y la celebridad, probablemente tengan razón.
De lo que no cabe duda es de que, más allá de los cargos y de los honores, por lo menos en lo que respecta a su salud, los “personajes” que hacen la historia no están a salvo de las miserias que padecemos el resto de los mortales. Al menos ésta es la sensación (¿o debería decir “consuelo”?) que me dejó el último libro de Daniel López Rosetti ( Historia clínica. La salud de los grandes personajes a través de la historia, Editorial Planeta, 2011) cuando, como si fuera una especie de arcaico Doctor House, se lanza a reconstruir las biografías médicas de diez grandes personalidades que signaron nuestra cultura.
Con precisión de perito forense, López Rosetti recupera a partir de crónicas históricas detalles que pueden sugerir diagnósticos post mórtem de Alejandro Magno, Napoleón, San Martín, el Che Guevara, Perón, Evita, Borges, Alfonsín y Kirchner. A veces (como en el caso de Jesús que, aclara, analiza en su condición humana) retoma los datos conocidos, pero explica los procesos fisiológicos que finalmente llevan a la muerte.
Así, después de preguntarse si San Martín tuvo tuberculosis, concluye que vivió 36 años con una úlcera gastroduodenal complicada con sangrado digestivo; recorre los altibajos cardíacos de Perón desde su llegada al país, en 1973, hasta su muerte; llega a la conclusión, después de consultar con el destacado toxicólogo Carlos Damín, de que Alejandro Magno no murió por envenenamiento, sino que probablemente lo haya liquidado la fiebre tifoidea o la encefalitis por el virus del Nilo; describe las luchas de poder que desencadenó el cáncer de Evita; sigue las huellas del tumor gástrico que ocasionó la muerte de Napoleón…
En fin, a lo largo de las páginas, uno no sólo aprende mucho sobre el organismo humano y sus patologías, sino que además se asoma a los sucesos que se registran tras las bambalinas de la historia.
Y si algo queda claro es que todos tenemos fecha de vencimiento. También las celebridades…
LA NACION