03 Apr KANDINSKY y la abstracción pura
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Por Jorge A. Montans
Este prodigioso artista ruso, que nació en Moscú el 4 de diciembre de 1866 en el seno de una burguesa y acomodada familia de fabricantes y comerciantes de té, supo transitar el mandato familiar y la asegurada prosperidad económica con el profundo empuje de su incesante búsqueda práctica e inagotable investigación estética. A los 20 años ingresó a la Facultad de Derecho de Moscú, donde se graduó con honores, para dedicarse luego, en 1893, a la docencia en esa rama como profesor asociado con destacada actuación. Pero fue su espíritu creador y sensible el que le señaló el camino de su realización: sentía un especial interés por la pintura desde muy niño, que encauzó tomando clases, a la par que hizo lo propio con otra disciplina, la música. Estos elementos fueron esenciales en el proceso creador del artista, quien supo fusionar conceptos entrelazados de ambas ramas artísticas de manera sublime, sorprendente y novedosa. El cambio metamórfico ocurrió a partir de una exposición de pintura francesa impresionista realizada en Moscú en 1895, donde su vocación se reveló de manera extrema e inevitable; la contemplación de obras como El carro de heno, de Claude Monet, lo precipitaron todo. Estaba convencido de que debía ser pintor. Abandonó entonces su cátedra en la Facultad de Derecho para siempre y emprendió una interminable búsqueda estética que lo llevó a transitar con virtuosismo desde la obra pictórica a la literaria y la docencia, realizando diversos ensayos de carácter sublime que ponían en claro sus postulados estéticos y sus reconocimientos de vanguardia. Kandinsky, que pasó más de la mitad de su vida entre Alemania y Francia, adoptó la nacionalidad alemana, y fue precisamente en ese país donde se reveló su innovador espíritu artístico. Tras estudiar con Franz von Stuck conoció al pintor Paul Klee, con quien inició una profunda amistad. En 1911, dentro del marco expresionista, creó junto a Franz Marc y August Macke el grupo El Jinete Azul (Der Blaue Reiter), organizando diversas exposiciones en Berlín y Munich. En El Almanaque, producido para el propio grupo, donde se conjugaron dibujos y grabados de sus integrantes con partituras del músico y compositor Schónberg, Kandinsky inició sus composiciones de color. Al estallar la Primera Guerra Mundial, Kandinsky volvió a Moscú y se desempeñó dentro del Departamento de Bellas Artes del Comisariado Popular de la Educación, para luego trasladarse a Alemania con el fin de incorporarse a la Escuela de Artes Aplicadas Bauhaus, en la primera etapa de la República de Weimar. Allí continuó como profesor hasta poco antes de su disolución. Fue ya inevitable la profunda influencia de estilos como el fauvismo y el Jugendstil alemán. Así, poco a poco la figuración cedió ante el color y su expansión plástica dio paso a la abstracción. Es en este punto donde debemos detenernos para meditar y comprender la abrumadora propuesta del autor, quien señaló las necesidades expresivas del artista de la época con increíble compromiso, destacando la imperiosa necesidad de la verdad estética. Este inmenso artista escribió en 1912 su obra De lo espiritual en el arte, donde dejó presentada su postura de que el arte no es la sola y mera imitación, sino un proceso vivo que involucra la creación y la asimilación esencial y vivencial de la naturaleza. Y para esto se universaliza, trasciende las diferentes disciplinas y logra una orgánica y vivaz interacción tomando de las ciencias, los credos, las filosofías, la música y la literatura el elemento esencial que señala y destaca el punto de interés, lo imprescindible. En su libro, Kandinsky señala y cita ejemplos de caminos tomados por la pintura: “El intento de Picasso consiste en llegar a lo constructivo a través de proporciones numéricas. Y en sus últimas obras (1911) llega por una vía lógica a la destrucción de lo material; no por disolución, sino por medio de la fragmentación en distintas partes y su diseminación sobre la tela. Lo curioso es que en este proceso parece querer conservar la apariencia de la materia. Picasso no retrocede ante nada; si el color le estorba para resolver el problema de la forma puramente pictórica, lo echa por la borda y pinta únicamente con marrón y blanco. Estos problemas son, en el fondo, su fuerte. Son dos grandes vías hacia un gran objetivo, en Matisse la del color y en Picasso la de la forma”. Así también lo hará con la música: “Respecto de la expresión formal, la música puede obtener resultados inasequibles para la pintura; pero, por otro lado, no tiene algunas de las cualidades de ésta. Por ejemplo, la música dispone del tiempo, de la dimensión temporal. La pintura, que carece de esta posibilidad, puede sin embargo presentar todo el contenido de la obra en un instante, lo cual es imposible para la música. Esta, externamente emancipada de la naturaleza, no necesita tomar prestadas formas externas para su lenguaje. Por el contrario, la pintura depende hoy casi por completo de las formas que le presta la naturaleza. Su labor consiste en analizar sus fuerzas y sus medios, conocerlos bien, como hace tiempo que los conoce la música, y utilizarlos en el proceso creativo de un modo puramente pictórico”. El autor desmenuza la esencia y diserta sobre las propiedades intrínsecas de los elementos asociados con el sentir en toda su dimensionalidad, interactuando con la experiencia musical, la cual se ve presente en su obra y en sus postulados, según expresa: “Por ejemplo, los colores claros atraen la vista con una intensidad y una fuerza que es mayor aún en los colores cálidos; el bermellón atrae y excita como la llama, a la que se contempla con avidez. El estridente amarillo limón duele a la vista como el tono alto de una trompeta al oído; la mirada no podrá fijarse y buscará la calma profunda del azul o el verde. En un nivel de sensibilidad superior, este efecto elemental trae consigo otro más profundo: una conmoción emocional. Entramos en la consideración del efecto psicológico producido por el color. La fuerza psicológica del color provoca una vibración anímica. La fuerza física elemental es la vía por la que el color llega al alma”. Es Kandinsky el padre de la abstracción, el primero en ligar lo sublime y espiritual con la ausencia de la figuración, dando paso al universo inagotable de la percepción a través de la sintaxis expresiva, carente de narrativa figurativa pero inmensa en universalidad sensorial.”