Todavía es distinto “oír” que “escuchar”

Todavía es distinto “oír” que “escuchar”

Por Graciela Melgarejo
Algunos lectores prefieren releer antes que embarcarse en la aventura de leer algún texto nuevo. Independientemente de que sobre gustos no hay nada escrito, lo cierto es que releer tiene innumerables ventajas, porque uno cree saber lo que va a encontrar y a veces descubre algo nuevo, igualmente gratificante.
Releer Mujeres que corren con lobos , un best seller de los años noventa que cada tanto se reedita en inglés y en español, aportó una cita interesante para esta columna. Escribe su autora, Clarissa Pinkola Estés, que “los antiguos anatomistas decían que el nervio auditivo se dividía en tres o más caminos en el interior del cerebro. De ello deducían que el oído podía escuchar a tres niveles distintos. Un camino estaba destinado a las conversaciones mundanas. El segundo era para adquirir erudición y apreciar el arte, y el tercero permitía que el alma oyera consejos que pudieran servirle de guía y adquiriera sabiduría durante su permanencia en la tierra”.
¿Con qué oído escuchan los niños pequeños una y otra vez los cuentos que a la noche les cuentan en voz alta sus padres, que cada vez que se cambia una palabra o una frase se indignan y reclaman: “No, así no era, contalo como siempre”?
En una columna anterior, se recordaba una conclusión de Rafael Lapesa sobre la formación de neologismos, en la que advertía: “La lengua se encuentra en una encrucijada: la exactitud de la expresión incita a pecar contra la eufonía”.
Conclusión, los hablantes nativos tienen (o tenían) “oído” para su propio idioma, por eso algunas veces hay palabras que no les “suenan”. Hay algunos que son más visuales; a ésos no les gusta ver cómo “queda” escrita. Algo de esto es lo que le ocurre al lector Eduardo Acosta con versionar . Escribe en su correo electrónico el lector: “Vuelvo a poner mi atención en las licencias que se permiten algunos periodistas. En este caso, cuando al describir el campeonato mundial de tango, se habla del panameño Rubén Blades y se dice: «quien versionó al compás del tango…». Entiendo que la palabra versionar no existe en castellano o si existe es muy rebuscada como para incorporarla en una crónica periodística”.
Citando al propio Blades, podríamos decir que “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”, porque versionar no sólo existe, sino que ha sido aceptada por la Real Academia Española con una entrada en su Diccionario en la Web, donde se advierte (en rojo) que es un “artículo nuevo, avance de la vigésima tercera edición”, y que se define de la siguiente forma: “versionar. 1 . tr. Hacer una versión nueva de una obra musical, generalmente ligera”.
No andaba tan descaminado el lector entonces, cuando le “hacía ruido” la palabra nueva. Por ejemplo, a quien esto escribe definitivamente no le gusta destrato , aunque tenga que reconocer que, en primer lugar, puede tener un matiz distinto de maltrato, y, en segundo lugar, que se ha puesto definitivamente “de moda”. Ya advertía, el 3/5/2004, Octavio Hornos Paz, en su “Diálogo semanal con los lectores”, ante una consulta, que “el término destrato, bastante en boga últimamente como sinónimo de descortesía o maltrato, sencillamente no figura en el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española, edición 2001»”. Habrá que seguir esperando a la vigésima tercera edición del DRAE para develar ( desvelar , dirían los españoles) el misterio.
Entre tanto, por qué no recordar que, a pesar de todo, oír sigue siendo distinto de escuchar . Véanse sus definiciones en la versión de la inigualable María Moliner y su Diccionario de uso del español. Oír es ” 1. Percibir los sonidos o un determinado sonido: ?Los sordos no oyen. Oigo pasos´. Percibir lo que se dice o lo que dice alguien determinado: ?He oído decir que… He oído a N. por la radio´. 2. Atender o acceder a un ruego o petición de alguien: ?Dios oyó mi súplica´ “, y escuchar es ” 1. Atender para oír cierta cosa. 2. Dejarse influir por lo que dice otro”.
LA NACION