El padre del tenis

El padre del tenis

Por Sebastián Torok
Guillermo Vilas exhibe una vitalidad admirable. A los 58 años, su cuerpo funciona como una maquinaria que no descansa; siempre vestido de negro, echa vapor a cada paso, seduce con cada anécdota, encadena un tema con otro, sin pausa. Su memoria es prodigiosa: recuerda desde los detalles de la final que ganó en el US Open de 1977 hasta la gran cantidad de mosquitos que lo persiguieron hace unos años durante una clínica de tenis en la zona norte de la provincia de Buenos Aires. No reside en un lugar fijo… es un ciudadano del mundo. Pero la mañana plomiza de febrero lo encuentra en Núñez, a pocas cuadras del estadio de su querido River, para promocionar el Head Seniors Tour de la AAT. Hace poco más de un mes, el 23 de diciembre, su mujer, la tailandesa Phiangphathu Khumueang dio a luz la tercera hija de la pareja, Intila; lo curioso es que también en 2010, el 6 de enero, ya había nacido Lalindao. Vilas, el padre del tenis argentino, hoy está abocado a diversos proyectos comerciales, aunque también a su numerosa familia.
“Estoy con varias cosas a la vez. Quiero hacer un libro de fotos, reflejar distintos momentos, con fotos raras. En el archivo del diario LA NACION me estuvieron dando una mano. El museo también lo voy a hacer, pero en dos o tres años. Estoy juntando mucho material”, explicó el zurdo.
-Mientras, ¿vas a buscar el hijo varón?
-(Sonríe) Mirá, estamos esperando. Si viene, viene. Me llevo muy bien con mis nenas. En general, los campeones de tenis tuvimos hijas mujeres; Federer, por ejemplo, es un caso. Es increíble.
-En octubre pasado, en la última Copa Petrobras, se te vio pelotear mucho con tu hija mayor, Andanin. ¿Le ves virtudes?
-Sí, juega muy bien. Tiene 7 años y me dedico a ella un poco todos los días. En el tenis, todo el mundo puede jugar bien, basta con tener un buen profesor y que el alumno sea aplicado, que se instruya. Hay muchas formas para enseñar.
-¿Cómo sos como padre?
-Pienso que bastante bueno. Lo que estoy haciendo es inculcarles conocimiento. A mi hija mayor estoy dándole todos los elementos para que vaya caminando por la vida con conceptos claros.
-Imagino que estarás durmiendo poco…
-No soy de dormir de un saque. Durante toda mi vida fui de dormir de a ratos; por ahí estoy en un lugar, termino y me duermo una siesta en una silla. Me canso de jugar, me canso. Lo que hago es comer muy bien y tomar mucho líquido. Entonces puedo resistir con esas dormiditas rápidas.
-¿Con qué frecuencia jugás al tenis?
-Todos los días, sí, sí… ¿Vacaciones? Casi no estoy nunca. Además, en este momento, estoy haciendo muchas cosas al mismo tiempo, no paro. No estoy recorriendo mucho el país en este momento. Sí, fui hace unos días a Salto a dar una clínica, vino mucha gente, me trataron muy bien. La gente me trata muy bien, eso no cambió. Yo camino mucho, voy y vengo sin tomarme un taxi, y si bien tengo gente que me ayuda, no tengo secretarios, los trámites los hago yo.
-¿Qué te dejó el último Australian Open?
-A Djokovic le pasó un poco lo mismo que a mí, que tuve que construir una raqueta a mi gusto. Djokovic también lo hizo, tardó dos años en hacerlo y ahora empieza a ver sus frutos. Hoy, está más maduro. En el futuro puede haber cambios en el ranking, siempre los hay. Pero no creo que los mismos personajes que son líderes hoy, como Federer y Nadal, pierdan terreno pronto. Federer, por ejemplo, todavía tiene mucho con qué pelear, incluso por el número uno este año. Pienso que 2011 será un muy buen año de tenis.
-¿Cuál es el tenista de la nueva generación que observás con mejores condiciones?
-Djokovic es un tipo fantástico. Primero, porque es vecino mío: tiene el departamento al lado del mío, en Montecarlo. Una vez subimos juntos el ascensor. «Hola, ¿qué hacés?» , se sorprendió. «Bien, hace 40 años que resido acá» , le dije. Entonces, yo me bajo del ascensor y él también. «Uh, ¿dónde vivís?» , le digo. Y era justo al lado. Me llama neighbor (vecino, en inglés). Lo veo siempre. Es un buen pibe. Es muy, muy bueno.
-Hace un tiempo dijiste que no serías capitán del equipo argentino de Copa Davis porque nunca te ofrecerían el puesto. ¿Es así?
-Sí, es así. Nunca voy a ser capitán de la Davis, porque nunca me van a nombrar. Desde hace un tiempo, no tengo demasiado vínculo con nuestros jugadores, pero está todo bien. Por ejemplo, me preguntan por Del Potro y no sé mucho lo que le pasó, más allá de lo que dice la prensa. No tengo otra información. Confío en que se recuperará y que será número 1 del mundo. Pero no sé mucho más. Veo a algunos de los chicos entrenarse en mi club (el Vilas Club), pero nada más. Pero estoy convencido de que muy pronto la Argentina ganará la Copa Davis. En algún momento, tiene que tocarle. Ya les tocó a todas las potencias. Siempre nos pasó algo. Una vez le tocó a Italia y nunca nadie sospechaba que la iba a ganar. Ya llegará.
LA NACION