Francisco, a favor de la Web: “Es un don de Dios”

Francisco, a favor de la Web: “Es un don de Dios”

Por Elisabetta Piqué
Cuando era arzobispo de Buenos Aires, tenía poca habilidad para la informática. Pero desde que fue elegido al trono de Pedro, Francisco tuitea a diario y tiene millones de followers en todo el mundo.
Ayer, en su primer mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (que se celebra hoy, en coincidencia con la fiesta de San Francisco de Sales, patrono de los escritores), dijo que Internet es “un don de Dios” y que es “algo bueno” cuando promueve la solidaridad y una cultura del encuentro.
“Abrir las puertas de las iglesias significa abrirlas también en el mundo digital, tanto para que la gente entre, en cualquier condición de vida en la que se encuentre, como para que el Evangelio pueda cruzar el umbral del templo y salir al encuentro de todos”, escribió el Papa, que se mostró convencido de que los medios de comunicación pueden ayudar “a que nos sintamos más cercanos los unos de los otros, a que percibamos un renovado sentido de unidad de la familia humana que nos impulse a la solidaridad y al compromiso serio por una vida más digna para todos”.
“No tengan miedo de hacerse ciudadanos del mundo digital”, exhortó también el Pontífice en el mensaje. Al destacar la importancia de la presencia de la Iglesia en el mundo de la comunicación, explicó que “una Iglesia que acompaña en el camino sabe ponerse en el camino con todos”. No obstante, pidió a los comunicadores de temas de Iglesia no exagerar con su prédica: “No se ofrece un testimonio cristiano bombardeando mensajes religiosos, sino con la voluntad de donarse a los demás”.
Jorge Bergoglio también advirtió que “no basta pasar por las calles digitales, es decir, simplemente estar conectados”. Y recordó que es fundamental que la conexión vaya acompañada de un verdadero encuentro. “No podemos vivir solos, encerrados en nosotros mismos. Necesitamos amar y ser amados”, indicó.
“El mundo de los medios de comunicación no puede ser ajeno a la preocupación por la humanidad, sino que está llamado a expresar también ternura”, sentenció. “La red digital puede ser un lugar rico en humanidad: no una red de cables, sino de personas humanas”, agregó, al destacar, por otro lado, que “la neutralidad de los medios de comunicación es aparente: sólo quien comunica poniéndose en juego a sí mismo puede representar un punto de referencia”, afirmó.
Como sus predecesores, Francisco también destacó los aspectos problemáticos de la cuestión, como, por ejemplo, la velocidad con la que se suceden las informaciones, que “supera nuestra capacidad de reflexión y de juicio, y no permite una expresión mesurada y correcta de uno mismo”. Además, advirtió que la variedad de las opiniones expresadas, si bien pueden ser percibidas como una riqueza, también “pueden encerrar en una esfera hecha de informaciones que sólo correspondan a nuestras expectativas e ideas, o incluso a determinados intereses políticos y económicos”.
“El mundo de la comunicación puede ayudarnos a crecer o, por el contrario, a desorientarnos. El deseo de conexión digital puede terminar por aislarnos de nuestro prójimo, de las personas que tenemos al lado. Sin olvidar que quienes no acceden a estos medios de comunicación social, por tantos motivos, corren el riesgo de quedar excluidos”, apuntó.
En un mundo cada vez más metido en la vorágine de la información instantánea, el Papa llamó a recuperar “un cierto sentido de lentitud y de calma”.
“Esto requiere tiempo y capacidad de guardar silencio para escuchar”, explicó.
Francisco -que una vez más dijo que prefiere una Iglesia accidentada por salir a la calle antes que una enferma de autorreferencialidad- no dejó de denunciar que “cuando la comunicación tiene como objetivo preponderante inducir al consumo o a la manipulación de las personas, nos encontramos ante una agresión violenta”.
Al principio de su mensaje, escrito como siempre en forma directa y clara, constató con amargura que vivimos en un mundo cada vez más pequeño, pero plagado de divisiones muy marcadas.
“A nivel global, vemos la escandalosa distancia entre el lujo de los más ricos y la miseria de los más pobres”, lamentó. “Nos hemos acostumbrado tanto a ello que ya no nos llama la atención”, agregó, al volver a recordar las “numerosas formas de exclusión, marginación y pobreza; así como de conflictos en los que se mezclan causas económicas, políticas, ideológicas y también, desgraciadamente, religiosas”, que hay en el mundo.
LA NACION