“Cleopatra” o la desmesura inmortalizada en la pantalla

“Cleopatra” o la desmesura inmortalizada en la pantalla

Por Juan Ignacio Novak
Aclamada por muchos, reprobada por otros, “Cleopatra” es una película que marcó, para bien o para mal, un hito en la historia del cine. Y gracias a sus récords, lleva impreso el sello del exceso. Protagonizada por Elizabeth Taylor y Richard Burton, una de las parejas más turbulentas que engendró el mundo del espectáculo, se estrenó el 12 de junio de 1963 en los Estados Unidos y llegó a los cines argentinos el 5 de septiembre de ese mismo año.
Transcurrido medio siglo desde su primer contacto con el público, todavía resulta sorprendente por las cifras fabulosas que se derivan de su compleja y ajetreada génesis. Implicó, por ejemplo, 44 millones de dólares lo que hoy equivaldría a más de 300 millones. Y a pesar de que tuvo un fuerte impacto en la cantidad de espectadores que la vieron en todo el mundo, necesitó de un año entero para apenas lograr recuperar la sideral cifra invertida.
El rodaje, por otra parte, no fue nada fácil. Iniciado en 1960 demandó cerca de dos años y medio de esfuerzo monumental. La hermosa Liz, por ejemplo, utilizó 65 vestidos diferentes lo que representa todo un récord en la pantalla grande. Incluso uno de ellos fue realizado con piezas de oro, al punto de que hay datos que confirman que tan sólo para el vestuario de la actriz, se debieron gastar 200.000 dólares, una cifra considerable para este ítem en los años 60’.
La duración del filme no es más que otro rasgo de su ampulosidad. El director Joseph L. Mankiewicz, un gran maestro responsable de cintas como “La malvada” o “Julio César”, presentó una primera versión que duraba seis horas. El estudio, 20th Century Fox lo obligó a reducirla a la mitad, a pesar de que el director propuso dividirla en dos capítulos. Muchos años después, de todas formas, se conoció una versión de 243 minutos, que es la que seguramente habrán visto varios de los espectadores que la buscaron en el videoclub.
Oscarizada
En la 36º edición de la entrega de los Oscar, “Cleopatra” se llevó cuatro estatuillas doradas de las nueve por las que pugnó, pero todas ellas en los rubros técnicos, en un año donde el premio a la Mejor Película se lo llevó otra producción épica, “Tom Jones”, de Tony Richardson.
El filme de Mankiewicz fue reconocido por su dirección artística, su fotografía, su diseño de vestuario (en esta categoría ninguna de sus oponentes tenía chance alguna) y sus efectos visuales. Rex Harrison, quien encarnaba a Julio César, fue nominado por su actuación, pero el galardón fue para Sidney Poitier por “Los lirios del valle”.
Por si todo esto fuera poco, la producción del filme marcó el inicio de uno de los romances más borrascosos jamás conocidos como fue el que unió a Burton y a Liz Taylor. La historia no merece demasiado despliegue, ya que se trocó en un mito. Tras el idilio que iniciaron en 1962, las dos estrellas se casaron en 1964 y con violentos desencuentros en el medio, se divorciaron una década después, para volverse a casar en 1975. Y después divorciarse para siempre en 1976.

Marca de una época
Los modernos intentos de emular toda aquella majestuosidad de “Cleopatra” (“Troya” y “Alejandro Magno” son ejemplos) palidecen en la comparación a pesar de los enormes avances técnicos. La mayoría de ellos naufragan básicamente por un motivo: lo cautivador del legendario filme de Mankiewicz era precisamente eso, haber logrado toda su fastuosidad sin la ayuda de las computadoras, sino con demoledores esfuerzos de producción.
A cinco décadas de su estreno y a pesar de que vista en perspectiva sus defectos y exageraciones emergen como un rasgo demasiado prominente, “Cleopatra” es considerada un hito. Y permanece junto a un puñado de superproducciones de su época como “Ben Hur” o “Espartaco”, como estandarte de una manera de comprender el cine que se empezó a diluir a partir de la década del 70’. Y que hoy ya se extinguió del todo.
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