La mujer que convierte el dolor y el deseo de muerte en arte pop

La mujer que convierte el dolor y el deseo de muerte en arte pop

Por Natalia Páez
Es furor, fiebre. Llueva o haya amenaza de nieve, en la Avenida Figueroa Alcorta al 3400 los árboles vestidos de rojo con lunares blancos invitan al público a hacer colas que se doblan en sí mismas como serpientes que soportan cualquier inclemencia. La muestra de la artista japonesa Yayoi Kusama Obsesión Infinita es –a esta altura– la que históricamente ha llevado más público al Malba. Desde su apertura, con un promedio de 2500 visitantes diarios, está batiendo un récord que, si se mantiene hasta su cierre, previsto a mediados de septiembre superará a Andy Warhol, que hasta el momento fue el artista que más convocó en el museo de la Fundación Constantini. Ya la han visto 50 mil personas.
La de Yayoi Kusama es la primera muestra retrospectiva en América Latina de la mayor artista japonesa viva. Curada por Phillip Larratt-Smith (vicecurador en jefe del Malba) y Frances Morris (jefa de colecciones internacionales de la Tate Modern, de Londres y curadora de la retrospectiva de Kusama) la exposición presenta la trayectoria de esta artista completa que cuenta con documentos privados (como fotos, cuadernos, cartas) hasta su vida pública que recorre una amplia esfera desde la pintura en los años ’50 hasta la performance más osada de los ’60 en Nueva York y sus instalaciones y obras de estudio actuales.
Además de sus obras, Kusama es también conocida por su dura historia personal que refleja en su trabajo. Dice que la posibilidad de hacer arte es lo que la anima a no matarse, un impulso que la sigue desde niña. Nacida en 1929 en Matsumoto, en el seno de una familia japonesa tradicional de clase media, con una madre en extremo severa que la conminaba a perseguir a su padre cuando iba tras sus amantes geishas y luego la obligaba a describir las escenas sexuales. Y, no contenta con eso, descargaba su furia sobre la pequeña Yayoi. En la muestra puede seguirse una línea de tiempo en fotografías de las distintas etapas de su vida desde una foto a sus siete años hasta una de 2013, cuando ya tiene 84, y es notable cómo –en todas ellas– el rictus de seriedad en su rostro es una constante. De estas duras experiencias de la infancia que incluyen abusos, Yayoi quedó aterrorizada con el sexo “tengo pavura de que me penetren”, dijo. Y también tiene una aversión o fobia a la comida y eso se ve en sus instalaciones. Fue desde chica que comenzó a sufrir alucinaciones visuales y auditivas. Comenta en su autobiografía La red infinita: “Veía auras alrededor de los objetos o escuchaba hablar a los animales y plantas.”
En la primera sala, se muestra su etapa inicial como artista en los años cuarenta con una serie de pequeñas pinturas semiabstractas sobre papel producidas en Japón que antecedieron a su célebre serie Infinity Net a fines de los ’50. Después de su traslado a Nueva York en 1957 se contactó con otros artistas como Donald Judd, Andy Warhol, y Joseph Cornell y esto marcó un hito en su carrera. Que se ve reflejado en la segunda sala en la que hay una explosión de color y expansión de su imaginario. A unas pinturas donde predomina el blanco y las composiciones monocromáticas le siguen unas esculturas con objetos cotidianos como sillas recubiertas con falos de tela rellenos (Accumulations). La primera instalación importante es un bote cubierto de penes blandos pintados de plateado y naturalezas muertas.
En los sesenta se la conoció por sus performances en vivo y happenings como parte de la cultura alternativa neoyorquina con la que ganó reconocimiento y notoriedad. Y aparecen los primeros lunares. “Es parte de su práctica de ‘autoborramiento’, explicó el curador Larratt-Smith. “Cada lunar es un rostro en el Cosmos y expresa, para Kusama, un deseo de paz.” Es una muestra existencialista en la que las escenas del microcosmos como de lente de laboratorio se mezclan con las imágenes del universo en una misma pregunta sobre la existencia y el valor singular de la vida.
Una instalación deja al visitante consigo mismo. Es una habitación cuadrada, blanca, completamente recubierta en su interior de espejos y en el piso falos blancos con lunares rojos (Infinity Mirror Room Phalli’s Field). De esta sala, se abre paso a un momento íntimo en la que su mundo privado está expuesto en fotos, libros, anotaciones, cuadernos. Para llegar por fin a la instalación que es el preanuncio del final de su retrospectiva: “Lleno del brillo de la vida.” Un laberinto oscuro pero rodeado de espejos en el que intermitentemente se encienden con centenares de lucecitas que van cambiando una gama de colores proponiendo al espectador un viaje a una nebulosa, a una constelación. También al interior de sí mismo.
Para Francis Morris, el arte de Kusama se ha reinventado repetidas veces en una evolución unificada alrededor de la potencia de su imagen pública. “Kusama –empeñada siempre en la autopromoción– ha hecho de su extraordinaria figura pública, y de su inmediatamente reconocible marca de estilo, un producto atractivo para el público de todo el mundo.” Tanto que firmas de moda como Louis Vuitton usaron su obra e imagen para algunas colecciones.
La artista en 1973 volvió a Japón y en 1977 se instaló voluntariamente en una clínica psiquiátrica, en la que reside desde entonces. Allí suma un espectro de innovaciones formales y reinvenciones que le permite compartir con su público amplio su particular visión a través de espacios espejados y superficies obsesivamente cubiertas de puntos que le han dado fama internacional.
“Sus públicos más fieles y otros desprevenidos han visto cómo sus puntos coloridos colonizan las calles, cómo cubren los ómnibus de Matsumoto, las vallas de obras en construcción en Manhattan, los troncos de árboles en el Southbank de Londres o la fachada del Malba en Buenos Aires. Llegan sin aviso por las noches, como los tags de los grafiteros, para transformar a su manera nuestras ciudades convertidas en el mundo de Kusama”, dice Morris.
Pero, ¿por qué esta muestra se ha convertido en tal furor de visitantes? “Sus imágenes tan atractivas visualmente se viralizaron en pocos días en las redes sociales, es un fenómeno que estamos presenciando en el que Facebook y Twitter jugaron un papel importante”, comentó a Tiempo Argentino Guadalupe Requena, del área de comunicación del Malba.
TIEMPO ARGENTINO