Hombres en conflicto: y vos, ¿por qué te pelaste?

Hombres en conflicto: y vos, ¿por qué te pelaste?

Por Sebastián A. Ríos
Raparse para hacer visible un cambio en el fuero interno. Raparse para fijar la fecha de un antes y un después en la cronología personal. Raparse para que el espejo devuelva una nueva imagen, aquella a la que se aspira. Raparse -pero también bajar de peso, hacerse una cirugía plástica o un implante capilar- es una de las formas en que hoy los varones exteriorizan una situación de crisis personal, laboral o de pareja.
“Estaba bajoneado por el fracaso de una relación de pareja que recién estaba comenzando, pero en la que yo tenía puesta mucha ilusión. Buscaba hacer algún cambio, buscaba algo que me permitiera pensar en otra cosa”, recuerda Santiago Cámera, de 36 años, que decidió que el primer cambio sería en su aspecto.
De un día para otro, sus amigos se encontraron con un Santiago diferente, cuyo cabello ya no se encontraba por debajo de los hombres. Primero fue el pelo bien corto, al tiempo se rapó. “Nunca le dije a nadie cuáles fueron los motivos que me llevaron a raparme.”
“El cambio genera sentimientos encontrados y ambiguos en la mayoría de las personas -afirma Marian Durao, psicóloga del Grupo Arcis-. El propósito de generar cambios internos muchas veces se acompaña de cambios externos, tanto en hombres como en mujeres.”
Pero que una mujer que atraviesa una crisis responda con un cambio de peinado, de ropa o, más integralmente, de look, es algo que a estas alturas del partido no sorprende a nadie. De hecho, ése es el leitmotiv de campañas publicitarias de indumentaria, maquillaje y peluquerías, que validan socialmente esta forma de contraponer lo más exterior del cuerpo femenino a conflictos de carácter subterráneo.
En todo caso, lo que sí sorprende es que hoy también sean los varones quienes ante una encrucijada (conyugal, laboral, personal) decidan mudar de apariencia como estrategia de superación. “Estas actitudes se están dando actualmente en los hombres, cuando el cambiar de corte de pelo o de ropa era una respuesta femenina”, comenta el psiquiatra y psicoterapeuta Enrique De Rosa.
La adopción por parte de los hombres de este nuevo repertorio de respuestas ante las crisis queda expuesto con gran visibilidad mediática cuando son personalidades del espectáculo las que acuden a la peluquería en momentos de transición. Es el caso del conductor Marcelo Tinelli, que en el verano de 2009 y a poco tiempo de separarse de la modelo Paula Robles, sorprendió al raparse y tatuarse un brazo.
Más recientemente fue el músico Andrés Calamaro, quien, a mediados de marzo y en momentos en que su relación de pareja con la modelo Micaela Breque se terminaba, decidió darse una vuelta por una famosa peluquería de Palermo para hacer podar drásticamente sus tan característicos y abundantes rulos.
Cambios tan visibles y tan reproducidos mediáticamente en personalidades tan populares como las de Calamaro o Tinelli ayudan a validar esta suerte de emocionalidad a flor de piel (o cabello) entre los varones que conforman su audiencia. O, por lo menos, se convierten en moda.
“Tinelli se rapa o se hace un tatuaje en el brazo, y eso, además de tener distintas lecturas para la gente que puede incluso decodificar el mensaje de manera opuesta, hace que muchas otras personas de su misma edad, pero con mucho menos glamour, hagan lo mismo y se pongan el mismo tatuaje en el brazo, y les quede pésimo…”, agrega De Rosa.

Solo para el espejo
Desde una mirada psi, esta mudanza exterior puede ser leída desde distintas ángulos. “El cambio físico que implica raparse, así como tatuarse o hacer alguna cirugía plástica en la edad adulta, suele ser en principio un mensaje que el varón se manda a sí mismo”, señala De Rosa.
“Sólo yo sabía por qué me había rapado -confirma con su experiencia Santiago-, después de todo era algo que había hecho para mí, no para los demás.”
Ahora, ¿cuál es el mensaje? “En principio, raparse o tatuarse es establecer algo que la persona pueda visualizar y que, de alguna manera, establezca una marca visible que significa un hito, un antes y un después”, responde De Rosa, y agrega en relación con el rapado: “Los cambios de pelo sugieren un animal joven, un animal que está con posibilidades de crecimiento. Un sujeto que está teniendo cambios en sus cortes de pelo, lo que está diciendo es que está en una etapa de evolución, de cambio, de mutación”.
Ese cambio puede estar relacionado con necesidades de todo tipo. O, también, sencillamente con la necesidad de cambiar, de buscar algo distinto en uno mismo.
“No es que me haya pelado, como decía la canción de Sumo [«La rubia tarada»], «por el asco que da tu sociedad». Después de 15 años con el pelo largo, me cansé y me entraron ganas de cambiar. Fui al peluquero, y le dije: «Rapame». El me dijo: «No te va a quedar bien». Y me rapé igual”, cuanta Ignacio Gómez, de 43 años, que volvió de sus últimas vacaciones en Uruguay sin sus “chapitas” características. “Cortarme el pelo no tuvo ninguna intencionalidad estética, ni tampoco práctica. Simplemente tenía ganas de cambiar, era una necesidad interna”, agrega.
En muchos casos, raparse, tatuarse o acudir al cirujano estético es el primer camino que se avizora tras una ruptura de pareja. “Cuando los hombres se separan, es común que consulten por algún tratamiento médico estético -comenta Yanina Fuks, gerente del centro de Estética M&D Dermacycle-. Al separarse, es común que los hombres busquen una mujer más joven que la que tenían, y por eso quieren verse más jóvenes de lo que son. Buscan sacarse diez años en un mes.”
“Cuando piden turno a las recepcionistas, como les da un poco de vergüenza, se defienden diciendo que tienen que ponerse lindos porque se separaron -cuenta Fuks-. Siempre buscan que quede claro que si bien se están tuneando , son bien machos.”
Los cambios externos tienen una finalidad clara, afirma el cirujano plástico Sergio Korzín: “Después de una separación, el hombre tiene que salir de nuevo a la conquista, tiene que salir al ruedo, y lo primero que hace es adelgazar. Se anota entonces en un gimnasio o busca algún tratamiento para sacarse los rollitos; algunos incluso se sacan las bolsas de los párpados para verse menos cansados, más jóvenes”.
Claro que para salir airosos de una crisis se necesita algo más que un cambio exterior. “Lo que en todo caso aportan estos cambios externos, como raparse, es una suerte de soporte a esta crisis que no estoy pudiendo elaborar solamente de manera interna. A veces puede salir bien, pero a veces mal”, dice De Rosa, y recuerda casos de personas mayores que llegan a hacerse implantes de pectorales.
El ridículo, vale recordar, siempre acecha del otro lado de la puerta. Afortunadamente, concluye la psicóloga Durao: “Hay estudios que sugieren que cuando las personas cambian algo en ellas mismas se incrementa la posibilidad de poder modificar otros aspectos. Estos cambios se sinergizan y se potencian, hacen más fácil llevarlos a cabo”.
En todo caso, siempre es más fácil volver a dejar crecer el pelo que sacarse un tatuaje.
LA NACION