Por qué está de moda la palabra empoderar

Por qué está de moda la palabra empoderar

Por Natali Ini
En una foto de Instagram se ve a dos chicas haciendo un asado y el hashtag dice #mujeresempoderadas. Entre la oferta de cursos para empresas se ofrece “coaching para empoderar a los empleados”, en los discursos políticos se habla de empoderamiento popular. Y en Facebook, 70 personas asistirán a un evento llamado “Conferencia de ayahuasca y empoderamiento”. Distintos ámbitos pero un mismo lenguaje. ¿De dónde sale el concepto de empoderamiento y por qué se puso de moda?
Es una traducción literal del término inglés empowerment. Empoderarse en un sentido político tiene que ver con la conquista de derechos, es rebelarse contra los comportamientos esperados. Hoy es una palabra multiuso. En diálogos cotidianos, empoderarse parecería obedecer a un clima de época de la importancia de confiar en uno mismo, tomar riesgos y ser protagonista.
Según Nicolás Viotti, doctor en Antropología Social e investigador del Conicet en temas de religiosidad, es imposible separar el término del protestantismo y de su concepción del sujeto capaz de valerse por sí mismo, del ser emprendedor y autónomo. “Cuando un lenguaje o un código se extiende a mundos tan diversos evidencia una manera de pensar las subjetividades, es decir: ¿qué es una persona?; ¿alguien que depende de otros o de sí misma?”.

En el ámbito empresarial, el empoderamiento de los empleados está ligado a que se sientan responsables de sus acciones y resultados. Los supervisores quedaron como algo antiguo. Por estos días, en las grandes compañías, los empleados empoderados se sienten más autónomos y con la capacidad de redefinir su función. Se escuchan sus expectativas y la pregunta acerca de cuáles son sus ambiciones de acá a cinco años pasó a ser central en las reuniones de equipo. “El coaching en el ámbito corporativo habla mucho de empowerment y accountability, de poner al empleado como un cocreador de la compañía, compartirle toda la información y alinear sus objetivos con los de la empresa”, dice Agustina Palazzolo, Executive Coach y directora de la consultora Azzahr. También cuenta que ella cree que la idea de empoderamiento prendió en lo corporativo porque al unir las ambiciones de los empleados con los objetivos de la empresa se generan resultados sostenibles en el tiempo.

En diversos planos
Pareciera que el bienestar es sinónimo de bucear en uno mismo y descubrirse. La espiritualidad es otro vehículo para este empoderamiento. Las propuestas son diversas, algunas más legitimadas y otras más alternativas. “Puede ser el mindfulness como una meditación que tiene aval científico o una opción más underground como un viaje de ayahuasca. Pero ambas se hacen eco de este tipo de individualismo que necesita de soportes para conectarse con sí mismo y sobrevivir a un ritmo de vida que es cada vez más exigente”, describe Viotti.
El empoderamiento, en el campo político, es un concepto en lucha que de un tiempo a esta parte tiene una fuerte presencia en el feminismo que lo concibe como la posibilidad de visibilizar, de ocupar espacios públicos, de asumir comportamientos no esperados. El espectro es bien amplio: pueden ser situaciones aisladas de mujeres que reaccionan frente a un comentario machista en la calle, por ejemplo, o puede ser una marcha internacional y masiva por el Día de la Mujer o el reclamo ante casos de abuso y femicidio, como los que han convocado a un enorme número de mujeres agrupadas bajo el lema Ni Una Menos. Todo un símbolo del empoderamiento femenino, que ha crecido y se ha afianzado en la última década. “Se trata de que alcen la voz quienes no suelen ser escuchados, que aparezcan esos cuerpos que no suelen aparecer. Que actúen quienes son acallados, reducidos a la pasividad o recluidos al ámbito de lo privado”, plantea Natalia Suniga, socióloga e investigadora en temáticas de género.
En esta idea de visibilizar, hoy no es solamente el espacio público, también las redes sociales son elegidas como el lugar para expresar opiniones, como tematizar la foto de perfil en Facebook para apoyar una causa. La clave es mostrar acciones que no están socialmente aceptadas, como las chicas que hacen un asado o la movida “free the nipple”, una campaña para que las mujeres no sean censuradas en las redes si quieren mostrar sus pezones en una foto.
Las redes amplifican estas manifestaciones y generan cierta contención para que se reproduzcan. Otro claro ejemplo puede ser el de las denuncias por abuso, que muchas mujeres deciden hacer públicas a través de textos en redes sociales.

Saber es poder
El acceso a la información y la posibilidad de hacer públicas las opiniones aparecen también en el caso del marketing. Un consumidor que googlea un producto o un servicio que quiere adquirir puede tomar una decisión informada. En este sentido, las plataformas para opinar sobre las experiencias gastronómicas o turísticas son un paso previo ineludible antes de una reserva. Para el marketing, el consumidor empoderado es aquel que “gana criterio propio, tiene más capacidad de análisis y no está tan subordinado a las marcas o publicidades, no se deja seducir por cualquier mensaje. Y es un consumidor influyente sobre otros: comparte, se queja, denuncia”, dice Paloma Zeiguer, investigadora de mercado en Kantar Millward Brown. Lo que antes quedaba en un libro de quejas o en una crítica poco creíble, hoy se visibiliza en las redes.
En todos los casos, este concepto que parece definir una época, hace foco en la autonomía, en la posibilidad de valerse por sí mismo, de buscar información y de animarse a expresar una opinión, pero es importante no asociar el empoderamiento como la crisis de lo social, “Es cierto que rompe con modelos de contención tradicionales, pero no por eso hay que pensarlo como un peligro porque también genera muchos lazos y hasta puede favorecer modelos más igualitarios. Los colectivos de mujeres como Ni Una Menos son un claro ejemplo”, dice Viotti, que entiende al empoderamiento como algo que atraviesa la economía, la política, los vínculos y está presente en todos los grupos sociales: desde la tapa de una revista femenina dirigida a empresarias hasta un discurso de una iglesia pentecostal en barrios populares.
LA NACION