Finlandia, el paraíso de los deportes disparatados

Finlandia, el paraíso de los deportes disparatados

Texto Andrew Keh | Fotos Janne Korkko. Traducción de Jaime Arrambide
AAlgo raro está pasando en Finlandia. Durante las últimas décadas, los atletas finlandeses no sólo han prácticamente desaparecido de la escena del deporte mundial, sino que esta modesta nación nórdica también parece haber perdido su cordura deportiva.
Hace unas semanas, más de 2000 personas se aventuraron en las remotas tierras bajas del centro de Finlandia para participar del 20° Campeonato Mundial de Fútbol de Pantano. Quien quiera participar junto con su cónyuge del Campeonato Mundial de Cargar con la Esposa tiene que venir a Finlandia. ¿El Campeonato Mundial de Lanzamiento de Celulares? En Finlandia. ¿Y los campeonatos mundiales de recolección de frutos rojos y de guitarra en el aire? También en Finlandia.
“Tenemos pasatiempos bastante extraños”, reconoce Paivi Kemppainen, un joven de 26 años que trabaja en la organización del mundial de “fútbol barro”.
Para comprobarlo basta con mirar el fútbol barro que practican en Hyrynsalmi, un lugar donde hasta Jetta, una mofeta de peluche resguardada en una jaula, puede alcanzar cierto grado de celebridad en pocos años. Jetta es la mascota de un equipo de 12 amigos que todos los años recorren las siete horas de auto que los separan de Helsinki para participar de la competencia. La compraron hace siete años en un puesto de venta de cosas viejas en una de las paradas de la autopista y desde entonces la fama del animal en el pantano de Hyrynsalmi no ha parado de crecer. De hecho, hace un par de años incluso fue entrevistada por un diario local.

Son las 10 de la mañana de un sábado y, a pesar del frío, el equipo de amigos ya está vestido con su “uniforme oficial de precalentamiento”, que no son más que prendas hechas jirones y compradas en negocios de segunda mano. Pero el precalentamiento que esos jóvenes parecen preferir es el vodka, a decir por la botella que pasa de mano en mano. Ya está por empezar su primer partido del día. Ponen a Jetta a un costado del campo de juego, se sacan el abrigo de precalentamiento y se quedan en malla enteriza de lucha libre.
Pero antes de que se metan en el barro queremos saber una sola cosa: por qué lo hacen.
“Para poder decir que somos campeones de fútbol barro –dice después de reflexionar un momento Matti Paulvaara, de 34 años y uno de los integrantes del equipo–. ¿Cuántos hay que puedan decir lo mismo?”
Los orígenes del fútbol barro se remontan a 1998, cuando los creativos funcionarios públicos de Hyrynsalmi pergeñaron un evento tipo festival que permitiera aprovechar las vastas zonas inundables de la región. Trece equipos se inscribieron para participar de aquel primer torneo. Desde entonces, ese número ha crecido y actualmente compiten más de 200 equipos.
Los partidos recientes –seis contra seis, en dos tiempos de 10 minutos– se jugaron en 20 canchas con diversos grados de barrosidad y distribuidas sobre unas 20 hectáreas de pantanos, mientras el sonido del rock finlandés retumba entre los árboles.
Hay jugadores que parecen estar firmemente plantados sobre el terreno y que de pronto se van hundiendo en el barro, como si bajaran por una escalera. Algunos gatean sobre sus manos y rodillas como infantes.
Los goles nunca son muchos, y la mayoría de los jugadores están borrachos.
Cuesta imaginar una versión menos sentadora del “juego bonito”.
“Se pierde, se gana… ¿a quién le importa? –dice Sami Korhonen, oriundo de Kajaani, quien a pesar de sus 25 años ya es un veterano de estos juegos: es la novena vez que participa del campeonato–. Este juego es tan exigido que cuando termina no servís para nada.”
La oleada de irreverencias deportivas empezó a ser furor en la apacible campiña finlandesa a mediados de la década de 1990 y desde entonces no ha hecho más que crecer.
En 1995, un finlandés de nombre Henry Pellonpaa batió un récord mundial al matar 21 insectos en 5 minutos durante el Campeonato Mundial de Matar Mosquitos, en la localidad de Pelkosenniemi.
El Campeonato Mundial de Sauna, en Heinola, fue un éxito de participantes y público desde 1999 hasta 2010, cuando un competidor sufrió quemaduras de tercer grado y finalmente murió.
En años más recientes, miles de finlandeses, en su mayoría chicas adolescentes, han adoptado el pasatiempo del “caballito de madera”, una competencia en la que deben sortear obstáculos montadas en sus caballos de juguete.
¿Cómo llegaron a esto los finlandeses? ¿Por qué Finlandia se convirtió en terreno fértil para estos deportes disparatados?
No hay respuestas unívocas, pero hay diversos factores muy arraigados en la sociedad finlandesa que podrían explicar al menos parcialmente este fenómeno: una población entusiasta de las actividades al aire libre (y que suele volverse un poco loca durante los largos meses de opresivo y oscuro invierno en la región), el acceso público y generalizado a los espacios recreativos, y la creciente apertura de una sociedad que tradicionalmente es muy reservada. Y también, el alcohol.
Finlandia es el país menos poblado de la Unión Europea. Se jacta de tener bosques interminables y casi 200.000 lagos, y sus habitantes disfrutan del “derecho público de libre tránsito en la naturaleza” (Allemansrätten), que garantiza el libre acceso público con fines recreativos a la mayoría de las tierras y los cuerpos de agua. Y ya hace años que la Comisión Europea destaca a los finlandeses como uno de los pueblos del continente que más actividad física realizan.
“Somos como un pueblo de bosquimanos –dice Lassi Hurskainen, de 30 años, un ex arquero profesional de la ciudad de Joensuu que se hizo presente en el torneo para realizar un informe para un programa de deportes de la televisión finlandesa–. Por eso es que siempre se nos ocurren deportes o juegos relacionados con la naturaleza.”
A horcajadas del círculo polar ártico, Finlandia sufre inviernos largos, severos y oscuros. Así que no es de extrañar que la llegada de cada verano sea vivida como una oportunidad de catarsis nacional. También ayuda que en el país haya más de 500.000 cabañas de veraneo, y como la mayoría de los finlandeses tienen hasta seis semanas de vacaciones al año, poder pasar tiempo de ocio al aire libre es casi un derecho de nacimiento para ellos.
La competencia de matar mosquitos, por ejemplo, fue inventada por un empresario finlandés llamado Kai Kullervo Salmijarvi como un entretenimiento estival para sus hijos.
“Me parece que en verano nos ponemos un poco locos –dice Hanna Vehmas, socióloga del deporte de la Universidad de Jyvaskyla–. Si a eso se le suma el alcohol, las ganas de competir se disparan.”
En Hyrynsalmi, el campeonato de fútbol barro es apenas una de las diversiones de fin de semana. Finlandeses de todo el país –y también algunos equipos llegados desde Rusia– duplicaron la población de esta pequeña localidad, donde las señales viales advierten sobre el cruce de alces y otros animales silvestres.
El viernes y el sábado por la noche, cuando todos ya se habían lavado el barro de la cara, en la playa de estacionamiento se realizaron sendos conciertos de rock hasta las dos de la mañana.
“Es el momento que espero durante todo el invierno – dice Tapio Velenius, de 38 años, jugador de fútbol barro desde 2005–. Es una tradición en Finlandia: tomar cerveza, divertirse y no dormir.”
Velenius es un electricista de la ciudad de Jamsa y tiene cuerpo de rugbier, una contextura especialmente adecuada para realizar una de las jugadas más importantes del fútbol barro: ponerse en cuatro patas con una pierna levantada, como los perros cuando orinan, para patear la pelota.
“Das tres pasos y ya estás con la lengua afuera”, dice Roosa Mannonen, una estudiante de 22 años de Lahti, quien se inscribió en la competencia femenina junto a un grupo de amigas.
Hubo un tiempo, hace mucho, en el que Finlandia se tomaba los deportes muy en
La primera mitad del siglo XX representó la edad de oro de la elite deportiva de Finlandia Va tomando forma una nueva y extraña era de prosperidad para el deporte nacional
serio. El atletismo y la actividad física eran conceptos importantes en torno a los cuales se construyó la identidad nacional tras obtener la independencia de Rusia, en 1917.
Según Pasi Koski, sociólogo del deporte de la Universidad de Turku, la primera mitad del siglo XX representó “la edad de oro de la elite deportiva de Finlandia”. Entre 1908 y 1948, el país conquistó 24 medallas olímpicas y ascendió de manera meteórica en el ranking deportivo global. Algunos campeones del atletismo, como Hannes Kolehmainen y Paavo Nurmi, alcanzaron la estatura de héroes nacionales.
Eran la encarnación del importante concepto finlandés de sisu, que puede traducirse aproximadamente como una combinación de determinación, paciencia y resistencia.
Pero tarde o temprano el resto del mundo los fue alcanzando. Entre 1992 y 2012, Finlandia obtuvo un promedio de cuatro medallas olímpicas, y en los Juegos Olímpicos de Río 2016, el país conquistó una sola medalla: el bronce en boxeo liviano femenino.
Pero aunque los días dorados de la elite deportiva finlandesa parezcan hoy un recuerdo lejano, ha ido tomando forma una nueva y mucho más extraña era de prosperidad para el deporte nacional, que refleja la ola de individualismo que sigue en auge en este joven país.
De ahí las carreras de “cargar con la esposa” (donde los ganadores reciben como premio el peso de su esposa en cerveza), los concursos de “guitarra al aire” y los partidos de fútbol en lodazales de gélidas aguas barrosas. De ahí la celebridad de Jetta, la mofeta de peluche.
“Aprendimos a reírnos de nosotros mismos –dice Kosi–. ¿Qué tiene de grave?”
The New York Times. LA NACION