Sobre el gran archivo cósmico

Sobre el gran archivo cósmico

Por Luis Aubele
El filósofo francés Eric Barone conoció a grandes maestros durante su formación: el faraón Imhotep, nacido aproximadamente en 2690 antes de Cristo, cuyo nombre significa el que viene en paz ; el príncipe Siddharta Muni Gautama, Buda; Hipócrates, médico griego nacido en el siglo de oro de Pericles. También, Ambroise Paré (1510-1592), un cirujano francés notable de condición tan humilde que no pudo cursar estudios clásicos que, como ignoraba el latín y el griego, era considerado un cirujano barbero y despreciado por los cirujanos de bata larga que habían leído a los clásicos, pero que creó técnicas muy eficientes para sanar heridas de armas de fuego en el campo de batalla y llegó a ser cirujano de los reyes franceses. “Sin embargo, mi gran maestro fue mi amigo Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, es decir Paracelso. Nacido en Zurich, Suiza, el 10 de noviembre de 1493, hijo de un médico y alquimista. Fue precursor de la homeopatía, afirmando que lo parejo cura lo parejo”, indica Barone, creador de la terapia akáshica y autor del libro ¿Y después del 2012? El nuevo humano . El camino hacia la otra evolución , editado por Kundalini.
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Visitas. “Intrigado, el lector se preguntará qué tienen en común estos maestros. La respuesta es que todos, de maneras diferentes, a veces conscientemente y otras inconscientemente, visitaron los registros akáshicos”, dice Barone. Y se dispone a explicar de qué se trata. Akasha es una palabra de origen sánscrito usada para nombrar un nivel de la conciencia del cosmos que actúa como un gran archivo que contiene todos los eventos, las situaciones, los pensamientos, las emociones y acciones de un ser humano. Toda la historia del planeta, pero también toda la historia de cada ser: el sentido de la vida y su destino.

Genios que accedieron a los archivos. Madame Blavatsky (1831-1891), una de las creadoras de la teosofía, fue una de las primeras personas que habló de los registros akáshicos en Occidente. De todos modos, cada vez que se produce un quiebre en el conocimiento convencional y nace una visión distinta (como las de Leonardo Da Vinci, Albert Einstein, Max Planck y las pinturas de Rene Magritte, etcétera) se podría decir que su autor accedió a los archivos.
“A veces ocurre que muchos investigadores, sin saberlo, visitan los registros akáshicos y descubren conocimientos que les parecen tan inverosímiles y extravagantes que prefieren revelarlos escribiendo novelas de ciencia ficción.”

Encuentro de soluciones. “La terapia akáshica utiliza ese archivo extraordinario para resolver problemas. El paciente revela su conflicto al terapeuta, que accede al registro y encuentra la solución. Al mismo tiempo le revela situaciones que lo ayudarán a esclarecer el porqué de sus elecciones, experiencias de vida, vínculos, construidas a partir de una multitudinaria información acumulada encarnación tras encarnación.”
Reinventarse. Barone concluye: “Comprender al hombre es comprender al cosmos, reinventar la conciencia, entender la magia, disponer de teorías nuevas sobre la vida, explicar lo inexplicable. Ese es el sentido último de la terapia akáshica. Por otra parte, es una respuesta a la séptima profecía del calendario maya que sostiene que entre 1999 y 2012 se va a presentar la posibilidad de romper con todas las limitaciones de uno, de reinventar nuevas formas de vivir en sociedad y comprender de una manera más total e integrada las realidades que percibimos en este momento”.
LA NACION