El Loop de Chicago, el verdadero lazo urbano

El Loop de Chicago, el verdadero lazo urbano

Por Giorgio Benedetti
Todo lo que se encuentre dentro de la circunvalación tan metropolitana que encierran las vías elevadas de The L, pertenece al Loop. Ambos sobrenombres -The L y Loop- representan íconos claves en la identidad de la ciudad de Chicago. El primero hace referencia al trazado de trenes que a veces corre por debajo del asfalto, otras sobre él y que en el Loop se trepa sobre las calles céntricas. La palabra Loop remite al lazo que forma la combinación de las distintas líneas, dentro del cual se aloja el corazón comercial y financiero de Chicago.
Se trata de un rectángulo formado por siete cuadras paralelas al Lago Michigan, entre las calles Jackson y Lake, y por cinco que se estiran desde Wabash hasta Wells. En esas 35 manzanas se concentra la actividad económica más importante del estado de Illinois y una de las más sólidas de los Estados Unidos. A los ojos de quienes llegan por primera vez, se muestra como un interminable mar de personas que caminan seguras de sí mismas en todas direcciones, formando un bullicio constante, entre cientos de torres que se diputan proximidad con el cielo.
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Arquitectura moderna
El interminable listado de prestigiosos diseñadores de todo el mundo que poseen la autoría de algún trabajo en Chicago es escalofriante. Bertrand Goldberg, Bruce Graham, el argentino César Pelli y Helmut Jahn, entre otros, participaron en la erección de esta ciudad que tiene como héroes arquitectónicos indiscutidos a Frank Lloyd Wright y a su discípulo Louis Sullivan.
Más allá de la estampa absolutamente contemporánea de la urbe, el despliegue de construcciones a orillas del Lago Michigan hace honor a la diversidad de estilos, que van desde el gótico puro que impregna al edificio del diario Chicago Tribune, hasta el minimalismo funcional, por ejemplo, del James Thomson Center.
Una recorrida por el Loop bien podría comenzar en la obra más alta del país: la Sears Tower. Son más de 440 metros de altura en el brazo sur del río Chicago, que ofrecen un mirador en su piso número 110 desde donde pueden verse los estados de Visconsin e Indiana, sin haber salido de Illinois. A 200 metros The Rookery luce su granito rojizo diseñado a fines del siglos XIX y remodelado en 1905 por el gran Wright.
Unas pocas cuadras al norte, en la calle LaSalle se encuentra el James Thompson Center, un singular edificio de oficinas erigido en 1985 por Helmut Jahn (el diseñador del aeropuerto O’Hare de esa ciudad), que alberga en sus primeros pisos comercios que aprovechan la excelente luz externa del impactante hall central. En los alrededores vale la pena visitar el City Hall y el Daley Center Plaza, que ostenta en su entrada una escultura realizada por Pablo Picasso a la edad de 82 años.
Sin dejar de pasar por la inmensa tienda Marshall Field y por el Chicago Theatre -en la calle Lake-, el puente de State Street dispone de la mejor vista hacia la singular dupla de conos llamada Marina City. Las torres gemelas, ubicadas en el 300 de la calle, fueron las primeras en poseer piscina, centro de salud, tiendas, un restaurante e incluso cine, cuando su creador Bertrand Goldberg las inauguró en 1959.
Si por el contrario, el cruce del río se hace por la paralela Michigan Avenue, llama la atención en la primer esquina uno de los skyscrapers -rascacielos- preferidos de los chicagoans: el Tribune Tower. El concurso nacional convocado por el periódico para levantar el edificio de oficinas más bonito del mundo, dio como ganadora la propuesta del estudio neoyorquino Howells & Hood, que en 1925 dejó luciendo a la entrada de la elegante Milla Magnífica este trazado gótico de piedra caliza. A decir verdad, la enumeración de sitios a visitar es siempre injusta. Sinceramente nadie debería perderse el interior del Board of Trade (la bolsa de comercio), ni la fachada del Banco de Illinois, ni mucho menos las atrevidas curvas del altísimo Harbor Drive. Tal vez sea en otro momento porque la noche también cae sobre el lago Michigan y cubre a su orilla. A estas horas, tal vez lo mejor sea estar ya en una mesa descansando del trajín al que suele someter Chicago, a la espera de la cena. Si es así, que el sitio sea el restaurante ubicado en el piso 100 del John Hancock Center (875 de North Michigan Avenue), con la ciudad a los pies iluminándose lenta, aguardando que se abran los bares y la noche continúe con ese murmullo que aquí nunca tiene fin.

Datos útiles
– Existen vuelos directos a Chicago con una escala que llegan hasta el Aeropuerto O’Hare. El precio del pasaje empieza en u$s 1400.
– Los hoteles 5 estrellas en la zona céntrica pueden llegar a costar más de u$s 400 diarios. Uno de los más lujosos es el que pertenece a la cadena Four Season, ubicado en 900 North Michigan, sobre las tiendas de Gucci y Bloomingdale’s del shopping. En los barrios aledaños al Loop pueden conseguirse hoteles de 3 estrellas por u$s 30 la noche.
– La mejor manera de andar por la ciudad es en subte, que conecta con rapidez al Loop con los barrios aledaños. Los tramos más importantes trabajan las 24 horas. Si bien el precio de cada viaje es de u$s 1,5, pueden comprarse pases abiertos por un número determinado de días. La blue line (línea azul) comunica el centro con el aeropuerto O’Hare.
– Hay dos códigos telefónicos en la ciudad; uno para comunicarse con el Loop (312) y otro para lo que los americanos llaman suburbs (periferia) (773).
EL CRONISTA