San Martín: un hombre austero, valiente y absolutamente sincero

San Martín: un hombre austero, valiente y absolutamente sincero

Por Jorge Ferronato
Algunas consideraciones elegidas, a manera de homenaje, para quien fuera en vida el más grande patriota de las guerras por la Independencia de la Monarquía Española, en el sur de Sudamérica, al cumplirse 166 años de su fallecimiento en Boulogne Sur–Mer, Francia.
Su testamento personal nos da algunos indicios de su personalidad y valores.
El 23 de Enero de 1844, el General José de San Martín escribió su testamento ante una legación en París, donde quedó la copia archivada el 28 de Septiembre de 1850.
Se compone de siete artículos y un adicional, lleva su indubitable firma: José de San Martín, quien la comienza reconociendo a un único hacedor del universo y se presenta con sus grados militares, todos alcanzados en el fragor de las guerras por la independencia sudamericana: “Generalísimo de la República del Perú y fundador de su libertad, capitán general de Chile y brigadier general de la Confederación Argentina”.
En el primer artículo, decidirá que su hija Mercedes de San Martín es su absoluta heredera de todos sus bienes.
En el capítulo segundo, expresa su voluntad de que su hija suministre una pensión de mil francos anuales a su hermana María Helena y a su muerte a su sobrina Petronila.
En el punto tres, escribe: “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de satisfacción que como argentino he tenido, al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataron de humillara”.
En el punto cuatro, prohíbe que a su muerte se le haga ningún tipo de funeral, siendo llevado directamente al cementerio sin acompañamiento ni pompa. Aunque, aclara: “Si desearía el que mi corazón fuese depositado en el de Buenos Aires”.
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En el punto cinco, declara no deber ni haber debido jamás nada a nadie.
Inmediatamente luego, deja un reconocimiento a su hija, por su lealtad y amor recibidos, de sus nietas y de su yerno, Mariano Balcarce, por su honradez y hombría de bien.
Culmina con un artículo adicional, donde reconoce al Perú cediéndole “El estandarte que el bravo español Don Francisco Pizarro tremoló en la conquista del Perú, sea devuelto a esta República (a pesar de ser propiedad mía)”…
En este breve documento, se observa claramente el amor que el viejo Libertador siente por su hija y nietas, y por su Patria en la lejana Sudamérica, El Pabellón de Pizarro al Perú y su corazón a Buenos Aires.
San Martín ha sido un hombre austero, aplomado, valiente y absolutamente sincero. Su conducta severamente solidaria arraigó amistades profundas como la que tuvo con su ‘hermano‘ Manuel Belgrano, con Tomás Godoy Cruz, con Juan Martín de Pueyrredón y con Tomás Guido, entre tantos otros patriotas de la independencia. No ocurrió lo mismo con Simón Bolivar, de quien reconocía su valentía y decisión independentista pero le perturbaban sus ansias de poder.
Como hombres, San Martín y Bolívar fueron más bien dos contrastes que analogías. Ambos habían recorrido un largo y esforzado camino de proezas.
Uno desde el norte de Sudamérica, el otro desde el Sur, lograron la independencia del enorme subcontinente verde. San Martín fue hombre de palabra, educado en los rigores de un colegio austero de España bajo la exacta medida de la escuadra y el compás, como si fuera un geómetra, ideó una campaña a través de los Andes, para liberar a Chile y llegar a Perú que era el corazón de las fuerzas realistas.
Su audacia, perseverancia y prolija estrategia lo guiaron siempre en la lucha, logrando plasmar una epopeya como hay pocas en la historia americana.
EL CRONISTA