El señor de las finales

El señor de las finales

Por Ignacio Sbaraglia
El 26 de junio de 1996 Marcelo Gallardo vivió casi toda su primera final internacional como la de ayer: desde el banco local del Monumental. Recién cuando faltaba pocos minutos, Ramón Díaz lo metió por Hernán Crespo, autor de los dos goles que le dieron la Libertadores a River, y sin saberlo, inauguró la relación del Muñeco con las copas. Es que el entrenador que ayer consiguió la Copa Sudamericana se convirtió en la primera persona en levantar una copa internacional tanto como jugador como director técnico de River.
El Muñeco se sumó a la larga lista de jugadores que dejaron su huella dentro de la cancha y que una vez retirados, se colgaron el buzo de entrenador y consiguieron un título. Pero ninguno había logrado hacer las dos cosas fuera del país. En gran parte, porque –salvo por una breve excepción con el Beto Alonso– la camada que ganó todo entre el ’86 y ’87 no pudo sentarse en ese banco, mientras que la que levantó dos copas una década más tarde, sólo Leonardo Astrada había dirigido al equipo, con dos semifinales de Copa Libertadores como mejores actuaciones internacionales y con el Muñeco de 10.
Pero la relación de Gallardo con las copas es especial. Desde que esa Libertadores hace 18 años hasta esta Sudamericana, Gallardo participó del alguna manera en seis de las últimas siete finales de River, y se perdió la restante por una demora de la Conmebol, que hizo jugar la Recopa Sudamericana 1998, un año más tarde de lo estipulado, justo unos meses después de que Gallardo se hubiese ido al Mónaco. En el medio, además de la Libertadores, conquistó la Supercopa 1997 –el último título internacional de River hasta el de ayer–, vivió la derrota de la Intercontinental 1996 desde el banco, marró un penal en la Recopa 1997 contra Vélez en Japón y como capitán se quedó con las ganas de la Sudamericana 2003, en su primer regreso como jugador y sin estar en plenitud física. Además, haber conseguido esta Sudamericana lo clasificó a otras dos finales internacionales: la Recopa Sudamericana (ante San Lorenzo) y la Copa Suruga Bank.
Afirmar que desde que se hizo cargo del equipo después del Mundial esta Copa era su principal objetivo sería injusto. En cada uno de sus discursos y en casi todas sus decisiones dejó en claro que quería luchar el campeonato y la Sudamericana con la misma fuerza. Incluso sus jugadores levantaron esa bandera desde lo dialéctico, aunque dentro de la cancha y en una situación límite, las prioridades salieron a la luz. Que el River de la semifinal haya sido Boca no es un dato menor, pero a la hora de elegir entre poner titulares contra Racing –el partido que probablemente defina el campeonato para la Academia– o guardarlos para el segundo Superclásico, el Muñeco se inclinó por lo segundo. Y cuando Pisculichi marcó su gol y fue a abrazarlo, nadie se acordó de que unos días antes River había dejado la punta del campeonato en el Cilindro. Ni hablar cuando Gallardo levantó la Copa y se acordó de cómo empezó todo: en la Libertadores, el próximo gran objetivo.
EL GRAFICO

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