Darío Sztajnszrajber: “Rocky es una gran historia de amor”

Darío Sztajnszrajber: “Rocky es una gran historia de amor”

Es filósofo, ensayista, docente y conductor de televisión. En esta vida, trata -y aclara que es sólo un intento- de desacartonar a la filosofía, quitarle solemnidad, burocracia. Lo hace a diario ante sus alumnos de la facultad; desde sus programas de televisión Mentira la verdad y El amor al cine -por canal Encuentro-; en su columna semanal de radio en el programa Metro y Medio que conduce Sebastián Wainraich; con su libro Para qué sirve la filosofía (Pequeño tratado sobre la demolición), editado por Planeta, y también lo intentará otra vez con Desencajados, “un recital filosófico acompañado por música” que se reestrena el próximo 10 de abril en el ND Ateneo.
Pero a los 45 años el filósofo Darío Sztajnszrajber [algo así como stáin sráiber] dejaría de preguntarse el porqué de todo [“y qué es todo”] si en una próxima vida recibiera un don. “Con mucho amor por lo que hago, querría probar algo distinto. Dejo todo por ser futbolista”, dice, sin ningún tipo de cuestionamiento -lo que es bastante inusual en él- durante la entrevista en un bar de Caballito, hasta donde llegó en bicicleta y de la misma manera en que se irá, como una suerte de flânuer porteño entre la agitación urbana.

-¿Cómo se conectan la música y la filosofía en el show que se reestrena en el ND Ateneo?
-Parto de la idea de que la filosofía tiene más que ver con el arte que con la ciencia. Entonces, de esa manera, encuentra rápidamente puntos de contacto con la literatura, con la danza o la música. Desencajados tiene una puesta teatral en la que ciertos tratamientos filosóficos coinciden con canciones de los clásicos del rock nacional. Textos de Derrida, Platón y Nietzsche dialogan con canciones de Spinetta, Charly García y Fito Páez. Es un diálogo extraño, es un recital de filosofía muy acompasado por la música, que le da un ritmo diferente, porque si no la filosofía puede volverse densa, y así se aggiorna.

-¿Eso buscás con tu trabajo de divulgación de la materia?
-Sí, ya sea con el libro, la TV, la radio o la música, lo que intento es desacartonarla, sacarle solmenidad, burocracia, porque hay mucho de eso en la actividad académica. No reniego de eso, pero sí creo que se pueden tener otras líneas. Básicamente hay tres formas: la académica, la docencia y la divulgación, donde el público es muy grande y diverso. Yo le doy cursos de filosofía a gente que viene de otro palo, ingenieros, arquitectos, contadores.

-¿Está de moda la filosofía?
-Hay una moda, y los filósofos están saliendo de su lugar departamentalizado para recuperar algo del propósito originario de la filosofía, que es una actividad muy propia de la calle. De hecho, allí nace, con Sócrates peleándose con sus alumnos en el mercado. Porque las preguntas existenciales más conocidas surgen de la cotidianidad más rasa. El libro tiene esa pretensión, donde el protagonista es alguien que viaja en un colectivo de noche, luego baja, recorre la ciudad y todo termina al mediodía, que es el lugar al que llega la filosofía de Nietzsche, donde la imposibilidad de separar sombra y realidad no deja diferenciar lo real de lo aparente. Porque la idea es romper un poco con ese pensamiento binario de que las cosas son siempre taxativas, lo subjetivo y lo objetivo, lo bueno y lo malo, lo que está mal o bien.

-¿También incluye al binomio amor y dolor?
-A veces uno entiende el amor como una expansión del yo, pero es muy interesante seguir la línea de una autora que se llama Simone Weil, que básicamente dice que en el amor siempre se pierde, nunca se gana. Por eso el amor no tiene nada que ver con la felicidad, el amor duele. Hay una lectura del amor y la felicidad muy ligada a nuestra sociedad de consumo, hay toda una redención del optimismo que es nefasta. Tenés que amar, tenés que estar feliz. Hay una invocación permanente a la buena onda: Olvidáte, poné huevos y sonreíle a la vida. Es una forma facilista de no hacerse cargo de lo conflictiva que es la existencia. El ser humano nace para morir, y ahí estamos en un conflicto desde el vamos.

-Hablando del amor, sos el presentador de un ciclo de cine por canal Encuentro. ¿Es cierto que llorás mucho con las películas de amor?
-Sí, lloro mucho. Pero me di cuenta de que lloro más con las películas redencionales. O sea, con esas películas en las que hay algo pendiente durante toda una vida y, al final, eso pendiente se resuelve. Me mata.

-¿Cuál fue en la que dejaste más lágrimas?
-[Piensa] Una de las que más me hizo llorar fue Rocky, muy mal catalogada como película de acción. Sobre todo Rocky II, es una gran historia de amor, una de las mejores. Y la escena del final, cuando gana la pelea y le dedica el premio a Adrian por TV. El momento en que levanta el cinturón de campeón y grita: “¡Adrian, lo logré!”. Se me caen las lágrimas… Pero en el ciclo casi no hay películas rosas. Solamente dos terminan bien.

-En la reseña como autor que figura en tu libro dice que sos adicto a Twitter…
-Twitter es una red social que me expresa mucho. Creo que en esos 140 caracteres uno puede expresar pensamientos filosóficos, preguntas. Que no reemplazan a una clase o a un texto, pero hay allí un género. Se trata de encontrar una combinación de palabras que generen un impacto. Es lo más cercano a la poesía. Tengo en Twitter una presencia muy fuerte los domingos. Pero no son tuits autobiográficos. Hay un personaje del domingo que hace toda una invocación al otoño como la estación que más expresa la condición humana. Bien antiverano y optimismo ingenuo.

-En tu libro se hace mucha referencia a la muerte. ¿Le temés?
-Mucho, creo que toda nuestra cultura es un intento por invisibilizar la muerte, pero como lo trabajo tanto todo el tiempo creo que puedo decirlo más abiertamente.

-Y si, como se pregunta el personaje del libro, vos supieras que te quedan pocos días de vida…
Me mataría antes.
LA NACION