Un volantazo a tiempo abrió el camino al éxito

Un volantazo a tiempo abrió el camino al éxito

Por Alejandro Wall
Una Argentina descompuesta tuvo que ingresar a boxes para reparar las fallas. Sólo por eso ganó el partido. Pudo haber costado demasiado caro el descalabro inicial, con un equipo que no entendía su misión en la cancha, desconectado en las líneas y regalando espacios –y la pelota– en cada retroceso. Bosnia-Herzegovina, una debutante en Copa del Mundo, por momentos se llevó puesta a la Selección, débil en el ataque y confundida en la defensa, sin reacción ni juego en el mediocampo. Lionel Messi se pasó la primera parte en soledad, retrasado, dedicado más a la batalla que al fútbol. Parecía enojado. Recién en el entretiempo Alejandro Sabella anotó el error cometido, su planteo con cinco defensores, sin ningún pasador de pelota. La entrada de Fernando Gago –titular hasta una semana pero suplente ayer– modificó el asunto. Una vez más se mostró como un elemento clave para el juego argentino, el ordenador necesario para que Messi imponga el caos adelante. Y así ocurrió. Con Gago, el hombre que conecta al equipo a 220, Messi fue otro. Es para tener en cuenta de aquí en más, en una competición que no se caracteriza por ser misericordiosa con los errores.
Sabella empezó el Mundial de Brasil con un volantazo y debió pegar otro para que la noche del Maracaná no terminara en espanto. Fue un volver a las fuentes, de alguna manera. Había mandado a la cancha desde el inicio a Hugo Campagnaro y Maxi Rodríguez, modificando la formación a la que más acostumbrada estaba la Argentina. Ni Gago ni Gonzalo Higuaín, que hacía tiempo había sacado su membresía en la delantera. Además de moderada, la decisión también resultó ineficaz. El mediocampo fue superado y la defensa se vio siempre desbordada. Si Sabella puso a Campagnaro como remedio a la altura bosnia, no lo consiguió. Senad Lulic le ganó por arriba y obligó a Sergio Romero a convertirse en salvador.
La sensación en el primer tiempo fue que si acá a Rio de Janeiro se vino a ver jugar a la Argentina, en realidad se terminó viendo jugar a Bosnia. No significa eso que se subestime al rival, pero tampoco entregarle el terreno como lo hizo Argentina, sin saber tampoco cómo atacar. Hubo una imagen que muestra ese sabor amargo: Javier Mascherano tomó la pelota y, sin nadie a quien darle el pase, metió un pelotazo para Marcos Rojo. La pelota cruzó la línea donde estaban Angel Di María, Sergio Agüero y Messi. El desconcierto era total.
El equipo de Safet Susec tuvo su mérito. Mostró las garras. Nunca se achicó. Vio que la Argentina le dejaba espacios, que no la lastimaba atrás, y se dedicó a atacar. Más que Edin Dzeko, el hombre al que más se le temía, quienes complicaron a la defensa argentina fueron dos de los que se pararon detrás de él: Miralem Pjanic y, sobre todo, Zvjezdan Misimovic. Los dos fueron mucho para Javier Mascherano. Y varias veces dejaron pagando a los de atrás. Para Bosnia, resultó un buen debut en un Mundial. Si había precauciones para tomar ante este rival, no eran en vano. Bosnia podía lastimar. Pero el esquema elegido, más que una solución, terminó convirtiéndose en un problema. Si Bosnia, aún con sus virtudes, lo puso en crisis, ¿qué podría ocurrir con una potencia?
El ingreso de Gago y, en mucha menor medida el de Higuaín, reactivó al equipo. Sacó a Messi de la soledad, dándole un pase tras otro. Reconectó a Agüero. Movilizó al equipo. Y aún cuando la genialidad individual haya sido la parte fundamental del gol del rosarino, eso también fue posible por la reconstrucción del circuito de juego que hizo Gago. Para la reconstrucción argentina. Después de este paso en el Maracaná, su eventual ausencia en los próximos partidos se tornaría intolerable para el equipo.
Lo que no cambió en el segundo tiempo fue la defensa. Ezequiel Garay siguió a destiempo y, aunque había tenido un buen partido, Federico Fernández perdió a Vedad Ibisevic en el gol. Marcos Rojo se mantuvo en la nebulosa, sin hacer aportes en el ataque y con problemas para sostener el lateral. Fue un buen partido de Pablo Zabaleta. Como sea, la enseñanza estuvo en otro lado. Nunca se sabe, pero es posible que en el césped del Maracaná haya quedado enterrada la línea de cinco. Ojalá así sea.
EL GRAFICO