Recife mundialista: viaje a la puertade entrada de Brasil

Recife mundialista: viaje a la puertade entrada de Brasil

Por Manuel Parera
La ciudad de los puentes, de las iglesias o del carnaval en la calle. La colonia que se erigió como la puerta de entrada de los europeos en territorio brasileño, en los años de la conquista. Esa es Recife, una metrópoli de casi 1,5 millón de habitantes que no es sólo playa, aunque todo parece atractivo cerca de las arenas de Boa Viagem, consideradas una de las playas urbanas más bellas del país.
Conformada por tres grandes islas (Recife, Santo Antonio y Boa Vista), ocho puentes funcionan como brazos naturales que permitieron, primero a los portugueses y luego a los holandeses, desarrollar la que fue considerada la colonia más rica y más lujosa del, por ese entonces, Imperio brasilero (siglos XVI y XVII): se trata de Olinda, que basaba su riqueza en el “oro dulce”, la caña de azúcar.
Amanece temprano en Recife. Pronto, el sol despliega su fuerza y la temperatura ya ronda los 25 grados, que subirán a 30 o más en épocas de verano. Un viento amigable y constante, sin embargo, alivia e invita a recorrer Boa Viagem. Sus aguas claras y tibias son un orgullo local, algo que les permite diferenciarse de las majestuosas playas de Río de Janeiro. El aire caribeño aquí sienta mejor. Son los arrecifes formados en las costas y que generan piscinas naturales, los que dan identidad a la ciudad. Estos se ven también en Muro Alto, la paradisíaca playa de Porto de Galinhas (a 65 km al sur de Recife) que se enmarca en un paisaje dominado por acantilados arenosos y dos extensos cordones de arrecifes, de aproximadamente 2,5 km. Allí hacen pie los resorts para turistas exigentes. Hacia el norte, la travesía costera sigue en Itamaracá, otro destino agradable con playas atractivas, custodiada por un fuerte con cañones, legado de otros tiempos, que le da una personalidad especial.
Sin embargo, es en Boa Viagem donde toma ritmo la ciudad. De allí hacia el centro, se abre la típica ciudad veraniega. Allí se levanta el barrio más exclusivo. Los hoteles y los edificios glamorosos no escasean, al igual que los restaurantes que ofrecen todo tipo de gastronomía, donde los pescados y mariscos son la base de las opciones.
En el centro de la ciudad, especialidades como el bacalao o el lenguado son el atractivo del restaurante Leite, considerado el más antiguo del país (funciona desde 1882). Allí, para degustar obligatoriamente, se sirve la Cartola Pernambucana, un postre de banana madura, queso de manteca, canela y azúcar, que se jacta de mezclar ingredientes de “colonizadores portugueses, indios y esclavos africanos” y que es patrimonio Cultural e Inmaterial de Pernambuco.

El Recife antiguo
El legado cultural también predomina. En el centro, los atractivos pasan por la Plaza de la República, sobre las costas del Río Capibaribe, flanqueada por el Palacio de Justicia, el teatro Santa Isabel y el Palacio que supo ser el hogar de Mauricio de Nassau, gobernador de las posesiones holandesas en Brasil. En frente, sobre la otra orilla, la plaza de Marco Cero se erige como el punto central del Carnaval, donde se encuentran los icónicos más representativos de la ciudad, donde funcionan la Casa Cultural y el Instituto Santander Cultural. A pocos metros, sorprende la embajada de los “Muñecos Gigantes”, con las representaciones de grandes figuras de todo el mundo del ámbito político, social o deportivo. Un disfrute para cualquier turista.
Quizás lo más sorprendente en este recorrido sea la “Capilla Dorada”. Con sus paredes recubiertas de oro, se anuncia como la iglesia más antigua que se conserva intacta en todo Brasil, y que hace de excusa para el museo franciscano. A partir de allí, todo tiene un tinte espiritual. A unos pocos kilómetros asoma Olinda, la pintoresca aldea de arquitectura quattrocentista, calles estrechas y pendientes empinadas, que atrae por su tranquilidad y prolijidad. Ideal para un paseo manso y relajado, es una estación obligada, ya que la ciudad es patrimonio Cultural de la Humanidad, establecido por la Unesco. La gran cantidad de iglesias en sus calles es una marca registrada. Exactamente son 22 iglesias y 11 capillas.
EL CRONISTA