El señor de los cuchillo

El señor de los cuchillo

Por Alejandro Schang Viton
El herrero Guillermo Mendoza pertenece a una minoría: la del 5% de hacedores de cuchillos que usan la técnica del caldeado y forjado de Damasco, un proceso que tiene más de 2500 años. En Lanús, donde tiene su taller, su circuito laboral se sintetiza yendo de la fragua al yunque, y volviendo nuevamente al fuego, superponiendo unas 300 láminas de acero que va soldando con su pesada maza, todo para conseguir puñales con este proceso milenario.
El artesano fue premiado en el Salón Internacional del Cuchillo y del Arte en París, en 2009, por haber logrado el mejor cuchillo forjado a mano. También fue reconocido en los salones de la Chasse, en Ramboillet, y en el de Chambord.
Sin embargo, es autodidacta. Pero remarca que su primer guía en este camino fue su abuelo, un puestero y mecánico de la estancia Santa Isabel, cercana a Coronel Otamendi, provincia de Buenos Aires, donde las fraguas eran avivadas con la ayuda de un enorme fuelle de madera y cuero.

REGALOS RECICLADOS
Mendoza dedica entre 12 y 13 horas diarias para dar el espíritu necesario a sus puñales que, a veces, le llevan meses hasta estar envainados y exhibidos en su puesto itinerante de las ferias artesanales de Caminito y plaza Francia.
Hombre de sólida musculatura y más de 2 metros, con manos con marcas de chispazos, tiene 45 años y hace aproximadamente tres décadas que forja dagas, cuchillos y facas que fascinan a un heterogéneo grupo de coleccionistas llegados desde Japón, Nueva Zelanda, Alemania, Suiza, Estados Unidos e Italia.
“La técnica de Damasco consiste en la forja y el caldeado de una masa conformada por 300 láminas encimadas a una temperatura de 800 a 1300 grados. Utilizo aceros duros, partes de automóviles, guillotinas, herramientas viejas y trozos de maquinarias que, reciclados, otorgan un veteado singular a la hoja y permiten una fuerza y flexibilidad especiales”, cuenta.
Por todo esto, cada pieza es única y presenta un aspecto tan perfecto que el observador ocasional, a veces, duda si en efecto se trata de una obra realizada por el hombre o hecha en serie por una máquina.
Las empuñaduras, tan importantes como las hojas, son talladas con atractivos materiales exóticos; muchos fueron regalo de sus clientes extranjeros, que a estas alturas ya son amigos. El estadounidense Gary Parker, por ejemplo, le acercó a su taller restos de un meteorito caído en Africa, de los que extrajo el hierro y el níquel para forjar media docena de puñales que fueron comercializados en Estados Unidos, Francia y Alemania. “Los llamé Bowie, y sólo me quedó uno”, aclara Mendoza.
Además, el forjador utiliza coral fósil de Estados Unidos, raíz de nogal de Turquía, ébano africano y palo santo argentino. Los engarces son de plata, oro u otros metales.
Cada tanto, Mendoza realiza demostraciones públicas del forjado de Damasco. La última vez fue hace unos meses en La Boca, frente a un público curioso que llevaba herramientas antiguas para que él transformara en cuchillos.
Y la gira no se detiene: también pasó por la isla de Córcega, donde hizo el mismo tratamiento del acero ante la mirada atónita de los cuchilleros del lugar (para seguir de cerca sus actividades, www.laantiguafragua.com.ar ).
LA NACION