El actor que le puso el alma a perdedores y desalineados

El actor que le puso el alma a perdedores y desalineados

Cuando los artistas mueren temprano –además de la bronca y la tristeza– queda un desasosiego irreversible: todo lo que podrían haber hecho y ya no nos podrán mostrar. Si Philip Seymour Hoffman era capaz de hacer inolvidable una pequeña participación en una película, si cuando le tocó ser protagonista se volvió irreconocible, para transformarse en un Truman Capote sensible y ambicioso, ¿cuántas hazañas artísticas podría haber sido capaz de afrontar? No hay retorno de ese vacío que dejan los grandes artistas, los que se comprometen de verdad con la sensibilidad humana, como fue el caso de este actor estadounidense que murió el domingo 2, a los 46 años, por una sobredosis de heroína. Seymour Hoffman podía elevar cualquier personaje. Le encontraba el alma a los perdedores, a los desalineados y a los tímidos. Pero, con la misma fuerza, podía ser un despreciable niño rico en El talentoso señor Ripley o un lamentable aspirante a pornógrafo en Boogie Nights. Incluso en una comedia clásica norteamericana, como es Mi novia Polly, ¿no es su personaje, como el amigo excéntrico y perdedor de Ben Stiller, la joya de la película? “Para mí, actuar es una tortura. Es una tortura porque sé que es algo muy bello. Fui joven una vez y pensé: ‘Esto es lindo, lo quiero.’ Querer es fácil, pero tratar de ser maravilloso es una tortura”, dijo el actor en una entrevista. Esa honestidad con la que afrontaba su trabajo también la tuvo en su vida privada. Ahora, con su muerte, llegan noticias sobre su cotidianeidad que, probablemente, hubiese querido ocultar. Por ejemplo, que no tenía los lujos de una estrella de Hollywood. Llevaba a sus tres hijos a una escuela pública, no tenía una mansión y vivía en un departamento alquilado en Nueva York. Caminaba por el barrio, charlaba con los vecinos, viajaba en subte y tomaba café en bares. Era, además, un actor de teatro. En el escenario hizo sus bases y siempre volvía a él. Ganó dos premios Tony por sus actuaciones en la obra True West y, un año después, por su rol en Largo viaje de un día hacia la noche, de O’Neill. Fue miembro fundador de la compañía de teatro Laberinto y, más allá de la fama y las películas absorbentes, siempre participaba de proyectos con este grupo, muy conocido en el off de Broadway. Pero en sus bases tan sólidas penetró la droga. El mismo lo reconoció: “Tenía 20 años y, para mí, nunca era suficiente alcohol.” A los 22 años, hizo rehabilitación y, según sus propias palabras, estuvo 20 años sin drogarse. Pero siempre está el riesgo de caer. Philip Seymour Hoffman era consciente de su enfermedad. Aaron Sorkin, creador de las series The West Wing y The Newsroom y amigo del actor, le dijo que si él llegaba a morir de sobredosis, probablemente se salvarían diez vidas, porque si su muerte era noticia, probablemente asustaría a varios adictos que intentan recuperarse.
Hacía un tiempo que el actor se había separado de su esposa y su compañera durante varios años, la diseñadora de vestuario Mimi O’Donnell –por los efectos trágicos que la droga hace en las relaciones humanas– y había iniciado un tratamiento de recuperación. Los investigadores creen que justamente Hoffman estaba tomando varias pastillas y relajantes musculares para soportar la falta de droga y que, en un momento de debilidad, se inyectó más heroína de la que su cuerpo pudo asimilar, ya que estaba tratando de limpiarse.
El domingo 2 de febrero, a las nueve de la mañana, Philip Seymour Hoffman tenía que ir a buscar a sus hijos a la casa de su mamá, para pasar el día. Nunca llegó. Su ex esposa, preocupada, llamó a un amigo del actor para que se fije qué pasaba. Su amigo lo encontró en el piso del baño, en short y remera y con los anteojos puestos. Tenía una jeringa clavada en el brazo. Hoffman se hizo responsable por cada personaje que interpretó, tomó como propias las tragedias de otros. Fue su propia vida la que lo excedió.
Aunque quisieron que fuera en privado, el viernes pasado, el funeral captó la atención de todos los medios. Además de su ex pareja y sus tres hijos, hubo varias celebridades que acudieron a darle el último adiós: Meryl Streep, Cate Blanchett, Ethan Hawke, Brian Dennehey, Amy Adams, Joaquin Phoenix, Diane Keaton, Michelle Williams, Paul Thomas Anderson, Justin Theroux y Julianne Moore.
TIEMPO ARGENTINO