El Borda cumple 150 años hundido en una crisis de personal e infraestructura

El Borda cumple 150 años hundido en una crisis de personal e infraestructura

Por Gustavo Sarmiento
El Hospital Borda cumple hoy 150 años. “Lo celebramos pero no lo festejamos”, concluyeron en asamblea los trabajadores, cansados de tantos meses sin respiro. El neuropsiquiátrico modelo del país, pionero en investigación y docencia a nivel mundial, llega a su sesquicentenario con una decena de trabajadores llamados a indagatoria tras el ataque de la Policía Metropolitana, que no tiene ningún efectivo imputado. Y con un 25% de su población sin calefacción a gas, desde que se cortó ese servicio en la Semana Santa de 2011.
La fachada pintada, pasillos arreglados, nuevos carteles y muchos obreros trabajando reciben a Tiempo Argentino en su recorrida. Pero en el lugar se habla de dos tramos diferenciados. El primero es ese visible, al llegar, en la planta baja. Con una salvedad: todo ese sector es administrativo, no tiene pacientes internados. Lo llaman “el camino de la reina”, en referencia a la vicejefa de gobierno porteña, María Eugenia Vidal. Según aducen los trabajadores, el plan original de obras arrancaba en la parte de arriba, donde están los internos crónicos, pero la funcionaria lo modificó hace pocos meses llevándolo abajo, en atención a la campaña electoral y a una recorrida que hace rato planea hacer. Otro nombre tiene el sector donde están los pacientes. Es “el camino de los plebeyos”, el “olvidado”.
Según el último relevamiento del Comité de Crisis, todas las torres laterales están sin calefacción con gas. En ambas se alojan pacientes crónicos. Como primera medida, el gobierno porteño colocó placas de Ecosol, que no funcionaron. Después optaron por aires acondicionados domésticos, “que ya nos dijo el encargado que para el invierno que viene no van a funcionar, porque están 24 horas seguidos prendidos”, dijo la psicóloga Silvia Painceira. De 79 que instalaron, 22 ya están fuera de servicio.
En la unidad 17, la cocina es la ruina museística de un servicio que supo brindarse en el lugar y que hoy está privatizado. Tras la cena, aparecen en manada las ratas. Al comedor le sacaron la televisión, elemento trascendental en la vida cotidiana de los internos, tanto como el mate o el cigarrillo. El gas y el agua tampoco les llegan.
El camino sigue por las terapias regulares, el laboratorio de análisis clínicos y la sala de odontología, con humedad, falta de luz, 16 ventanas rotas, falta de mangueras y matafuegos, puertas oxidadas y filtraciones. El abandono de las dos alas laterales lo atribuyen al anuncio de derribarlas que hizo al asumir la actual administración de la Ciudad.
En el servicio 18 se da otro de los llamados “espejismos” de la obras de remodelación en el Borda. Decidieron “poner en valor” la cocina, casi en desuso, y en cambio no tocaron el comedor lindero, donde pasan gran parte del día los 33 internos, que volvieron a sufrir otro invierno sin gas.
En los baños que decidieron pintar, ocurren casos como el de la Unidad 18, donde no cambiaron el centenario desagote horizontal ni le pusieron enduido. Las manchas de humedad volvieron a aparecer en menos de tres meses. El de enfermeros de la 17 está clausurado, igual que los de personal de la 18 y la 3: la empresa a cargo los dejó sin terminar.
Los trabajadores hablan de “obras de maquillaje” y de falta de control en los trabajos: “Este no es cualquier lugar. Es peligroso dejar cosas tiradas, agujeros sin tapar o caños externos a mano de pacientes psiquiátricos. Necesitás piso antideslizante en las bañeras, pasamanos en las duchas, barandas en las escaleras”, destacó Daniel Blanco, secretario de ATE Borda. Y sugirió la intervención de la auditoría “para conocer cuánto llevan gastados. Lo hacen por diferentes empresas, sin licitación. Se habla de al menos 50 millones.”
El psiquiatra Lucio Mastandrea, coordinador del Comité de Crisis, comentó: “El modo actual de hacer las obras nunca se nos consultó. Fue más por pedido de la justicia. La prioridad debía ser las áreas con pacientes internados.” La emergencia que declaró el director del Borda por estrés postraumático tras la represión del 26 de abril, nunca se levantó.
El asbesto en el Taller Protegido 19 fue la excusa para el ingreso de 400 agentes de la Metropolitana aquella mañana, que arrancó en demolición y terminó en violencia. Pero los escombros con polvo cancerígeno siguen tirados ahí. “Esto no va a ser el Centro Cívico, ya es el Monumento a la Represión”, anuncia el psicólogo Gabriel Cavia, de la Asociación de Profesionales del Borda, mientras reparte barbijos.
El neuropsiquiátrico tiene 950 trabajadores, 150 menos que hace cinco años. A 60 les llegaron descuentos de hasta 600 pesos por auditorías internas nunca informadas. A los sucesivos retiros voluntarios se suman las vacantes desfinanciadas, lo que lleva a que ninguno de los 30 servicios de internación tenga el equipo interdisciplinario que sugiere la ley. Se habla de un médico cada diez pacientes, pero en la Unidad 18 sólo existe una jefa de servicio y una psicóloga para 33.
Para Blanco, “el manicomio no es un lugar, es una conducta. Podrán cerrar diez Bordas, pero lo que debe cambiar es la mirada hacia el marginal, de tenerle miedo o no soportar el temor de que algún día vayas a ser igual, y entonces lo encerrás.” Actualmente, el Borda tiene 70 internaciones por mes, y 650 pacientes fijos, la mitad de los que había una década atrás, mientras que los ambulatorios ascienden a 2500. “Por eso, el presupuesto no se puede medir por cantidad de camas. En seis años no se creó un solo dispositivo intermedio, como casas de medio camino, con lo cual el embudo que lleva gente al Borda sigue funcionando. Y se cae en mayor reinternación”, explica Cavia. “Incluso, estamos atendiendo mujeres, que antes no se hacía.”
El psicólogo recordó que uno de los dos internos más gravemente heridos el 26 de abril era paciente suyo. Ante la represión, saltó la pared que separa al hospital de la calle Brandsen y se fracturó el hueso calcáneo. Justo antes le había preguntado a Cavia: “Si nos sacan de acá, ¿adónde vamos a ir?”
TIEMPO ARGENTINO