“Cuando mirás una película de Favio ves que el barro está vivo”

“Cuando mirás una película de Favio ves que el barro está vivo”

Por Ivana Romero
Andrés Echeveste trabajó durante 15 años con Leonardo Favio. Cuenta que para Aniceto –una nueva versión de El romance del Aniceto y la Francisca, que el mismo Favio había filmado a mediados de los sesenta– fueron a ver varias obras de teatro y de danza. El cineasta andaba con la idea de combinarlos con plástica y música pero sin que cada lenguaje perdiera su esencia. Y sobre todo, lo que le interesaba era contar una historia, que su cine siguiera estando al servicio de eso que venía haciendo desde Crónica de un niño solo, su primer film. “Hasta que le dije: ‘Leonardo, hagamos cine a nuestro modo, pongamos una escenografía de papel si es lo que queremos hacer'”, dice Echeveste. Y así lo hicieron. El resultado se puede ver en la película, que es una gran puesta en escena que no se parece a nada salvo a ella misma. Y se advierte además en las fotografías tomadas por Juan Carlos Villarreal, que también trabajó mucho tiempo con Favio: el director sentado casi al lado de los protagonistas, mirándolos con la atención apasionada de quien sabe que todo es una ilusión pero que en esa ilusión se va la vida.
La muestra colectiva “Favio”, que se exhibe en el Espacio Caloi (Alsina 1169) recorre la obra del artista argentino a partir de material inédito cedido por el director de arte Echeveste y el director de fotografía Villarreal. Ellos integraron el equipo de realización de Gatica, el mono (1993), Perón, sinfonía del sentimiento (1999) y Aniceto (2008). De Villarreal se verán más de 20 fotos de los backstage de los films. De Echeveste, una serie de cuadros en carbonilla y fotografías de dibujos y obras que realizó para Perón, sinfonía del sentimiento. También se suman obras de Miguel Rep con dibujos que hizo en vivo durante un homenaje a Favio en el Centro Cultural Palacio La Moneda de Chile. La muestra está organizada por la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación, a través de la Subsecretaría de Políticas Socioculturales.
La curadora Claudia Vanni explica que se trata de “una celebración de la obra viva de Favio”. “Su mundo creativo era enorme y nos dejó un grupo de artistas a través de los cuales podemos seguir viviendo y recreando su obra. De lo que se trata es de mostrar el cine de Favio como un hecho histórico, artístico y documental. Pero también de advertir de quiénes se rodeó”, dice.
Villarreal estudió Bellas Artes en Quilmes. Con el tiempo, se convirtió en fotógrafo autodidacta. Desde 1977 se dedica a la docencia y a la creación artística. Ha expuesto sus fotografías en Argentina y el exterior. Entre los reconocimientos que recibió se destacan el Gran Premio de Honor del Salón Nacional de Arte Fotográfico, el Premio Congreso de la Nación y el Cóndor, de la Federación Argentina de Fotografía. En los setenta vio Crónica de un niño solo. “Entonces me dije ¿cómo? ¿También hace películas? Es que por entonces a Favio se lo conocía por sus canciones, como Sandro, como Leo Dan. A partir de entonces me interesaron mucho sus films pero ni imaginaba que iba a ser parte de ellas”, cuenta. Cuando estaba comenzando la grabación de Gatica, un amigo suyo llamó a la productora. “Se hizo pasar por mi representante pero yo no tenía ningún representante”, se ríe. De todos modos, se presentó con sus fotos en una carpeta. Y quedó.
“Él le decía a los actores ‘levantá la vista, bajala’, estaba al lado de cada uno, indicaba todo lo que había que hacer. Y salía bien. Cada cuadro era como una pintura. En las escenas de multitudes él no decía ‘extras’ sino ‘los actores de conjunto’, que es otra cosa. ‘Están saliendo hermoso, pongan más fuerza’, los alentaba. Y al fin lograba la mejor escena. No era sólo un artista. Era un humanista muy grande, además”, dice Villareal. Y agrega: “En Aniceto el único fotógrafo era yo. Él me indicaba: ‘Cuando digo ‘corten’ vos sacá esa foto’. O sea, era un lugar privilegiado. Y todo lo que aprendí con Favio fue lo mejor que me pasó en la vida a nivel profesional”.
Echeveste se autodefine como “pintor expresionista”. También es profesor de dibujo, pintura y escultura egresado de la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón. Realizó la dirección artística, escenarios y animaciones de Perón, sinfonía del sentimiento y Aniceto, por la que recibió los premios Cóndor de Plata y Sur a la mejor dirección de arte. Actualmente trabaja en el documental Yo, Ringo, sobre la vida de Oscar Bonavena, junto al director José Luis Nacci. Como artista plástico, ha realizado varias exposiciones en Buenos Aires, París, Milán y Ámsterdam.
Conoció a Favio a mediados de los noventa en una plaza. No dudó en saludarlo y en asegurarle que hacía dibujos para cine. Y también le dijo, sin vueltas, que quería trabajar con él. Al fin lo consiguió. “A Sinfonía… le decíamos el ‘eternometraje’ más que el largometraje porque parecía que esos seis años que duró todo el proceso no iban a terminar nunca”, cuenta. “Íbamos rodando, leyendo libros, acopiando material de archivo y dibujos. Mientras tanto, a la par que filmaba, Leonardo iba escribiendo el guión”, dice. Resalta que se rescataron 250 horas de material documental que no existía en el país. Por ejemplo, el entierro de Evita filmado por la Paramount en colores. “Además, en ese momento la historia del peronismo estaba borrada. Entonces, todo era reconstruir, buscar.”
“Aniceto fue como un picnic al lado de ese proceso”, dice con una sonrisa. Y remarca que, no obstante, también se trabajó mucho en filmaciones y escenografías que finalmente quedaron afuera del montaje final. “A Leonardo le interesaba que cada parte del trabajo en equipo estuviera al servicio de la historia. Y sabía que aunque ciertas cosas no se vieran del todo o directamente se quitaran, el trabajo seguía ahí y era parte del relato. Por ejemplo, los 15 cielos de 60 metros pintados por la gente del Teatro Colón, que íbamos subiendo y bajando según la escena. O las escenas del baile. Hay 80 bailarines, gente en las mesas, banderitas… y eso no se llega a apreciar pero está”, dice. Cuenta que inclusive Favio había planeado una escena en un cementerio de trenes. “Cuando se armó todo y se iluminó, me llama y me comenta ‘me parece que da un poco Drácula’. Entonces le digo ‘Es un cementerio, ¿qué querés?’. ‘Pero esto es una historia de amor’, insiste. Y sacó todo.” Echeveste afirma que Favio “era un gran creador de universos personales y sabía dejar su huella en cada cosa”. Hace una pausa y finaliza: “Cuando ves una película suya, ves que el barro está vivo.”
TIEMPO ARGENTINO