Brasilia, ícono moderno

Brasilia, ícono moderno

Por Jazmín Ferrer
Conocerla es admirarla, paso a paso. Moderna, funcional, arquitectónicamente perfecta, Brasilia fue fundada en el centro de Brasil a mediados del siglo XX, lo que la convierte en una de las ciudades capitales más jóvenes del mundo. El estilo vanguardista y cosmopolita delineado hasta el más mínimo detalle por la dupla conformada por el arquitecto Osear Niemeyer (fallecido el año pasado, a días de cumplir 105 años), y el urbanista Lucio Costa, hizo que fuera la única ciudad creada en el último siglo en ganar el reconocimiento de Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad por la Unesco. El alma de esta urbe son los principios establecidos en la emblemática Carta de Atenas de 1943, un manifiesto urbanístico redactado en el IV Congreso Internacional de Arquitectura Moderna que influenció enormemente en el desarrollo de las ciudades europeas tras la Segunda Guerra Mundial.
Conocida como la ciudad futurista de las curvas (y también como la “ciudad de la esperanza”, como la bautizó el escritor francés André Malraux), Brasilia comenzó a tomar forma en 1956, a pedido del presidente socialista Juscelino Kubitschek, que aspiraba a levantar una ciudad utópica en la que no existieran las clases sociales. De hecho, su planificación estratégica respondía al interés de poblar un territorio poco habitado hasta el momento. Ése fue uno de los principales motivos para establecer la nueva capital brasileña lejos de la costa atlántica y reemplazar a Río de Janeiro y Salvador de Bahía, las dos anteriores capitales.

Líneas y curvas
El corazón de la ciudad late en su centro, en el llamado Eje Monumental, un área abierta rodeada por dos extensas avenidas en las que se erigen las construcciones más importantes, que llevan el sello del gran Niemeyer. Además de dividir a la metrópolis en dos barrios, uno al sur y otro al norte, las avenidas son atravesadas por numerosas calles que conforman un semicírculo. Si se la observa desde lo alto, el plan piloto sobre el que fue construida la ciudad hace pensar en un avión (el corredor central sería el fuselaje y las calles, las alas), y aunque lo que Lucio Costa buscó fue darle forma de cruz a su proyecto, muchos también consideran que lo que en realidad representa es un pájaro con las alas abiertas. Uno de los sitios que no pueden dejar de ser visitados es la Plaza de los Tres Poderes. En ella se ubican algunos de los edificios fundamentales ideados por Osear Niemeyer, como el Congreso Nacional, el Palacio de Justicia y el Palacio Planalto. Pero si de construcciones distinguidas y modernas se trata, la Catedral Metropolitana Nuestra Señora Aparecida, también obra de Niemeyer, es una de las más imponentes, con una estructura hiperboloide formada por 16 columnas idénticas que representan dos manos que se elevan hacia el cielo. En su austero y cáliIdo interior se luce un extenso techo de vidrio que lo llena de luz y colores.

Ciudad viva
El puente Juscelino Kubitschek, ubicado al este del Eje Monumental, es uno de los iconos indiscutidos de la ciudad y está considerado como uno de los más lindos del mundo. La obra arquitectónica, que cruza el lago Paranoá, fue inaugurado en 2002, y su calidad estética y el diseño armónico de su estructura le han valido varios importantes premios a su arquitecto, Alexandre Chan. Si lo que se desea es observar una magnífica vista panorámica de la joven metrópoli, lo ideal es subir a la Torre de Televisión, que permite disfrutar su esplendor desde unos 75 metros de altura. Como su construcción convocó a brasileños de todos los rincones, Brasilia tiene un poco de cada uno de ellos, lo que hace que sea una ciudad viva y ecléctica, culturalmente muy activa, sede de conciertos de música y festivales de cine. Pero el sector más dinámico es, sin dudas, el de los negocios y eventos. Numerosos restaurantes y una enorme infraestructura hotelera la vuelven destino elegido para todo tipo de actividades. Además, la ciudad cuenta con una gran oferta para disfrutar del aire libre, empezando por el lago Paranoá, perfecto para practicar deportes acuáticos como vela, remo, esquí acuático, wakeboard y windsurf; y dar paseos en lancha. El parque Sarah Kubitschek, por su parte, es una de sus principales áreas de ocio, con circuitos de hasta 10 kilómetros para hacer caminatas y trotes, pero también restaurantes, bosques para realizar picnics y asados, anfiteatro, kartódromo, juegos para chicos y hasta un centro hípico. En definitiva, lejos de parecerse a la mayoría de las ciudades capitalinas, en donde la historia está fuertemente arraigada, Brasilia conquista por su impronta innovadora. Una característica propia que la convierte en un lugar distinto, ideal para visitar más de una vez.
REVISTA CIELOS ARGENTINOS