Urko Suaya: “Cuando alguien se abre, la belleza sale por los poros”

Urko Suaya: “Cuando alguien se abre, la belleza sale por los poros”

Por Laura Reina
Hace pocos años, Urko Suaya (49) descubrió que ese nombre que no es su nombre, sino un sobrenombre que le fue dado por sus amigos en la adolescencia, no podía tener más sentido para él. “Me llamaban Urko por un mono de la serie de televisión El planeta de los simios . Yo era bastante ágil y tenía mi carácter, y entonces todos empezaron a llamarme así y yo lo adopté. Me llamo Guillermo, como mi padre y un primo, pero nadie me dice así”, cuenta sentado en una mesa del Pony Line Bar del Four Seasons, el primer bar de polo de Argentina que se ha convertido en el punto de encuentro más cool de la ciudad.
Urko no sólo es un nombre real de origen vasco, sino que significa “el que viene del agua”. Y si hay algo que define a Urko Suaya, el fotógrafo que ha hecho las campañas de las marcas de indumentaria más importantes del país y el mundo es su pasión por el mar. “Amo el agua. Necesito del agua, surfear. Fue muy loco descubrir que ese nombre que me fue dado y que después adopté como propio significa eso. Pero nada en la vida es casualidad”.
Será por eso, porque para él no existen las casualidades, que su pasión por surfear lo acercó, casi sin proponérselo, a su profesión como fotógrafo. Aunque todavía estaba lejos de saberlo.
-¿Nunca fantaseaste con largar todo y dedicarte sólo a surfear?
-No a nivel profesional. Sí me hubiese gustado vivir en una playa y surfear todo el día. Es una fantasía que tengo, pero la verdad es que me hago mis huecos y voy y vuelvo a la playa todo el tiempo.

-Por tu pasión tal vez hubiera sido más lógico que fueras fotógrafo de la National Geographic antes que de moda…
-Tal vez sí. Empecé a surfear a los 14 años y en ese momento estaba suscripto a dos revistas de surf que estaban muy bien hechas. Los artículos tenían más que ver con el descubrimiento de nuevas playas y sus culturas que con el surf en sí. Se parecían un poco a la National porque algunas fotos eran de surf, pero muchas otras eran de paisajes o comida. Eran notas culturales. Ya de chico empecé a viajar mucho con el surf y a sacar fotos. Las encaraba desde el lugar que proponían esas revistas. De esa manera aprendí a sacar fotos. Ese fue mi primer contacto o acercamiento con la fotografía, porque nunca estudié. para mí sacar fotos siempre fue muy natural.

-¿Y cómo se coló la moda?
-A los 19, después de la colimba, me tomé un año sabático y me fui a surfear nueve meses a Brasil. Después de ese viaje me puse a estudiar publicidad y a trabajar en una agencia. Ahí empece a entrenarme con lo que hago ahora. En el último año de la facultad me di cuenta de que tenía cierto talento con la cámara. A mí me gusta fotografiar personas y sobre todo mujeres. Me gusta retratar y la moda te permite eso y, además vivir de eso, que se convierta en un medio de vida. Fotografiar moda me conecta con una suerte de estímulos estéticos, artísticos, con los que me siento muy cómodo.

-¿Qué buscás transmitir en una foto?
-Encuentro belleza en la mujer en muchas cosas, las menos obvias tal vez. Las que otras personas no miraría. De eso se trata retratar. No es documentar la cáscara, la belleza obvia. Para hacer un buen retrato te tenés que meter adentro de esa persona. Sacárselo de adentro. Cuando alguien se abre, la belleza sale por los poros. Mis fotos son lo que son gracias a la conexión que establezco con la modelo y a mi equipo.

-Hacés muchas fotos de cuerpos desnudos, ¿cómo lográs que se desnuden frente a tu lente?
El momento concreto es muy natural, tanto para mí como para quien posa desnuda. De chico me gustaba mucho la pintura, Klimt y Modigliani, cómo pintaban las mujeres desnudas, y cuando empecé con la fotografía lo empecé a hacer naturalmente. Sale solo. Sin decir nada ya se entiende cómo las quiero sacar. Es tácito a veces. Saben que yo saco ese tipo de fotos y las mujeres que se acercan quieren ser fotografiadas de esa manera.

-¿Hay una tensión sexual o erótica en el momento de la toma?
– Sí, pero es muy difícil de expresar. Me pasa más cuando veo la foto hecha que en el momento en que la estoy haciendo. Cuando la hago miro siempre a los ojos, y además estoy pensando en muchas otras cosas, estoy con más gente.. Tratamos de que sea momento agradable y ponemos música, una linda luz… La fuerza erótica que puede tener una foto la disfruto más cuando puedo mirarla relajado, porque el momento fotográfico es muy rápido, disparás y se va, estás concentrado en otra cosa, no en mirar a una chica linda.

-¿Y tu mujer no se pone celosa?
No, ella me conoció así. Hace treinta años que trabajo de esto, y doce que estoy con ella. Además es artista plástica, escultora. Es decir que también trabaja con el cuerpo humano. Y le encanta lo que hago porque son imágenes estéticas. Pero más allá de la estética, yo a las mujeres las fotografío con mucho respeto porque las admiro, me gustan. Hoy los cuerpos están muy bastardeados.

-Fuiste padre a las 43 años. ¿En qué te cambió la paternidad?
En todo. Y para bien. Por empezar, maduré fuertemente. Antes de que naciera mi hija tuve a mi perro, un labrador negro, que fue mi primera gran responsabilidad. Te tenés que ocupar de un otro que no sos vos y enseguida la cuota de egoísmo, de egocentrismo, te va bajando. Me volví muy responsable del cuidado de él, era como un hijo, y lo sigue siendo. Lo llevaba a todos lados, a mi trabajo, al restaurante, estaba todo el tiempo conmigo. Y con un hijo experimenté lo mismo, pero multiplicado por un millón de veces.

-¿Qué es lo que más te gustaría compartir con ella: la pasión por la fotografía o por el surf ?
-El surf seguro. Todo lo demás lo comparte naturalmente a diario, con su madre y conmigo. La parte artística la desarrolla de manera cotidiana, es su día a día. Va al taller de la madre y hace réplicas en miniatura de lo que su mamá está haciendo y agarra la cámara o el celular y se pone a sacar fotos naturalmente. Por eso me gustaría compartir con ella ese momento único que es salir al mar y juntos surcar las olas. Hay una frase que me encanta: “Todos venimos del mar, pero no todos somos del mar. Aquellos que sí lo somos, hijos de las mareas, debemos volver a él incesantemente”. Yo me siento pleno cuando estoy en el mar.
LA NACION