Península Valdez, naturaleza y misterio

Península Valdez, naturaleza y misterio

Por Emilia Erbetta
A 77 kilómetros de Puerto Madryn y con cuatrocientos kilómetros de costa azul brillante. Península Valdés guarda tantos secretos como sorpresas. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es uno de los parques naturales marinos más ricos del mundo, pero su riqueza no está sólo en esas aguas frías que año a año reciben a las ballenas francas, sino también en las 360 mil hectáreas que conforman la Reserva Faunística Integral Península Valdés, hogar de ñandúes, guanacos, choiques, zorros y liebres patagónicas. En esa porción del mundo también se encuentra el punto más bajo de Sudamérica, las Salinas Grandes, a 40 metros bajo el nivel del mar.
Bautizada en honor a un ministro de Marina de España, don Antonio Valdés, la península se conecta a tierra firme por el istmo Carlos Ameghino, donde se realiza el control de entrada y salida de turistas y pobladores rurales y se abona la entrada a la Reserva. Allí también se encuentran el Centro de Interpretación Florentino Ameghino y el Museo Regional Fuerte San José, y desde el observatorio artificial del istmo pueden observarse la Isla de los Pájaros, el Morro Nuevo y Punta Ninfas (que forman la boca del Golfo Nuevo), Punta Buenos Aires y Punta Quiroga (que forman la boca del Golfo San José).
De un lado y del otro, el mar. Playas de acantilados con amplias restingas, arena clara y canto rodado interrumpen la meseta que ocupa la mayor parte de la península. Caminando por la costa es posible encontrar dientes de tiburón, cangrejos, turritelas (caracoles fósiles), ostras y dólares de mar. Son sólo para mirar, no es necesario llevarse un recuerdo a casa.

Pequeños paraísos
Apenas 560 personas viven en Puerto Pirámides, el único pueblo de la península, desde donde zarpan las embarcaciones para el avistaje de ballenas en el Golfo Nuevo, la excursión imperdible del viaje. Es una zona de alto valor geológico, enmarcada por grandes campos de médanos y custodiada por imponentes acantilados, entre los que se destaca la punta del mareógrafo, que al anochecer parece una pirámide egipcia y está formado por diversos estratos de la era Terciaria o Cenozoica. En siglos anteriores, esta pirámide natural ayudaba a los navegantes a encontrar el rumbo hasta la bahía.
Más allá de Puerto Pirámides, a 109 kilómetros del Centro de Interpretación y sobre la costa del Atlántico, Punta Norte es el hogar de una importante colonia de fauna marina. Desde 1967 es reserva natural turística y uno de los puntos privilegiados para observar a elefantes y lobos marinos. Desde allí también pueden verse a las oreas, que entre septiembre y noviembre viajan hasta Caleta Valdés para alimentarse: allí las crías de lobos y elefantes marinos aprenden a nadar. Las oreas de la península son únicas en el mundo por su técnica de varamiento intencional que les permite capturar a sus presas sobre la rompiente. Lo ideal es visitarla en momentos de marea alta.
Desde Punta Norte y bajando por camino de ripio -el dolor de cabeza de todos aquellos que se animen a entrar en auto a la península- se llega a Caleta Valdés y Punta Candor, donde se encuentra el apostadero de elefantes marinos, que pueden verse muy de cerca porque están sobre un terraplén en la playa. Al atardecer, cuando ya se emprende el regreso, no hay que dejar de pasar por la Isla de los Pájaros, que está a 5 kilómetros del Centro de Interpretación. Como su nombre lo indica, esta área alberga una gran diversidad de aves que en primavera entran en período de reproducción y por lo tanto de mayor actividad.

Criaturas extraordinarias
Hasta 45 toneladas puede pesar una ballena franca austral. Para aparearse o parir, estos mamíferos llegan al Golfo Nuevo a partir de septiembre y convierten a Península Valdés en una atracción visitada por turistas de todo el mundo. Ataviados con salvavidas naranjas y capas amarrillas, los visitantes esperan sobre las embarcaciones que las ballenas hagan su espectacular aparición. Dependiendo de las condiciones climáticas y la suerte del día, podrán presenciar (y capturar con sus cámaras) cómo las ballenas se impulsan y sacan sus cuerpos fuera del agua. En octubre, quienes se atrevan también podrán realizar avistajes submarinos desde un barco semisumergible que permitirá un acercamiento más íntimo con estas increíbles criaturas. Un poco antes que las ballenas, los elefantes marinos asoman sus hocicos a mediados de agosto. Dos kilómetros hacia el norte de Caleta Valdés, los pingüinos de Magallanes desfilan desde septiembre. Durante casi todo el año -de diciembre a marzo- los lobos marinos de un pelo se reproducen y paren en la lobería de Punta Pirámides, a sólo 5 kilómetros del pueblo.
REVISTA CIELOS ARGENTINOS