Tesoro del mar

Tesoro del mar

 

La perla negra es una de las joyas más singulares y costosas a nivel mundial. Nacida en los transparentes aguas del Pacífico Sur, nunca hay dos iguales.

A diferencia del barco fantasma de la saga cinematográfica “Piratas del Caribe”, condenado a surcar eternamente los mares con una tripulación de espectros, la perla negra no es una maldición para la polinesia francesa. Su comercialización representa la segunda fuente de ingresos del paradisíaco archipiélago, después del turismo. Nacida en las transparentes profundidades del Pacífico sur, la perla negra de Tahití es una de las joyas más codiciales, costosas y extrañas del mundo.

Se la obtiene de la ostra pinctada margaritífera, que solo habita en las cálidas aguas de la Polinesia. Su variedad de colores es muy amplia: desde negro azabache y gris acerado hasta oscuros tonos rosados, violáceos, azulados y verdosos. El precio se establece según el color, el brillo, la forma, el tamaño (en general, de 8 a 14 milímetros) y la perfección de su superficie. Según los expertos, nunca hay dos iguales. La perla negra se origina de manera natural. Al entrar en la ostra un grano de arena o un trozo de coral, comienza a ser recubierto por placas de nácar hasta que se forma la gema. Los nativos de la Polinesia la obtenían buceando en el mar. Pero la cantidad que encontraban era infima, ya que de cada 15 mil perlas solo una es negra. Por eso, durante siglos, las más comunes perlas blancas eran teñidas para elevar su precio.

A mediados del siglo XVIII, cuando los mercaderes la llevaron a Europa, fascinó a la realeza. La primera reina en lucir esta joya fue Catalina la Grande de Rusia: un collar de treinta gemas. En esa época, la corona austríaca llevaba incrustaciones de perlas negras; y la empereatriz Eugenia, luego de casarse con Napoleón III, adquirió una deslumbrante gargantilla. En 1960 llegó a Tahití un grupo de expertos japoneses que comenzó a cultivar perlas negras inculcándole a la ostra un trozo de molusco de Mississippi. Así lograron el mismo efecto que se producía de manera natural. En la década del 90 se multiplicaron las granjas de cultivo. Hoy existen unas 300 granjas. Son pequeñas construcciones instaladas sobre palafitos en las lagunas formadas en el mar por las barreras coralinas. La mayoría está en los islotes de Tuamotu y Gambier.

Sin embargo, con esta técnica artesanal tampoco es fácil conseguir una perla negra. Tras un complejo proceso de cinco años, cada 200 perlas cultivadas se obtienen apenas unas 30 comercializables. Pero entre ellas, en promedio, tres son muy valiosas y se exportan a un precio de alrededor de 100 mil euros cada una. En general, se usan para el diseño de anillos o aros. En la joyeria Homero de Patio Bullrich se destaca un par de aros colgantes de oro amarillo, con una perla negra y piedras semipreciosas.