La reducción de las políticas sociales crea cada vez más pobres en Italia

La reducción de las políticas sociales crea cada vez más pobres en Italia

Por Dolores Álvarez
Cada día, Adriano se lava en el comedor comunal y a las 8 en punto se sienta en su silla plegable en la puerta del supermercado. Su trabajo le gusta. Cuida las bicicletas de la gente que entra a hacer las compras, entretiene a los perros que quedan atados a la espera de sus dueños, habla con todos los vecinos del barrio, mucho de los cuales, antes de volver a casa, le dejan unas monedas en su vaso de plástico o algo para comer. Algunos hasta conocen sus gustos y saben que prefiere lo salado a lo dulce.
A pocos metros del centro de Milán, todos los supermercados tienen una persona que, como Adriano, una vez fue consumidor y ahora pide un poco de limosna o piedad porque lo perdió todo. Primero el trabajo, después la casa, luego la familia. Hace diez años el escenario era distinto y personas como Adriano aún formaban parte de la sociedad italiana que hoy miran desde la ventana de la marginalidad.
En Italia, el combo de crisis económica, ajuste y parámetros europeos rígidos, está golpeando duro a las franjas más débiles, a aquellos que estaban en la parte baja de la pirámide social y que hoy pasaron a ocupar la lista de ciudadanos indigentes. Un elenco que crece sin freno y que está destinado a aumentar, ante la falta de medidas que estimulen el crecimiento económico y la creación de empleo.
Según un estudio realizado por la Confederación General Italiana del Comercio (Confcommercio), en 2013 el número de personas “absolutamente pobres” ascenderá a 4 millones, todo un récord para la península. El pronóstico de la Confcommercio supera los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística (Istat) que hacen referencia a 3,5 millones. La cifra es aun más alarmante si se considera que se trata del 6% de la población –contra el 3,9% que se registró en 2006– y si se tiene en cuenta que, en los últimos cinco años, en el país se “crearon” 615 nuevos pobres por día.
Según el profesor de Ciencia de las Finanzas de la Universidad de Modena, Massimo Baldini, la principal causa de estos datos es “la larga duración de la crisis económica”. Para Baldini, “en los primeros años sucesivos a 2008, la crisis golpeó, sobretodo, a los jóvenes y a los inmigrantes, y pocas familias cayeron en la pobreza”. Con el pasar de los meses, la penuria tocó a la puerta de los padres de familia “y entonces aumentó la indigencia”. Hoy, para el experto en economía, “los pobres absolutos son, principalmente, familias numerosas con hijos y ninguna ganancia por trabajo o, en la mayor parte de los casos, bajo”. Baldini cree que la “pobreza absoluta aumentó porque faltan esquemas de transferencia monetaria capaces de compensar la pérdida de trabajo”.
Para el profesor de la Universidad de Bolonia Gianfranco Pasquino, la política puede hacer algo inmediato para revertir esta tendencia. En principio, según el politólogo, debería ahorrar y recortar sus gastos: abolir la financiación pública de los partidos, reducir los costos del Parlamento, eliminar las provincias y rever el gasto público de los ministerios. Si bien puede parecer “banal”, el también docente de la John Hopkins University de Estados Unidos, dice que estas medidas están contenidas en los programas electorales de todos los candidatos pero, cuando llegan al poder, quedan guardadas en un cajón. Además de implementar con urgencia estos cambios, para Pasquino, el gobierno debería “remodular el Estado de Bienestar” y “sostener todas las actividades que creen puestos de trabajo.”
Baldini coincide en algunos puntos con Pasquino. Para el profesor de Modena, la abolición del IMU –tasa sobre la primera vivienda que la derecha exige que el gobierno del progresista Enrico Letta elimine, como condición sine qua non para seguir sosteniendo al Ejecutivo de coalición– “no serviría de nada”, ya que es necesario actuar en dos direcciones: reformando el Estado de bienestar, para que el sistema de amortiguadores sociales y el gasto asistencial sean más reactivos al ciclo económico, y creando nuevas oportunidades de trabajo. Para generar empleo, sostiene Baldini, es necesario “bajar los impuestos sobre los trabajadores con bajos salarios o integrar los ingresos de estos trabajadores con una transferencia (impuesto negativo), simplificar las normas en el mercado del trabajo, mejorar la justicia civil y bajar los impuestos sobre las ganancias para atraer las empresas extranjeras”.
Estas y otras medidas son urgentes si se quiere frenar la marginalidad y la pobreza, que crece al ritmo de la recesión. El dato de los 4 millones de pobres adquiere aun más dramatismo si se considera que el Istat recientemente estimó que “al límite de la pobreza” estarían 8 millones de ciudadanos: personas que, si nada cambia, se encuentran destinadas a una caída en picada de su condición social. Para el organismo público, la condición de indigencia está directamente relacionada con los índices de desocupación que, entre la población joven –de 15 a 24 años–, alcanza el 37,8% del total.
De este colectivo de pobres sin identidad, según un estudio realizado por Unicef, casi 2 millones son niños: alrededor de un 17% del total de la población joven. Además, para el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, en Italia más del 11% de los menores entran en la categoría de “Neet” (Not in Education, Employment or Training), o sea, jóvenes que no reciben educación ni trabajo ni formación.
Giacomo Bassi, periodista económico de Il Sole 24 Ore, asegura que estos adolescentes “que perdieron el tren de la instrucción” son “fuerza de trabajo que sería muy útil para las empresas”, para la revitalización económica, pero que queda “inactiva, expulsada de los caminos formativos y que, contemporáneamente, no logra –y no logrará– entrar en el mundo del trabajo”. Para el experto, es un tipo de situación que “está a un paso de transformarse en desocupación estructural”. Un grupo de personas con capacidades desperdiciadas que terminará, como Adriano, mendigando para poder seguir viviendo.
TIEMPO ARGENTINO