La ajustada victoria de Maduro y las perspectivas de la nueva etapa

La ajustada victoria de Maduro y las perspectivas de la nueva etapa

Por Natalia Coronel
Luego de una ajustadísima victoria, Nicolas Maduro tiene por delante el desafío de ocupar el lugar de su carismático antecesor y resolver problemas del país, como la inseguridad y la inflación. Además, deberá establecer una nueva relación con las Fuerzas Armadas, acostumbradas a formar parte de los Gabinetes de Chávez, y avanzar hacia la reconciliación de los venezolanos, tras la elección más polarizada desde surgimiento de la revolución.
Desde las tres de la mañana, las dianas bolivarianas convocaron al pueblo a levantarse para ir votar en una jornada que estuvo caracterizada por la ansiedad y la tensión sobre todo cuando los resultados tardaban en ser anunciados.
Pese a que no se registraron incidentes mayores, los rumores se dispararon, especialmente en las redes sociales y los venezolanos se resguardaban frente al televisor a esperar el comunicado, cargados de nerviosismo.
Pero el Consejo Nacional Electoral no dio los resultados hasta casi cuatro horas después de haber cerrado las urnas, tras una reunión blindada con sus directivos de más de dos horas. La diferencia de menos de un punto explicó la tardanza del organismo, que durante ese tiempo hizo soñar con el triunfo a la oposición liderada por el candidato de la derecha Henrique Capriles.
Durante la tarde, el cruce de declaraciones entre ambas campañas, también elevó la tensión en el país. Desde el lado chavista se llamaba a defender con “armas democráticas” los resultados, mientras convocaban a sus seguirdores a reunirse en el Palacio de Miraflores, sede de la Presidencia, a apoyar a Maduro. Por su parte, Capriles advertía vía Twitter que si el triunfo no lo favorecía no aceptaría los resultados.
Desde muy temprano, las boca de urnas apuntaban a una victoria clara de Maduro, pero tras cerrar los centros de votación, el equipo de Capriles comenzó a hacer crecer las expectativas en torno a un resultado muy ajustado. Pasadas más de tres horas del cierre de las mesas, seguía sin hacerse pública la tendencia electoral oficial, lo que multiplicó la ansiedad en ambos bandos.
Capriles aprovechó la incertidumbre del pueblo para asegurar vía Twitter que las cosas habían cambiado desde los comicios de 2012, mientras Maduro, cuya cuenta fue hackeada, esperaba los resultados en el Cuartel de la Montaña, donde descansan los restos de Chávez.
Finalmente, Capriles tuvo razón, pero no toda la razón. La distancia entre la oposición y el chavismo fue prácticamente inexistente, a pesar que en 2012 era de 11 puntos. Sin embargo, el desempeño electoral del gobernador de Miranda no fue suficiente para enterrar la candidatura oficial, a no ser que sus reclamaciones sobre el proceso prosperen.

Maduro y la difícil tarea
Maduro, que nunca se había medido en una elección, y que no cuenta con el carisma de su antecesor, debía ser capaz de mantener agarradas las filas chavistas y movilizar a buena parte de los más de ocho millones de venezolanos que habían reelegido en octubre de 2012 a un Chávez con una salud deteriorada.
El principal activo de Maduro era, por tanto, haber sido señalado como sucesor por el propio Chávez, y este fue su argumento central en su aparición en los medios, incluyendo unas singulares declaraciones en las que aseguraba que el expresidente le había hablado a través de un pajarito. Las memorias en honor al fallecido comandante constituyeron el trampolín de campaña para el ex canciller, quien no dejó de recordarlo en cada alocución y en muchas era acompañado por las hijas del propio Chávez. Maduro llegó a alertar de que una derrota suya supondría el “fin de la patria socialista”, pero, finalmente, sus más fieles no le fallaron, y pudo vencer a Capriles.
Es que Chávez, entre 1999 y 2013 construyó un poderoso relato basado en la victoria de los débiles sobre la llamada burguesía. Chávez fue el encargado de resucitar a una Venezuela sumida a los dominios de un Estados Unidos impiadoso que condenaba a su pueblo al hambre mientras explotaba sus riquezas petroleras. Así, convirtió a Venezuela en “Bolivariana” y los ministerios pasaron a denominarse del “Poder Popular”.

Capriles y los símbolos nacionales
La estrategia de la oposición fue variando hasta asumir parte de los conceptos chavistas, tratando de acabar con el rechazo de una parte importante de la población, sobre todo después de La muerte del comandante Hugo Chávez.
No solo eso, sino que en su segunda etapa como candidato presidencial, Capriles, no se reconoce como un político conservador, sino admirador de la vía brasileña inaugurada por Lula. Además trató de unir su imagen a la de la bandera venezolana, utilizando de forma recurrente sus colores en gorras y camisas. De esta forma, intentaba transmitir un mensaje de unidad y un perfil más popular. Pero esta guerra simbólica y de desafío al chavismo alcanzó su apogeo en esta campaña, cuando el comando de apoyo a Capriles se bautizó como Simón Bolívar, mientras que el de Maduro se denominaba Comando Hugo Chávez.
Capriles también se esforzó por ahuyentar el miedo de las clases populares a sus medidas, por lo que se comprometió a respetar las misiones sociales creadas por Chávez, garantizar la propiedad pública de la empresa nacional de petróleo PDVSA, aumentar los salarios o blindar las pensiones. Un discurso completamente contrario al que ofrecía en octubre cuando intentaba ganarle a ex presidente.
No obstante, este esfuerzo de mutación de la derecha hacia lo popular no fue suficiente, y una vez más se quedaron del lado de afuera de las puertas de la victoria, ya sin Chávez como adversario pero con un Nicolás Maduro que promete dar batalla ante los zapateos de la oposición y no abandonar la revolución.
TIEMPO ARGENTINO