“Todos tenemos la semilla de infinitas cosas”

“Todos tenemos la semilla de infinitas cosas”

Por Victoria Molnar
También poeta y fotógrafo, quien interpretó a Aragon en El señor de los anillos, es un artista completo que no precisa presentación. Viggo Mortensen está en pleno lanzamiento de Todos tenemos un plan, ópera prima de la directora argentina Ana Piterbarg, que se estrena el próximo viernes en Montevideo y en la que actúa junto a Soledad Villamil, Daniel Fanego y Sofía Gala. Allí tiene un rol dual (interpreta a los gemelos Agustín y Pedro), en una búsqueda existencial que se desenvuelve entre Buenos Aires y el universo con rasgos quiroguianos del Tigre.

-¿Cómo te resultó lanzarte a protagonizar una película argentina que además es una ópera prima?
-Me gustó mucho por el vínculo que tengo con el país, fue para mí algo deseado y muy especial. Ahora me siento completamente parte de la historia del cine argentino y espero que no sea la última película argentina que haga. Además me siento orgulloso porque soy parte del buen cine argentino, es una película original e interesante, no es que yo iba a hacer cualquier cosa por tener el placer de decir finalmente rodé algo en Argentina. Además, el nivel de cine es tan o más alto que en muchos otros países en los que he trabajado porque hay una tradición fuerte y una formación rica que se ve en los técnicos, directores y actores que aquí trabajan y que también lo demuestran cuando van al exterior. Tuve el agrado de acompañar a Ana (Piterbarg) en su ópera prima, ver su alegría y como se fue soltando. Fue muy lindo eso y fue una gran capitana de barco con la capacidad de adaptarse a condiciones que siempre cambian: clima, tráfico, un actor que no tiene un buen día… Se generó un clima muy humano en el equipo, casi de familia, y cuando eso ocurre en una producción ya empezás bien. He trabajado en superproducciones donde la gente se ha portado muy bien y es como estar rodando con 20 personas, experiencias muy íntimas y he trabajado en películas pequeñas donde tiene un tirano de director y el trabajo se hace distante, largo y pesado.

-En idioma español ya habías protagonizado la película “Alatriste” de Agustín Díaz Yanes. ¿Cómo fue la construcción de estos dos hermanos gemelos con modismos de raigambre rioplatense?
-Fue muy interesante y divertido. Porque no sólo había que diferenciarlos a nivel de la pinta, como se vestían, sino también mediante el lenguaje corporal y la forma de hablar. En el caso de estos hermanos se criaron juntos, son muy parecidos o idénticos a nivel físico y de inteligencia, pero sus vidas tomaron por caminos muy diferentes y entonces tienen círculos sociales totalmente diferentes y eso afecta todos sus comportamientos, y por lo tanto su forma de hablar. Son matices de tono de voz que en el exterior no los van a notar pero alguien de Uruguay o de Argentina seguramente sí.
Tengo la ventaja de haberme criado acá y hablar como un porteño no me cuesta, el tema era definir qué tipo de porteño y Agustín es un tipo de clase media, profesional y entonces me surgió cierta cortesía superficial, una amabilidad de decir cosas por quedar bien. Y en cambio Pedro es lo opuesto y no hace ningún esfuerzo por quedar bien con nadie, dice lo que piensa y hace lo que quiere y, aunque también oculta, se permite una libertad de expresión que para su hermano es irritante pero imagino a la vez atractivo… El tema de lograr esos matices me atrajo mucho como actor, pero a la vez era difícil armarlo y a la cuestión dual se le agregó la transformación a nivel identidad que Agustín va desarrollando a lo largo de la trama.

-Justamente en el personaje de Agustín hay una violencia latente que genera tensión y suspenso permanentes. Durante tu carrera has realizado otros personajes con impronta violenta. ¿Cómo te llevás a nivel creativo con la violencia? ¿Te cuesta interpretarla?
-La tomo muy en serio. Para mí la violencia tiene que estar justificada y tengo que entender por qué está presente en la trama. No es algo que voy a interpretar porque sí y no me gustan, por muy buenas que sean en todo lo demás, cuando en una película hay escenas llamadas “de acción” o “de violencia” con peleas, explosiones o tiros sin que eso tenga un argumento real. Me aburre y digo: “¡Cuándo va a terminar esto y va a aparecer una escena que pueda creer!” Me gusta que se muestre la violencia tal cual es y en toda su dimensión preferiblemente las consecuencias físicas y psicológicas, que se haga bien y sirva para algo, de lo contrario es como si fuera nada y eso es lo que ocurre con muchas películas que parecen un videojuego. Además la violencia no me es ajena. Yo me reconozco en todos los personajes que hago y considero que me podría reconocer en todos los personajes porque creo que todos tenemos en nosotros la semilla de infinitas cosas, por lo menos al nivel de poder imaginar, decir o hacer cosas terribles, aunque en el plano real no las concretemos. Igual creo que en esta película, la violencia se introduce de forma diferente porque el personaje principal no está acostumbrado a ese comportamiento, y es una expresión de cosas de su pasado que no están resueltas e incluso hay una escena muy compleja en la que la violencia también se mezcla con un pacto y con la compasión.

-Hablás de un pacto y en la película hay muchos pactos de o con el silencio. Y también se utiliza al lenguaje corporal como un registro muy importante que le brinda un ritmo diferente.
-Eso es como componer música, hay que tener un manejo adecuado de los ritmos para saber cuando toca acelerar y cundo amainar. Por un lado, creo que había entendido muy bien estos personajes y entonces me fie de la preparación que hice, y me cuidé expresamente mientras rodábamos para que se vieran en el lenguaje corporal los matices de cada uno. Cuando vi la película completa me gustó como quedaron los dos personajes juntos. Eso en cuanto a mi trabajo, pero lo de los silencios, y que estos funcionen, tiene que ver más con el trabajo de la directora, en que haya estado interesada en filmarlos y no les tenga miedo como para meterlos en el montaje para que sean parte de la construcción final. Se animó a generar un cambio de ritmo, y si bien es verdad que la gente está acostumbrada a un ritmo de vorágine en el cine y la televisión, esta película requiere cierta paciencia y me parece un logro porque habla de su sensibilidad y exige al público un ejercicio de apertura. No es una película de suspenso tradicional.

Un primer encuentro en la sede de San Lorenzo
Durante la entrevista la voz de Viggo suena “bien porteña”, aunque con una calma y sencillez de susurro muy lejanas al ruidoso trajín de la 9 de Julio o de la Nueva York que lo vio nacer, y quizás más afín con su paterna ascendencia danesa. Está vestido a tono con los colores del club de sus amores: San Lorenzo de Almagro, herencia y énfasis permanente de una infancia azarosa en Argentina.
Como si eso no bastara, lleva el escudo de su cuadro en la solapa y en su equipo para mate. “Tomo siempre, pero está con la misma yerba desde la mañana y ya está imposible”, se excusa por no cebar. De hecho, la hinchada del club a modo de broma lo llama cariñosamente “Guido Mortensen” y trasforma a la estrella internacional en un igual.
Fue esa pasión la que lo llevó a rodar en Argentina. Los hijos de la escritora y realizadora Ana Piterbarg iban a natación al Club Atlético San Lorenzo y un día los fue a buscar. Allí estaba Mortensen, al que ella había imaginado en el rol dual de Agustín y Pedro.
Viggo lo cuenta así: “Me dijo: `Soy escritora y vengo acá a buscar a mis niños que están nadando, me gustaría que leyeras un guión mío ya que quiero que lo interpretes`. Le di mi dirección de correo, me lo envió, lo leí y me gustó enseguida, lo vi muy original y muy especial. Entonces, aunque lo pensé, demoré muy poco en responderle, la llamé y le dije: `¡Vamos!`. Hubiéramos querido hacerla enseguida pero tuvimos que esperar y eso fue bueno para nosotros porque pudimos conocernos muy bien”.
Así fue, en palabras del propio Mortensen, cómo se gestó su primera película argentina que lo comprometió al punto de que se convirtió en productor asociado.

Los personajes que rodean a un antihéroe dual
Soledad Villamil (CLAUDIA)
El equipo de producción de “Todos tenemos un plan” es el de “El secreto de sus ojos”, y de ese film previo parece llegar Soledad Villamil, a quien la directora y libretista Piterbarg le ofrece aquí la oportunidad de convertirse en la esposa cinematográfica de Viggo Mortensen.

Daniel Fanego (ADRIÁN)
Su personaje se crió en las islas junto con los dos hermanos, Agustín y Pedro. Nunca salió de allí, ni pudo construirse una vida. Su relación con los demás se basa en un código de supremacía: el más fuerte manda. El actor está en la cartelera con el policial de Eduard Cortés ¡Atraco!.

Sofía Gala (ROSA)
Una seductora y ambigua habitante de las islas, cuyo atractivo puede complicar los sentimientos de algún personaje e introducir un giro a la trama. Hay también una cuota de inocencia en ella, aunque al igual que los demás encierra algún rasgo de carácter impredecible.

“Querían a Viggo hablando en inglés”
La aceptación de Viggo Mortensen fue crucial para lograr llevar a cabo una producción de presupuesto elevado para una ópera prima. Asimismo, según revelaron desde la producción comandada por la prestigiosa uruguaya Mariela Besuievsky, quien desde hace años está radicada en España, muchos interesados en aportar fondos se caían porque “querían a Viggo hablando en inglés”.
“Se trató de un desafío muy grande porque la película planteaba bastantes riesgos, ya que aunque es una propuesta narrativa de suspenso no encaja exactamente en los esquemas clásicos de tipo norteamericano”, señala la directora Ana Piterbarg, agregando que una vez que ella y Mortensen empezaron a trabajar juntos, la experiencia se convirtió en un mecanismo de ida y vuelta que la sorprendió.
“Por suerte fui encontrando mucha gente que se entusiasmaba con el guión, los productores se animaron siendo conscientes de estos riesgos y se consiguió un elenco que apela a un público masivo, lo que está buenísimo”, dice Piterbarg. “A mí me produce mucha admiración todos los riesgos que tomó Viggo, porque en mi caso era mi ópera prima y tenía que tomar riesgos, pero él podía elegir. Fue hecha con un material tan propio y tan íntimo que es una película muy diferente, y por otro lado con su participación cobró una dimensión que yo jamás me hubiera imaginado”.
El guión y el proyecto obtuvieron premios y apoyos internacionales. “Fue algo inusual para una primera película, porque nos apoyaron todos los fondos a nivel latinoamericano e iberoamericano”, destacaron desde la producción. Una vez obtenido el dinero y la estrella internacional, el desafío restante consistió en conformar el resto del elenco: “Había que encontrar un grado de madurez de la actuación para que pudieran trabajar junto a Viggo”, agregan.
Por ejemplo, el personaje de Daniel Fanego, Adrián (un amigo de la infancia de los gemelos de irónica oscuridad) se tiene que plantar frente a Agustín y al mismo tiempo plantarse frente a Viggo Mortensen. “Él es un excelente actor y podría trabajar en cualquier parte del mundo y se llevaron genial”, cuenta también la directora. “Y con Sofía Gala que interpreta a Rosa (una jovencita de la isla) fue otro mundo, me gustó mucho su devolución del guión y consideré que había captado la esencia del personaje o que la tenía en una parte de ella misma que no muestra y su encuentro con Viggo fue también muy especial porque venían de dos caminos muy diferentes”.
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