La fiesta que resiste a las crisis

La fiesta que resiste a las crisis

 

Por Tomás Natiello
La Oktoberfest es tan antigua como la República Argentina y recibe en un solo día tantas personas como las que pasan cada mes por el aeropuerto de Barcelona. Así de grande es esta fiesta sencilla en cuanto a su propuesta, pero compleja por la cantidad de ritos que se deben cumplir. Los que no solo se respetan en Munich, única sede posible de la fiesta original, sino también en las decenas de réplicas alrededor del mundo. Entre ellas, la que organiza la cordobesa Villa General Belgrano, con su tradición de inmigrantes alemanes.
En todos lados la celebración comienza con la Entrada de los Hospederos, un largo desfile de carros cargados de barriles de cerveza, adornados con flores y tirados por caballos. En los carros están los dueños de las tiendas de cerveza, que al tiempo que saludan al público van arrojando bombones a los niños. Luego, se debe disfrutar del concierto de música regional junto a la estatua de la Bavaria, o el sustituto que se tenga a mano cuando la celebración es en otro sitio.
Tras el espiche, la primera jarra de cerveza de la fiesta debe servirse al gobernador bávaro y solo las cerveceras locales pueden erigir una Festhalle o Bierzelt (tiendas de cerveza), en la que entran miles de personas. Estas bierzelte suman 14 y se desparraman por el Theresienwiese, el prado donde se celebró en 1810 la boda entre el príncipe Luis, luego proclamado rey Luis I, con Teresa de Sajonia y Hildburghausen. De la novia viene el nombre del lugar.
A aquella fiesta original fue invitada toda la población de Munich. Hoy, 201 años después, se arman en el mismo sitio las Bierzelte, que suman unos 100.000 asientos entre todas. Por supuesto, en cada una hay bandas en vivo que tocan música tradicional o los últimos hits de cada temporada. La mayoría de la gente acompaña cantando y rara vez bailando, porque no hay demasiado espacio para eso. En determinados momentos se puede escuchar cómo alguien comienza a vocear un refrán o un dicho popular mientras todos los siguen. No es raro que al mismo tiempo cientos de personas se suban a las mesas a la voz de ¡Oans, zwoa, drei, g’suffa!, que en bávaro no quiere decir más que: ¡Uno, dos, tres, bebido! Está claro que la experiencia de probar cervezas de distintas marcas y calidades en algunos casos termina en una simple borrachera o casos peores, como las alrededor de 500 personas que la Cruz Roja deriva cada año a los hospitales por abuso en la ingesta de alcohol.
Diariamente las diversas carpas abren ente las 9 y las 10 de la mañana para continuar vendiendo cerveza hasta la noche. Las dos últimas en cerrar son Käfer Wiesn-Schänke y Weinzelt que permanecen activas hasta la una de la madrugada, aunque la última cerveza se sirve a las 12:15. Por supuesto, hay un horario en el que se restringe la presencia de los niños, que comienza a las 8 de la noche. Otro detalle no menor es que solo hay una medida en la que se sirve la bebida que da vida a la feria. MaB es la palabra clave y se pronuncia “mas”. Es el nombre de las jarras de un litro que se sirve a cada visitante en cada ocasión. No hay otra medida y no está permitido pedir que le sirvan a uno la mitad. Por cada MaB se pagan entre 8,3 y 8,6 euros Además, la cerveza de la Oktoberfest suele diferenciarse de la que se consume habitualmente por su color un poco más oscuro, un sabor algo más fuerte y 4% de graduación alcohólica. Por supuesto, quien viaja desde otro lugar del mundo para ser parte del evento, antes o después de visitar el Wiesn, tendrá la oportunidad de disfrutar de Munich con su enorme densidad cultural y riqueza arquitectónica. Es nada menos que la tercera ciudad de Alemania en habitantes y la capital del Estado libre de Baviera. Sus propios pobladores están orgullosos de haber conservado un pasado histórico certificado por la presencia de las iglesias barrocas y palacios clásicos. Munich es bella, además, por su proximidad a los Alpes y por su agitada vida nocturna y cultural.
Para llegar a la capital bávara existen numerosos vuelos diarios desde todo el mundo, ya que detrás de Francfort es el destino más importante de Alemania y uno de los principales en Europa. Y su estación de ferrocarril recibe más de 800 trenes al día. De modo que incluso la Oktoberfest puede ser el punto inicial de un viaje a cualquier punto de Europa.
EL CRONISTA