Tucumán a través del tiempo

Tucumán a través del tiempo

Por Santiago Igarzábal
Con la apacible cadencia de los valles calchaquíes, la provincia más chica de la Argentina invita a remontarse en el tiempo a través de sitios como El Mollar, Amaichá del Valle y las ruinas de Quilmes. A través de esta región, y con el aire puro de los cerros, Tucumán invita a recorrer tierras donde historia, paisajes, arqueología y tradiciones precolombinas conforman una región de atractivos únicos.
Es un recorrido ideal para hacer en auto. Desde la capital provincial un buen comienzo será tomar rumbo sur para pasar por las ruinas Jesuíticas de San José de Lules, donde se conserva una capilla y el claustro, que data de 1670. A 16 kilómetros está Famaillá, localidad que se jacta de ofrecer las más típicas empanadas tucumanas; poco después, en Acheral, habrá que empalmar con la ruta provincial 307 para iniciar el ascenso a los valles. Unos 100 kilómetros separan de El Mollar, incluyendo una parada obligatoria en el Monumento al Indio Calchaquí, que a 1100 metros de altitud ofrece el primer lugar del recorrido desde donde es posible observar una gran vista panorámica.
Historias de menhires
La calma se respira en cada rincón de El Mollar. Con los cerros y el dique La Angostura como testigos, esta pequeña villa turística está a 12 kilómetros de Tafí del Valle y se levanta en un lugar privilegiado, cerca del cerro Ñuñorco y rodeado de llamativos paisajes. Es aquí donde se encuentra uno de los enigmas que más ha apasionado a arqueólogos e historiadores del pasado calchaquí: los menhires. Se trata de piedras con más de 2000 años, que llegan a medir tres metros y presentan inscripciones y figuras que han quedado como mudo testimonio de la antigua cultura Tafí. Sus dibujos suelen representar rostros humanos o de animales, sobre todo felinos, y en algunos casos se mezclan o prevalecen las figuras geométricas.
Vale aclarar que la palabra “menhir” es de origen celta y significa “piedra larga”, aunque aquí sería más adecuado usar el término quechua “huanca”, que hace referencia a las entidades que protegen y propician los cultivos y el ganado.
Un museo particular
Siguiendo por la ruta 307, a cinco minutos de El Mollar se pasa por el dique La Angostura, el lago artificial más alto de la Argentina, donde es posible practicar deportes náuticos (windsurf, kitesurf, ski), pesca o sencillamente un paseo en lancha. Poco minutos más adelante está Tafí del Valle, un buen punto para elegir hospedaje, recorrer ferias de artesanías y disfrutar de una tradicional gastronomía con especialidades como humitas, tamales, empanadas, cabrito y locro.
La ruta luego asciende pasando por el punto más alto del recorrido, El Infiernillo, a 3042 metros de altura, donde se nota un punto de inflexión en el paisaje, especialmente porque empiezan a aparecer los primeros cardones, característicos de esta zona. Así se llega hasta la genuina y pintoresca localidad aborigen de Amaichá del Valle, donde podrá conocerse el Complejo de la Pachamama. Se trata de un museo que refleja las costumbres y tradiciones ancestrales de la cultura diaguita-calchaquí, con un sorprendente patio de esculturas y cuatro salas dedicadas a etnología, geología, tapices y pinturas.
El último bastión indígena
Luego de pasar por Amaichá, el próximo destino es las ruinas de Quilmes, lugar que fue el asentamiento prehispánico más grande de la Argentina y hoy constituye uno de los más importantes sitios arqueológicos del país. Vale la pena hacer el recorrido junto a un guía para conocer y entender los detalles de esta construcción.
Su historia es particular. La población de los quilmes tenía un alto grado de organización y una conciencia de grupo que les hizo resistir todos los intentos de evangelización, primero, y de conquista militar, después. De hecho, este lugar fue el último bastión de la defensa indígena ante el avance español. Resultaron finalmente vencidos en 1667 y los sobrevivientes fueron deportados a la provincia de Buenos Aires, a esa misma zona que poco después tomó el nombre de Quilmes.
EL CRONISTA