Habla como un perdedor y tal vez salgas ganando

Habla como un perdedor y tal vez salgas ganando

Por Lucy Kellaway
Cuando vi a Tim Armstrong en la CNN hablando de la brillantez de su decisión de adquirir The Huffington Post, me di cuenta de que no creía una sola palabra de lo que decía.
El consejero delegado de AOL estaba sentado en un taburete con Arianna Huffington a su lado soltando bonitas frases sobre “crear experiencias mágicas con los contenidos” y asegurando lo contentos que estaban todos.
“Las reacciones que hemos observado por el acuerdo han sido abrumadoras”, señaló. “Probablemente hayamos recibido… ¿varios miles de correos electrónicos de todo el mundo?”.
Mi problema no era con el acuerdo en sí, que puede ser bueno. Tampoco con su extraño aspecto de muñecos de plástico, Armstrong como un viril Ken acompañado de una inteligente Barbie Huffington. Ni siquiera se trataba del lenguaje -aunque no pude evitar pensar que si realmente buscaba “experiencias mágicas con los contenidos”, podría haberle ido mejor con Disney que con un portal de Internet que intenta contarnos lo que sucede en el mundo-.
El motivo de mi desconfianza era que acababa de ver un antiguo vídeo en la página de la CNN en el que Armstrong describía sus principios para los negocios. “No consientas declaraciones derrotistas”, instaba. “No las permitas en tu organización. Habla de victoria. Habla de los progresos que estás logrando”.
La insistencia en las declaraciones triunfalistas no sólo resulta de mal gusto, sino que es estúpida y peligrosa. Abstenerse de mostrarse negativos implica ocultar la mitad de nuestra visión -algo catastrófico en los negocios-. La mayoría de las empresas, la mayor parte del tiempo, no ganan. Y cuando realmente van mal encaminadas, es buena idea reconocerlo para ponerle remedio.
La prohibición de Armstrong ni siquiera puede considerarse un elemento de motivación. He trabajado con jefes para los que toda iniciativa representaba automáticamente un triunfo, incluso cuando el resultado era pobre -o incluso un estrepitoso fracaso-. Esto no nos motivaba, sino que hacía que nos sintiéramos cínicos e incómodos.
Por otra parte, las declaraciones negativas pueden resultar motivadoras. En el preciso instante en el que Armstrong aparecía triunfante en el estudio de televisión, se difundía por todo el mundo un extraordinario correo electrónico del consejero delegado de Nokia. Su discurso -en el que explicaba la severidad de los problemas de la compañía- era sumamente derrotista. También era el mejor mensaje de motivación que he visto en mi vida.
Stephen Elop comenzaba su misiva con la historia de un hombre que está en una plataforma petrolífera en llamas y que salta 30 metros para sumergirse en las heladas aguas y salvar su vida. “Nosotros también estamos en una plataforma en llamas”, escribía. El email circuló varios días y, entonces, el viernes se anunció otro mensaje. La inmersión salvadora en las aguas marítimas iba a ser una asociación con Microsoft. Pero antes de que alguien se entusiasme demasiado con la valentía de Elop, cabe recordar su poco tiempo en el cargo, y que lo único que hacía era señalar los problemas que le habían dejado sus predecesores.
El líder empresarial verdaderamente valiente y honesto -que todavía está por llegar- será el que diga: “Estamos sobre una plataforma en llamas, y fui yo el que provocó el fuego”.
EL CRONISTA