La bodega en casa

La bodega en casa

Por Flavia Fernández
Como sucede con tantas cosas en la vida, lo pretencioso destruye lo bel1o. Y en el mundo del vino -aunque algunos se empeñen en sofisticarlo hasta el ridículo- pasa algo parecido.
Desde ya que con los años, las charlas de sobremesa con consumidores premium y alguna que otra degustación, uno termina sabiendo sobre descriptores aromáticos (madera, químicos, balsámicos, tostados, florales, secos, rojos, tropicales y demás), sensaciones táctiles (alcohol, acidez, astringencia) y hasta puede darse cuenta de qué va la cosa solamente apreciando su color.
Pero la realidad es que la sensatez, el me gusta o no me gusta, juega un papel fundamental a la hora de probar, elegir, elogiar y luego comprar.,
Tener una bodeguita en casa no es una sofisticación. Y en eso las mujeres tienen bastante que ver. No sólo comparten el gusto por tomar una copa con sus maridos, sino disfrutan sorprendiendo, trayendo alguna joyita del supermercado, la vinería cercana e incluso están las que descubren algún tesoro-ganga en el mercadito chino del barrio.
“Están quienes tienen el privilegio de tener una cava importante en la casa, con control de temperatura y humedad, muebles hechos a medida para exhibir las botellas, etc. Y existe la posibilidad de comprar una heladera especial para vinos, ubicarla en un lugar estratégico, y listo. Sólo es cuestión de comprar y atesorar. ¿Pero cuánto tiempo? Esa es la cuestión. Porque en general, a diferencia de los vinos europeos, fundamentalmente los franceses, los argentinos no requieren de un tiempo de guarda antes de ser consumidos. En especial los que no han estado en contacto con roble de las barricas, que son la gran mayoría. Es más: algunos de estos vinos de consumo anual envejecen y pierden frescura”, explica el periodista experto en vinos y jurado internacional, Enrique Chrabolowsky.
Los vinos de alta gama suelen mejorar en botella con los años. ¿Pero cuándo comienza a declinar su calidad? Algunas bodegas aventuran que determinadas etiquetas tienen una capacidad de guarda de diez a quince años. Pero parece ser que no hay que tomarse tan a pecho esas instrucciones. Los entendidos coinciden en que eso no es muy serio, que la única forma de saberlo es abriendo la botella y tomándolo. Además hay que saber que los blancos son otro mundo. Salvo algunos Chardonnay, los vinos blancos son para consumo inmediato o dentro del año. Nunca hay que comprarlos con más de dos años de elaborados. Para este motivo es importante incorporar el hábito de leer las etiquetas y ver el año de la cosecha.
Sin cava importante y sin heladera especial, los requisitos para guardar correctamente un vino son varios. En primer lugar, la temperatura no debe pasar los 18°C o 20°C. Paradójicamente, la peor época para conservarlos es el invierno, ya que la calefacción los daña más que el verano y la luz. Además hay que saber que la humedad favorece la guarda: se recomienda por encima del cincuenta por ciento.
Parece obvio, pero una premisa es nunca comprar más vino que el que se pueda guardar en forma adecuada. Como regla práctica hay que saber que conviene atesorar a futuro aquellos que cuesten por encima de los 100 pesos.
Vale la pena detenerse en algunos detalles que hacen a la ceremonia de tomar un rico vi-nito. La copa se debe tomar por el tallo (nunca por la tulipa). Los espumantes deben servirse en una frapera con hielo. Al levantar una botella con ambas manos, la derecha debe sostener por debajo y la izquierda por arriba.
En el mundo del vino hay que armarse con fraperas, decantadores, copas de degustación, sacacorchos y hasta velas, que sirven para iluminar el vino mientras se hace el decantado (el paso del vino de la botella al recipiente de vidrio). Hasta no hace mucho era difícil dar con utensilios interesantes, pero ahora hay montones de vinerías que hasta ofrecen sets olfativos para iniciarse en las notas del vino. Tesoros de guarda y sofistica-dones para impresionar amigos, el mundo de Baco da para todo. Sin duda, un camino que no tiene retorno.
LA NACION