22 Oct Qué nos quita el sueño
Por Clarisa Herrera
Nacho Izaguirre tiene 37años y siempre se definió como una persona “nocturna”. Nada de levantarse al alba, ni resolver cosas por la mañana. Pero esa costumbre se fue acentuando cada vez más y hoy no se duerme antes de las 3 AM. Con un pequeño detalle: a las nueve tiene que estar arriba para ir a trabajar… Seis horas de sueño, más una jornada laboral que va de 10 a 18, lo dejan más que cansado. “Es como un círculo: llego a mi casa a las 19, pero estoy muerto”, dice. Si no duerme siestas de una hora, entonces va al cine, mira tele o juega al fútbol con sus amigos. Después cena con su novia y recién a eso de las 23 enciende la computadora. A veces lo hace en el escritorio, café de por medio. Y muchas otras, desde la cama.
“Yo trabajo como administrativo en una universidad, pero también estudié cine y tengo un blog que se llama Hacerse la crítica ; lo actualizo todos los días, eso es básicamente lo que me quedo haciendo”, cuenta. Claro que esa tarea, que podría llevarle una hora como mucho, suele estirarse más a partir del uso de redes sociales. “Te ponés a chatear. Empezás preguntándole algo a alguien y terminás en conversaciones de una hora y media. Cuando querés acordarte, no te das cuenta de cómo pasó tanto tiempo”, explica.
Como él, son muchas las personas para las cuales la noche se ha convertido en el momento de “cerrar pendientes”: contestar mails, enviar ideas que el jefe espera, esbozar nuevos proyectos o terminar el reporte para el día siguiente. Si las tareas laborales están cumplidas, hay que ponerse a tono con las actualizaciones de Facebook, chequear Twitter o navegar por laWeb.
Miles de argentinos han incorporado estos hábitos a la vida nocturna y la conexión con smartphones , tablets o la compu invade un momento en que el cuerpo requiere tranquilidad. “Estas actividades producen dificultad para conciliar el sueño. La estimulación de los dispositivos aumenta la actividad eléctrica cerebral, lo contrario que debería ocurrir previo al sueño”, aclara la licenciada Laura Jurkowski, directora de Reconectarse, centro de tratamiento especializado en uso abusivo de la tecnología.
Cada hora que se escatima al descanso se agrega a una cuenta intangible denominada “deuda de sueño”, que reduce nuestra capacidad productiva.
Según datos de Drom-Cronobiología, en la Argentina cuatro de cada diez personas duermen seis o menos horas por día, dos horas menos que hace treinta años. ¿Las causas? En gran parte, el uso excesivo de tecnologías que inducen a perder la noción del tiempo y el espacio.
“A la noche, cuando termina la jornada laboral y me voy a descansar, tomo la tablet o el smartphone, y leo los diarios. Después, para relajarme juego al solitario o Klondike en partidas infinitas, con lo cual no me duermo nunca antes de las 2 AM. Hay veces que suelo despertarme alrededor de las 4, desvelado, y vuelvo a jugar. Llegan las 7 y me tengo que levantar”, afirma el empresario José Alberto Calderón, de 38 años.
Los hábitos poco saludables de sueño no son gratuitos: “La deuda de sueño crónica reduce la capacidad de reacción de las personas hasta diez veces”, puntualiza Daniel Vigo, investigador del Conicet y docente en la UCA. Según el último Barómetro de la Deuda Social, investigación de la Universidad Católica Argentina (UCA), que incluyó un estudio de trastornos de sueño, existe un mayor porcentaje de hombres (17%) que de mujeres (13%) que duermen menos de seis horas, en tanto que la mala calidad de sueño afecta en mayor proporción al sexo femenino. Además, un 22% manifestó experimentar de alguna forma somnolencia diurna.
SOCIEDADES 24/7
La reducción en cantidad de horas que duerme un adulto promedio se vincula con las Sociedades 24/7 (veinticuatro horas, los siete días de la semana). “Es un fenómeno de los grandes centros urbanos, sociedades que están en funcionamiento continuo y personas que necesitarían dormir más, pero duermen seis o menos horas por día”, destaca Daniel Leynaud, director de Drom-Cronobiología.
“Nunca puedo dejar de contestar los mails, sean consultas de mis clientes o personales -se lamenta Marina, una diseñadora de páginas web de 28 años-. A la noche, no logro desengancharme y cuando tengo un rato para distraerme, chateo con mis amigos, o tuiteo. Me termino quedando hasta muy tarde, navegando sin rumbo. Al otro día, me cuesta levantarme y muchas veces me quedo dormida. Otras voy a trabajar después de tomarme un enorme café, que no siempre me ayuda a rendir lo máximo.”
Todo parece indicar que las sociedades posmodernas exigen a las personas tocar sus propios límites. “La tecnología llega para liberarnos, pero, en realidad, nos exige un desgaste para estar atentos y vigilar. Ese estado de alarma constante quita espacio para el descanso que es el verdadero combustible para rendir plenamente”, señala Beatriz Vuelta, psicóloga cognitiva y especialista en trastornos de ansiedad.
Según Vigo, la evolución nos preparó para estar activos durante el día y dormir por la noche, situación que fuimos alterando. “Con la aparición de la luz eléctrica esto cambia, cuando la vigilia invade la noche atenta contra nuestro reloj biológico natural”, aclara.
Estar conectado 24/7 dificulta poner límites al trabajo. “Sin querer se sigue recibiendo y respondiendo fuera de horario, paradójicamente la manera de distraerse es a través de las mismas pantallas”, plantea Jurkowski.
Mercedes Rilo, de 36 años, se levanta todos los días a las 7 AM, pero jamás se duerme antes de la una. Es responsable del Departamento de Prensa de Surreality Marketing & Publicity, y admite que todos los días se queda hasta tarde contestando mails laborales. “Cuando entra un mail que no respondo, sueño con eso como un problema que quedó en el tintero”, admite, entre risas. Además, los clientes la llaman a cualquiera hora, incluso fines de semanas. Y si a eso le suma el tema de las redes sociales, que la distraen “un 70 por ciento”, el combo es potente. “Me siento cansada, mucho más a estas alturas del año”, asegura Mercedes. Aunque ahora no está en pareja, también aclara que esto llegó a repercutir en su vida amorosa: “Siempre salí con gente que trabaja de lo mismo que yo y maneja los mismos horarios, sino imposible”.
Algo parecido le pasa a Paola Camsen, de 30 años, que no cierra los ojos antes de las cuatro de la mañana. Trabaja en Buenos Aires para una agencia de viajes de Mendoza y se ocupa de subir los contenidos a la página online. Antes de irse a acostar, hace una lista de pendientes del día en el bloc de notas de su celular y a las 8 AM se levanta para ver si hay novedades de la agencia. De acuerdo con Jurkowski, seguir utilizando dispositivos tecnológicos en la previa al descanso produce tensión: “Se liberan hormonas como el cortisol, que dificultan el sueño y las luces de los dispositivos electrónicos inhiben la secreción de melatonina, que ayuda a inducir el sueño”, apunta.
“La energía extra que se le quita al descanso trae consecuencias desde lo emocional, la salud o nuestros vínculos”, agrega Vuelta. No es difícil deducir que en el ámbito laboral es donde la falta de sueño puede acarrear mayores consecuencias. De ahí que en la Argentina empiecen a aparecer cosas como siestarios, estaciones de sueño (donde se mide cómo las personas están durmiendo) y programas de difusión de hábitos del dormir.
Esteban Maskin, publicista de 42 años, se hizo fanático de estas opciones. Dos veces por semana, va a Flow Spa Express, donde está su siestario de cabecera, en pleno microcentro. Padre de cuatro hijos, de los cuales una es una beba de dos meses, confiesa dormir muy poco. “No sólo me quedo resolviendo cosas laborales, sino que, cuando al fin me acuesto, me despierto cada tres horas porque mi mujer tiene que amamantar a la beba -explica-. Al día siguiente, después del almuerzo, me desmayo.” Como su oficina está en Núñez, aprovecha cada vez que tiene reuniones con clientes en el centro para sacar turnos. Ahí, en un gabinete con luz tenue y música suave, Estaban tiene sus 40 minutos de paz. O sea, de sueño reparador. Cuando le avisan que es tiempo de despertar, se siente otro. “Salgo renovado”, asegura. ¿La última novedad? Siestarios que empiezan a llevarse, directamente, al lugar de trabajo: las primeras áreas de siesta o power nap de 20/30 minutos se colocaron en el grupo de medios que incluye Rock & Pop, Metro y FM Blue. Y la idea es propagarlas en cada vez más empresas. “Recién en los Estados Unidos se está empezando a mirar al sueño como otro pilar de la salud”, subraya Leynaud.
Lejos de ser una pérdida de tiempo, la siesta repararía las falencias que imprime la falta de sueño nocturno. “En los momentos del día que sufrimos somnolencia, una siesta controlada compensa parcialmente las exigencias del día y las deudas de sueño”, aporta Vigo.
Aun así, el cambio de hábitos aparece como primer paso para lograr una calidad de sueño saludable. “En los últimos meses, estoy intentando irme a dormir sin llevar mis dispositivos al cuarto y así evitar revisar redes sociales y mails -cuenta Manuel Portela, investigador en Urbanismo-. Para mí, es complejo porque casi todo lo hago desde un dispositivo, celular o iPad y si no miro una película online o programo una aplicación. Puedo pasarme una semana encerrado, dormirme a las 4 AM y levantarme a las 8 para seguir. Así termino alienado y después me cuesta mucho socializar, pero bueno estoy apostando por el cambio”.
LA NACION