06 Apr Con sello de autor
Por Giorgio Benedetti
Cuando se habla de vinos, específicamente de la identidad de un vino, hay dos elementos que son insoslayables. Uno es la zona donde crece la vid: un clima determinado, con un perfil de suelo, con una topografía, con un tipo de amplitud térmica, darán un tipo de frutos y en consecuencia un vino particular. Eso por un lado. Por el otro está la mano del hombre, la impronta de una persona que busca deliberadamente elaborar un estilo de vino determinado. A grandes rasgos, podríamos decir que estos son los dos elementos más trascendentes de un vino; la región donde nacen las vides y el trabajo de las personas encarnan los conceptos claves en la elaboración de un vino: el de terruño.
Justamente de este segundo punto trata este artículo: cada vino tiene su artífice o, para decirlo con mayor precisión, su inmensa cantidad de artífices, que van desde el podador hasta la persona que decidió hacer los trabajos en bodega, o dejarlo en barricas americanas y no francesas.
Así es el vino: una concatenación de procesos parciales trabajados por un vasto número de humanidades que, con más onda o menos onda, con más o menos vocación, los ejecutan.
Ahora, ¿qué sucede cuando en gran parte de esos momentos hay una figura responsable detrás? ¿Qué pasa si en la mayoría de las instancias decisivas del proceso productivo de un vino, es una sola la persona la que definió cómo se poda, cuánto se le deja de producción a la planta, en qué punto de madurez se cosecha, cómo se trabaja el mosto, qué levaduras se usan, a qué barrica va y por cuánto tiempo? ¿Eso es finalmente un vino de autor? Digamos que, técnicamente, si se quiere, sí, eso es un vino de autor. Pero de una manera no técnica -y más ligada a la intimidad del vino- puede decirse que, en realidad, el hecho de estar detrás de cada momento lo que le permite a un hacedor de vinos es la chance de aplicarle su propia impronta, su propia intención, su argumento. Ahí está; los conceptos de impronta, intención y argumento son capaces de definir bastante bien lo que un vino de autor debería ser. Aquí algunos grandes ejemplares.
Noemía 2009
Noemía, Río Negro, $ 590
Un vino fuera de serie con la impronta del enólogo danés Hans Vinding-Diers y la identidad del terruño Valle Azul, en Río Negro. Un Malbec de alta complejidad, con notas sutiles a oliva, algo minerales y silvestres. En el paladar en consistente, sólido, y muy compacto, a la vez que fresco, sugestivo y redondo. Un vino francamente emocionante, de gran permanencia, para guardar por mucho tiempo y disfrutar en grandes ocasiones.
94 puntos
Bressia Profundo 2007
Bressia, Mendoza, $ 255
Gran trabajo el de Walter Bressia, enólogo de trayectoria seria y sensata. Este es un blend moderno aunque de perfil argentino y nada fashion; con aromas a violetas y un paso por boca poderoso, de gran fuerza y algo dulzón. Bien por su armonía entre fruta y madera y por su paso nada denso, sino más bien fresco y agradable. Además, gran elegancia en su estilo tradicional.
92 puntos
Montesco Parral 2010
Passionate Wines, Mendoza, $ 98
Matías Michelini, uno de los enólogos que marca la pauta de la nueva enología, hizo un excelente blend de 40% Malbec y partes iguales de Cabernet Sauvignon y Bonarda, de parrales plantados en 1970. Un tinto de aromas sueltos y especiados típicos del Valle de Uco, equilibrado, de perfil moderno y paladar fresco, fluido y de gran acidez. Aunque tiene sus taninos presentes y muy buena estructura, está para disfrutar ya aunque esté un poco joven.
90 puntos
Hubert Weber Winemaker Selection 2007
Hubert Weber, Mendoza, $ 150
Diferente a todo es este blend de aromas calcáreos aunque maduros y un poco alocados. De perfil más bien europeo, es jugoso y fluido pero a su vez muy concentrado y con volumen de boca. Tiene una gran acidez, y los taninos aún muy marcados, así que mejor guardarlo al menos un año más.
90 puntos
Miras Malbec 2008Familia Miras, Río Negro, $ 120
El perfil de Marcelo Miras, enólogo de gran experiencia en la Patagonia argentina, está claramente expresado en este varietal que al principio se muestra algo cerrado y poco expresivo, dada su concentración. Es un tinto de aromas algo resinosos y minerales (además de un toque de regaliz) muy compacto en boca, algo maduro de fruta, aunque muy seductor para quienes gustan de los vinos de tinte moderno.
89 puntos.
EL CRONISTA