Un singular ejemplo de pensamiento creativo

Un singular ejemplo de pensamiento creativo

Por Alberto Cassano
Es la tensión entre la creatividad y el escepticismo la que ha producido los resultados más imponentes e inesperados de la ciencia. Carl Sagan.
Se trata de un ejemplo de creatividad que publiqué muy resumidamente hace muchos años en este mismo diario sin conocer entonces el origen que hoy se le atribuye. El relato que sigue, ha sido rescatado de un sitio web en español, denominado Innovaforom y adaptado por mí. Pero puede ser hallado en muchísimos otros. Y me atrevería a decir que su contenido es auténtico, pero la atribución del mismo a dos ilustres físicos que obtuvieron sus respectivos premios Nóveles, podría no estar históricamente comprobada.
Dicen que Sir Ernest Rutherford, físico neozelandés, que propuso uno de los primeros modelos sobre la estructura del átomo y a quien se atribuye el descubrimiento del núcleo atómico y fue Premio Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota de uno de sus discípulos:
“Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que éste afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada. Profesores y estudiantes acordaron pedir el arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo. Leí la pregunta del examen y decía: ‘Demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un Barómetro de Fortín’. (Ver Figura) (1).
“El estudiante había respondido: se lleva el barómetro a la azotea del edificio y se le ata una soga muy larga. Se lo descuelga hasta la base del edificio, se hace una marca en la cuerda y se mide. La longitud desde el comienzo de la soga hasta la marca es igual a la altura del edificio. Realmente, el estudiante había planteado un serio dilema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente. Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de su año de estudios, al obtener una nota muy alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel, porque no había empleado la física. Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta; pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física. Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas. Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara. En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: se toma el barómetro y se lanza al suelo desde la azotea del edificio y se calcula el tiempo de caída con un cronómetro. Después se aplica la formula que vincula la altura de caída, el tiempo empleado en caer y la aceleración de la gravedad (2). Y así obtenemos la altura del edificio. Claro está que el barómetro se va a romper. En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dio la nota más alta.”
“Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta. Bueno, respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, se toma el barómetro en un día soleado y se mide la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción de semejanza de triángulos (3), obtendremos también la altura del edificio. Perfecto, le dije, ¿Y de otra manera? Hay varias, contestó, éste es un procedimiento muy básico: para medir un edificio, pero también sirve. En este método, se toma el barómetro y se sube por las escaleras del edificio, desde la planta baja. A medida que subo las escaleras, voy marcando la altura del barómetro y cuento el número de marcas hasta la azotea. Multiplico al final la altura del barómetro por el número de marcas que hice y ya tengo la altura. Este es un método muy directo. Por supuesto, si lo que se quiere es un procedimiento más sofisticado, es posible atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. (Corrijo acá las poco claras versiones de la web). Si medimos el período (tiempo) de oscilación del péndulo en la planta baja y en la azotea; como su movimiento depende del valor de la aceleración de la gravedad, que por su parte, varía con la altura, podemos conocer ésta, con una fórmula muy sencilla (4). En fin, concluyó, existen otras muchas maneras. Probablemente, la mejor sea tomar el barómetro y golpear con él la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle: ‘señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo’.
En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema que es que la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos alturas diferentes (5) nos proporciona la respuesta buscada. Evidentemente, dijo que la conocía, pero que durante sus estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.”
Dicen que estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de Física en 1922, conocido por perfeccionar el modelo del átomo de su maestro, incorporando protones, neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica y el primero en proponer la teoría, tal vez rudimentaria, de los orbitales moleculares.
En resumen, no se puede pensar que toda la creatividad tiene un origen genético. Depende ciertamente de cada persona y del contexto en que se desenvuelve, pero también de su actitud para afrontar lo inesperado y la voluntad de empeñarse en la búsqueda constante de siempre mejores soluciones.
¿Están nuestros maestros y profesores preparados para enseñar utilizando el pensamiento creativo y el pensamiento crítico? Creo que la mayoría no. Y no es culpa de ellos. Los llamados expertos, les han ocultado esta visión porque da mucho más trabajo implementarla. Posiblemente ellos han oído de ella, pero no saben enseñarla. A esto me refería en el primer artículo de esta serie al mencionar “los problemas de formación”, cuya solución tiene costos muy importantes y obstáculos sociales no muy fáciles de salvar. De allí que siempre haya opinado que cualquier proyecto serio sobre educación, pasa por reformar totalmente los planes de estudio de los establecimientos donde se forman profesores y maestros. Cambiar esta estrategia, por la mera modificación del currículo de los planes de estudio de los alumnos, es poner el carro delante del caballo.
EL LITORAL