28 Mar Lo mejor es compartir
Por Luis Aubele
uándo fue la última vez que te reíste a carcajadas desde adentro? ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste orgulloso de vos mismo? Apuesto que había otras personas presentes en ese momento. Porque no se pueden vivir plenamente las emociones si no hay otras personas alrededor para compartirlas”, asegura la psicóloga estadounidense Amit Oren, enrolada en la corriente de la psicología positiva, que llegó a Buenos Aires invitada por la Universidad de Palermo.
Soledad acompañada. “Pero uno de los mayores problemas del globalizado hombre contemporáneo es el aislamiento social. Curiosamente se siente solo en medio de ciudades superpobladas, contaminadas, saturadas de información. Entre tanto, los investigadores están cada día más convencidos de que uno de los pilares que llevan al florecimiento del hombre son las buenas relaciones humanas. Precisamente, uno de los motivos por los que me encanta la Argentina es porque hay lugares para sentarse a conversar con amigos y tomar café”, sigue.
Las causas. “Hay varios motivos para este sentimiento de soledad -anuncia-. Primero, porque ya no vivimos en comunidades y las familias, el centro de la comunidad, están fracturadas. A partir de ahí aumenta el sentimiento de aislamiento. Además hay una terrible falta de compromiso con la vida del otro.”
Relaciones que alargan la vida. “Es extremadamente importante el lugar que la psicología positiva le da a las relaciones. Por ejemplo, a mis alumnos de la Facultad de Medicina de Yale les enseño cómo hablarles a los pacientes, porque generalmente tienen muchos conocimientos técnicos, pero no saben dirigirse a los pacientes. También sabemos que las relaciones tienen un componente biológico. Por ejemplo, las personas que tienen amigos viven más tiempo y las personas que están felizmente casadas también.”
Aceptar los sentimientos. Ahora la gente no quiere sentir los sentimientos, no quiere conservarlos. Se vive una época en que si se siente tristeza siempre hay una píldora para sentirte mejor. “Como vivimos demasiado rápido, también queremos que nuestros sentimientos sean rápidos. Si alguien se muere, estoy triste y lo siento durante 10 o 15 minutos. Después tomo algo y todo se reduce a un mal recuerdo. Tengo pacientes que me consultan porque tuvieron una pérdida hace meses y no quieren sentirse tristes. Me piden que les recete algo. Pero como ser humano, lo natural, lo sano, es sentirse triste. Los sentimientos surgen por sí solos y no salen de una canilla que se puede abrir o cerrar. La única opción es expresarlos, porque son una parte profunda de nuestra naturaleza.”
Cambios que ayudan. Tradicionalmente la psicología era algo muy intelectual, por eso siempre se termina hablando de sentimientos negativos, porque de alguna manera los conflictos y los sentimientos negativos parecen ser más intelectuales, profundos e interesantes. “Parecería que los sentimientos positivos tiene mala reputación. Como psicóloga no me avergüenza sugerir cambios en el estilo de vida que ayuden a la gente a ser más feliz. Por ejemplo, salir, estar en contacto con la naturaleza, sentarse en una plaza 15 minutos, en una playa, mirar las olas, mirar el atardecer, escuchar y disfrutar los sonidos. Es fundamental volver a encontrar el equilibrio interno, así que recomiendo a mis pacientes a que salgan a buscar lugares de silencio.”
La utilidad de la pasión. “La ciencia dice que las personas que tienen alguna clase de actividad espiritual son más felices, más sanas, viven más y tienen mejores relaciones”, indica Oren. Y sigue con sus recomendaciones: “También es muy útil desarrollar una pasión. Una pasión, pero no una obsesión”.
Cuando fluye. Finalmente, para la psicología positiva hay un concepto que se denomina fluir o flujo ( flow , en inglés), desarrollado por Mihaly Csikszentmihalyi, decano del departamento de Psicología de la Universidad de Chicago. Según sus palabras: “Es la alegría, la concentración en lo que hacemos, que se vuelve tan intensa que no podemos pensar en cosas que no tengan que ver con lo que estamos realizando. La conciencia de uno mismo desaparece y el sentido del tiempo se altera. Una actividad que produce tales experiencias es tan agradable que las personas desean realizarla por sí misma, sin preocuparse por lo que van a obtener de ella, aunque sea difícil o peligroso”. Es un estado de plenitud vital.
LA NACION