26 Mar Japón cambia su estrategia para enfrentar catástrofes naturales
Por Mure Dickie
Desde que el terremoto grado 9 y tsunami asolaron la costa noreste de Japón el 11 de marzo y mataron a casi 20.000 personas, los científicos se están replanteando los viejos supuestos sobre el riesgo sísmico del inestable archipiélago. Sus simulaciones sugieren que una ola provocada por un terremoto de similar magnitud pero más al sur podría devastar costas mucho más pobladas e importantes económicamente. Según algunas estimaciones, podrían morir diez veces más personas.
Si eso no suena suficientemente aterrador, los científicos también creen que la megaciudad de Tokio, que alberga 35 millones de habitantes y genera más de un tercio del PIB de Japón, podría ser vulnerable a terremotos mucho más fuertes de lo que se pensaba.
Estos escenarios están ayudando a impulsar una amplia revisión de la planificación de emergencia, un proceso que tendrá profundas implicancias para el gobierno y las empresas en la tercera economía del mundo, y que se convertirá en una importante referencia para todo el mundo.
El terremoto y tsunami de 2011 fueron mucho mayores de lo que estaba contemplado en la planificación oficial. La costa noreste es una de las más amuralladas del mundo, pero pocos de sus diques eran suficientemente altos para detener las olas. De hecho, en algunos casos, sólo crearon una mortal sensación de falsa seguridad.
El gobierno japonés se está preparando para revelar los nuevos escenarios para las regiones vulnerables, los cuales incluyen la posibilidad de enormes pero poco frecuentes movimientos sísmicos como los del 11 de marzo de 2011, que se cree fueron los más fuertes que golpearon el mar noreste en más de 1.000 años.
Ninguna región de Japón está a salvo pero los planificadores se están enfocando particularmente en el riesgo de un tsunami cerca del estrecho de Nankai, al sur de las islas principales de Honshu y Shikoku.
Yoshiaki Kawata, director de la facultad de Ciencias y Seguridad de la Universidad de Kansai, planteó en descarnados términos las posibles consecuencias para la ciudad portuaria de Osaka, uno de los centros industriales más importantes del país. Un tsunami tras un terremoto grado 9 inundaría enormes áreas de la ciudad, que está construida casi al nivel del mar, y cubriría completamente sus centros comerciales subterráneos. Hasta unas 100 mil personas podrían morir, dijo, con igual número de víctimas en otras regiones de la costa.
Pero además está el Gran Tokio, donde el temor de los japoneses al tan esperado “gran terremoto” sigue vivo debido a los frecuentes temblores registrados el año pasado y a las especulaciones de que el sismo de 2011 afectó las fallas geológicas que rodean la ciudad.
No existe consenso científico sobre si esto es cierto, pero el gobierno está revisando su planificación, que se basaba en un terremoto grado 7,3 en Tokio. El ministro japonés para el manejo de desastres, Masaharu Nakagawa, comentó que la revisión probablemente contemple un escenario que incluya un sismo grado 8.”
Otro cambio de enfoque surge de la distinción entre preparativos para desastres relativamente frecuentes pero manejables y aquellos que son raros y casi imposible o demasiado costosos de evitar completamente. “Hasta ahora, la planificación se enfocaba en la prevención, por ejemplo, levantando murallas más altas contra los tsunamis”, contó Nakagawa. “Recién ahora estamos comenzado a reconocer realmente que lo importante es crear un sistema basado en la idea de mitigar los efectos de los desastres”.
Eso significa en parte aceptar que no se puede proteger a todas las comunidades costeras. En cambio, se debe garantizar que morirá la menor cantidad de gente posible. En Osaka, las autoridades están buscando formas de asegurar el acceso a edificios altos para quienes pudieran quedar atrapados en zonas bajas, y trasladar los almacenes con alimentos para emergencia a lugares más elevados.
Se va a requerir una gran cantidad de construcciones nuevas. Esta semana, la ciudad de Omaezaki, al sur oeste de Tokio, inauguró una torre de evacuación de doce metros que podría refugiar a 100 personas.
EL CRONISTA