23 Mar El legado del mítico Don Pancho Ramos
Por Ricardo Saguier
a Chacra de Los Tapiales es un magnífico Monumento Histórico ubicado dentro del Mercado Central de Buenos Aires. Es una casona misteriosamente mágica que concentra buena parte de la historia de la Nación. En ella dejaron su impronta los hermanos Liniers, Altolaguirre, Francisco Hermógenes Ramos Mexía, sus hijos Exequiel, Francisco y Matías, sus yernos Madero y el Capitán de Elía, el General Lavalle, José Luis Molina, el Comandante Lara y Agustín de Elía, entre otros.
Uno de sus propietarios fue Francisco H. Ramos Mexía, verdadero héroe de aquellos tiempos, acallado luego por la historia. Su vida, de características dramáticas, estuvo junto con la de Belgrano, Moreno y Castelli, quienes gestaron una incontenible voluntad de ser, de entrar en la historia transformados en una Nación.
En aquel tiempo los límites de la civilización llegaban hasta el río Salado, luego del cual se hallaban sólo desiertos vacíos, extensos y por sobre todo temidos, especialmente por la presencia del indio. Don Pancho Ramos, como se lo llamaba, se lanzó no sólo a poblarlos, sino también dando el ejemplo al integrar al aborigen en la civilización cristiana. Propuso además un plan productivo para poblar la pampa, que de cumplirse seguramente hubiese evitado las grandes concentraciones que hoy padecemos.
Por sus ideales predicados y vividos poseía una enorme autoridad moral y desde Maipú su voz era escuchada como la voz de un profeta en el desierto clamando por su gente contra espurios intereses. Transmitía un mensaje de paz y aplicaba el Evangelio a la vida en sociedad, siendo algunos de sus principios la solidaridad y la igualdad de oportunidades.
Su vida es también una lección de un valor hoy olvidado: la lealtad. El fue leal a sus indios, a quienes representaba, y sus indios le fueron leales aun después de su muerte. Tal era la amistad y admiración que por él sentían que secuestraron su cadáver y hasta hoy se desconoce el lugar de su entierro. Tras su muerte, y en el afianzamiento del país, siguieron hitos plenos de gloria y romanticismo, de patria y de valor, que llenan de orgullo a los argentinos. Ya en 1910, habiendo logrado la paz interior y dominado el desierto, el país se mostraba como una nación moderna. La Chacra de Los Tapiales participó entonces activamente de ese progreso. Con su producción de carne y cereales alimentó en su época a la ciudad de Buenos Aires como hoy lo hace, desde ese mismo lugar, el Mercado Central.
Por esto y por mucho más, la Chacra de Los Tapiales debería ser un excelente instrumento para transmitir a la ciudadanía lo realizado por esos ocultos héroes. Con ese objetivo se constituyó hace pocos años una Asociación de Amigos de la Chacra de Los Tapiales que trabaja en la tarea de desarrollar el Museo Vivo de la Pampa Argentina. Allí, en medio de la ciudad, la juventud y los turistas podrían descubrir no sólo nuestras más profundas raíces, sino imaginar cuán distinto podría ser el país si aplicásemos el mensaje de vida de don Pancho
LA NACION