Carta de despedida

Carta de despedida

Stefan Zweig

Por Sergio Di Nucci
El 22 de febrero de 1942, hace siete décadas, el escritor Stefan Zweig se suicidó en Petrópolis (Brasil), ciudad a la que había emigrado desde su Viena natal. Se mató junto a  su segunda esposa, Charlotte Elisabeth Altmann. Temía que el nazismo se extendiera por todo el mundo. Hoy la Biblioteca Nacional de Israel conmemora la muerte y el legado que Zweig hizo de sus papeles en 1933, año del ascenso de Hitler al poder. Entre ellos figura ahora también su nota de suicidio, donde dice que ama el Brasil, pero que jamás podría sobreponerse al fin de un mundo cultural que había sido suyo, y que el nazismo y el Holocausto querían borrar de la faz de la tierra, y del recuerdo de los hombres. 
En el período de entreguerras, desde el Tratado de Versalles que consagró la derrota de Alemania en 1919 hasta la invasión a Polonia por Adolf Hitler en 1939 que desencadenó la Segunda Guerra Mundial, pocas figuras de las letras europeas fueron mejor conocidas en todos los hogares cultos, de clase media, a uno y otro lado del Atlántico, que el austríaco Stefan Zweig. Los nuevos públicos lectores encontraron en el género de la biografía una concentración de saber, romance e individualismo en novelas que eran a su vez pequeños tratados históricos sobre una época. A diferencia de la lectura de novelas, la biografía aseguraba, siempre, un resto de conocimiento que justificaba el gasto en libros escritos originariamente en alemán, pero traducidos a todas las lenguas, y muy especialmente al español.
El biógrafo Zweig elegía para sus libros personajes sin duda novelescos, un estilo amable y ameno pero también vienesamente picante, una extensión media que nunca llegaba a las 400 páginas de las biografías “a la norteamericana”.   Fouché, el genio tenebroso (1929), sobre el cerebro de la policía política de Napoleón; María Antonieta (1932), sobre la princesa austríaca que fue esposa de Luis XVI, reina en Versalles y guillotinada por la Revolución Francesa (llevada al cine por Hollywood); María Estuardo (1934), sobre la reina católica de Escocia, decapitada por órdenes de Isabel I de Inglaterra. Estas son algunas de sus biografías más famosas, que fueron superventas y aún hoy se siguen leyendo y vendiendo. Algunas de sus novelas, como Confusión de sentimientos (1926) y 24 horas en la vida de una mujer (1929), fueron muy apreciadas por su compatriota Sigmund Freud. Cuando se produjo la unificación de Austria, eligió –sin otra opción– el camino de la emigración. Escribió el que sin duda es su mayor libro, El mundo de ayer, publicado tras su muerte, donde evoca el fulgor intelectual, pero también el temor y el temblor del Imperio Austrohúngaro.
TIEMPO ARGENTINO