Jim, el caballo que salvó de la difteria a miles de niños

Jim, el caballo que salvó de la difteria a miles de niños

La difteria es una enfermedad infecciosa aguda causada por la bacteria Corynebacterium diphtheriae y se transmite por vía respiratoria, ya sea al hablar, al toser o al estornudar. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX esta enfermedad constituía una plaga, expandiéndose en continuas epidemias que afectaban especialmente a niños pequeños y provocaba una alta mortandad.
En 1890 el médico alemán Emil von Behring, Premio Nobel en 1901, descubrió la antitoxina, que sin llegar a matar la bacteria de la difteria, conseguía neutralizar las toxinas que liberaba. Behring utilizaba caballos para obtener la antitoxina, cuyos resultados eran excelentes, especialmente si se administraba a los pacientes en las 24 horas inmediatas a la infección.
Durante el verano de 1894, Hermann Biggs, jefe del Departamento de Salud de Nueva York, viajó a Europa, donde pudo conocer de primera mano los trabajos de su colega alemán. Biggs comunicó de inmediato a sus colegas americanos los descubrimientos de Behring, y les pidió que consiguiesen algunos caballos y empezasen a trabajar.
Pero como ocurre en muchas ocasiones, el Departamento de Salud no disponía de presupuesto suficiente y había que esperar al siguiente año para poder obtener los caballos. Biggs decidió comprar el caballo él mismo, con dinero de su propio bolsillo, y así poder iniciar las investigaciones.
El equino escogido fue Jim, un caballo que se dedicaba a tirar de un carro repartiendo leche. Ese mismo octubre se le inyectó a Jim la toxina de la difteria; semanas después se le extrajo sangre y después de los tratamientos adecuados, un par de meses después ya disponían del suero de la antitoxina.
Las primeras dosis fueron suministradas el 1 de enero de 1895 a los primeros niños y consiguieron de esta manera reducir en más del 50% la mortalidad infantil en los cinco años siguientes. Tal fue el éxito del suero, que el Departamento de Salud de Nueva York construyó unas cuadras de caballos e instalaciones médicas para estos tratamientos en Otisville.
Sin embargo, el destino de Jim pasaba por una enfermedad que no era la difteria. El caballo tuvo que ser sacrificado el 2 de octubre de 1901, por haber contraído el tétanos. Además, hubo consecuencias en el suero obtenido de sus últimas extracciones de sangre ya que también estaban infectadas. Varios niños que habían superado la difteria con el suero de Jim fallecieron por el tétanos.
Como consecuencia de este incidente, se aprobó la Ley de Control de Productos Biológicos en 1902 que establecía un Centro de Evaluación e Investigación Biológica para supervisar la seguridad de las vacunas.
A pesar de este amargo final, se calcula que Jim llegó a producir más de 30 litros de suero.
Fuente e imagen: historiasdelahistoria.com /The New York Times / Equiculture

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