Los energúmenos online

Los energúmenos online

Por Mariana Enriquez
Paso mucho tiempo en internet, como todo el mundo, la mayor parte del tiempo mirando fotos de Colin Farrell y arte macabro: con suerte me encontrarán leyendo los diarios o alguna revista/nota interesante. Y, por supuesto, buscando y bajando música y películas y series, lo que también hace todo el mundo. Pero, en general, no interactúo. No tengo Twitter porque mucho no lo entiendo (y tengo un teléfono viejito viejito) y además se me ocurre que perdería demasiado tiempo, más del que ya pierdo distraída en otra cantidad de desviaciones y socializaciones. Pero sobre todo no interactúo en la web porque me enloquece. Debo haberme enredado en discusiones apenas dos o tres veces, y siempre terminé entre excitada y furiosa, como si hubiera tomado demasiada merca, sin poder dormir, pensando “ah, ¡me olvidé de decirle esto!” o “¡sí, éste es el argumento demoledor!”. O, si no, directamente intoxicada, llamando por teléfono a amigos para contarles en detalle los intercambios y dejar que me llenen la cabeza, o que alguno perteneciente a la casta de los superados me diga que todo eso es virtual, que no es real.
Ven: he ahí una auténtica pavada. Que no sea virtual no quiere decir que no sea real. Y por eso mismo lo evito. No tengo ni la fortaleza ni la liviandad –no sé cuál de las dos características es más importante en estos casos– para hundirme en intercambios exaltados de cinco horas.
Claro, no intervengo pero chusmeo. Visito cuentas de Twitter ajenas y sigo las discusiones, leo los estados de Facebook, leo foros y comments. Y desde ahí, como espía silenciosa, he notado algo tan evidente que es pasmoso: la gente se está poniendo cada vez más estúpida. Y es absolutamente deprimente que la red, este lugar donde estamos todos conectados en una utopía tech, demuestra que somos una especie muy, muy poco interesante. U ortiba hasta la maldad, hasta que el veneno salpica desde la pantalla.
Estoy harta de los pronunciamientos por Facebook. Estoy harta de ver a la gente calmándose las conciencias con tan poco. Ayer casi revoleo la notebook por la ventana –igual la tengo que cambiar porque anda pésimo– cuando vi que uno o una (no presto tanta atención) había agregado en su muro un gráfico con flechita apuntando hacia su cara que decía: “Esta persona te recuerda que si en la lucha de clases y en la injusticia sos neutral estás del lado del opresor”. ¡Gracias, Amigo Superior Moral! Y ahí van todos a dejarle un “me gusta” porque claro, ¿quién quiere estar del lado del opresor? Entonces hay que demostrarlo y hacerlo está a solo un clic de distancia. Una manía de pronunciamiento público que está bien, pero me aburre. Me aburre. Yo apoyo a Garzón, No a la megaminería, ¿por qué cierran Megaupload y no Guantánamo?, discutir si la gente tiene derecho o no a cobrar una canción, discutir si tal cosa es machista, discutir con abombadas que publican gráficos que rezan “no al aborto, tu hijo no es tu enemigo” –¡no pierdan el tiempo con estas locas!–.
Yo quiero que me recomienden buenas películas que no vi, extraordinarios libros que no leí, hombres bellísimos que no conozco, mujeres fatales que se escaparon de mi radar, fotografías de casas abandonadas y cementerios con madreselva, ¡no quiero levantarme y cliquear que sí, claro que estoy contra los crímenes del franquismo! ¡El que está a favor es un criminal o un loco! ¿Por qué los demás tenemos que entrar en esta persecución policíaca? Ah, si no apoya mi textito sobre “basta de perros callejeros” este amigo quiere que todos los cachorros mueran aplastados por acoplados o sean abandonados en la ruta 2, en la banquina, sin agua y medio ahorcados. Basta de psicopatear. Yo tengo la conciencia tranquila: yo no hago clic ni escribo “qué horror, qué horror”. No lo necesito.
Y también: basta de citar libros o películas sin hacer constar la fuente. Basta de poner una imagen, pintura, foto, ilustración y no decir de quién es o qué. Basta de poner fotos de animalitos agonizando, perros quemados, gatos degollados, con la leyenda “¡Lucho necesita que alguien lo adopte!”. Basta de denunciar censura como si fueran viejas locas. Basta de chillar porque Cuevana ¡¡¡¡NO ANDAAA!!!!
Dos comentarios aparecidos en un muro de Facebook como ejemplo: “Cuevana cada día da más asco… ¿voy a tener que limpiar el caché cada vez que quiero ver una serie?” “Haciendo una crítica constructiva… Cuevana la putísima madre que lo parió!!! ¡Pasaron de ser un Alfa Romeo a un Renault 12 estropiado! ¿qué onda?”. Cuevana es gratis, manga de ratas desagradecidas. Vayan y cómprense los devedés si tanto les arruina la vida que el sitio esté lento o caído.
No es Facebook, claro, el único lugar tóxico. Cada lugar donde hay comentarios se transforma, tarde o temprano, en un infierno. Menciono al pasar lo que sucede con los de YouTube, que deberían estar prohibidos, porque inducen al suicidio: el 80% consisten en JAJAJA y LOL o AAAHHH. Son cosas con las que hay que convivir: ante todo la tolerancia, ¿no? Pero supongamos que uno siente que, entre sus deberes de ciudadanía, se encuentra compartir con el prójimo las opiniones sobre el quehacer nacional. Y supongamos que uno decide ingresar a las discusiones en marcha. No hablo de opinar fuerte y provocativamente eh. Eso es grato cuando sucede entre individuos que tienen esa predisposición. Pienso en cosas como ésta (no cito al medio: es irrelevante; sólo diré que son tres distintos). Nota sobre discurso de la Presidenta, el primero después de su cirugía: “Ni en el peor de los hospitales públicos te hacen esa costura. Parece un repulgue de empanada”. Hombre mata a esposa con destornillador: “Es muy difícil cuando una mujer abre la boca… dice cosas muy irientes (sic)… y hace reaccionar al hombre”. Manteros hacen huelga de hambre: “Buenos Aires no es más Buenos Aires, es una sucursal del altiplano”.
Me dicen que son trolls: y será, pero los trolls son gente, ¿no? No son robots. Hay gente que va y escribe estas cosas. Y si son trolls, bueno, amigas y amigos, son muchos. Lo siento por los pobres esperanzados que todavía creen en la posibilidad de que mejore la humanidad y se meten a debatir y discutir con empuje militante comentarios como éstos. Esos que salen a rebatir y a tratar de hacer entrar en razón son los mejores de nosotros eh, porque realmente se meten con causas perdidas. Yo propongo un año de silencio online. Que sea como antes. Que nos digamos barbaridades los unos a los otros en la cara o dejando mensajes en la radio, otro hábitat de odiosos e iracundos y locos peligrosos.
EL GUARDIAN