05 Dec La parábola de Marcuse
Por Claudia Kozak
Herbert Marcuse nació en Berlín el 19 de julio de 1898 y murió apenas cumplidos los 81 años, el 29 de julio de 1979 en Starnberg, Alemania, adonde había llegado por invitación de Jürgen Habermas para una estancia académica en el Instituto Max Planck. Formado en el seno de una familia judía de clase media alta asimilada, recibió una educación ligada a la tradición humanística alemana. En 1917 se afilió al Partido Socialdemócrata y participó luego en el levantamiento espartaquista, pero abandonó toda afiliación partidaria después del asesinato de Rosa Luxemburgo y Kart Liebknecht.
Luego de doctorarse en 1922, trabajó durante varios años como librero, período en el que publicó diversos artículos y una bibliografía anotada de Schiller. Retomó sus estudios en 1929 en la universidad de Friburgo como discípulo de Husserl y Heidegger. Si bien los textos publicados por Marcuse hasta 1932 presentan fuerte influencia fenomenológica, el camino de migración hacia el marxismo había comenzado tiempo atrás.
Como en el caso de varios de los integrantes de la Escuela de Fráncfort, todos los comentaristas de Marcuse señalan el fuerte impacto de la lectura en 1932 de Historia y conciencia de clase de Lukács, a quien además había conocido en Berlín durante sus años de estudiante. Ante el ascenso del nazismo, sus posibilidades de acceso a una carrera docente en la universidad se esfumaron; Marcuse se unió a fines de 1932 al Instituto para la Investigación Social de Fráncfort, en 1933 fue asignado a la sede en Ginebra y en julio de 1934 llegó a Nueva York para formar parte de la nueva etapa del Instituto adscripto a la Universidad de Columbia.
La asociación directa de Marcuse con el Instituto de Fráncfort se remite casi exclusivamente a esos años de la década de 1930 luego de los cuales, a partir de 1941, va siguiendo un camino propio. Sin embargo, esta colaboración plasmada entre otros textos en los artículos que publicó en la revista del Instituto entre 1934 y 1938 -“El carácter afirmativo de la cultura” es uno de ellos- ha alcanzado para que se identifique claramente a Marcuse con la Teoría Crítica. Martin Jay, en su conocida historia del Instituto, no duda en considerarlo uno de sus tres teóricos más relevantes, junto con Horkheimery Adorno. En la práctica, durante esa década Marcuse forma parte del “círculo interno” del Instituto, conformado por Max Horkheimer, Theodor W. Adorno, Leo Lowenthal y Frederik Pollock.
Luego de publicar en 1941 su primer libro aparecido en inglés, Razón y Revolución. Hegel y el surgimiento de la teoría social , Marcuse comenzó a trabajar primero en la OWI (Office of War Information), luego en la OSS (Office of Strategic Services), y finalmente una vez que la OSS fue desmantelada en 1945 para dar lugar a la CIA, en el Departamento de Estado. Básicamente su tarea estuvo relacionada con el análisis de información difundida desde la Alemania nazi y el asesoramiento relativo a la idiosincrasia alemana. Vista desde el presente puede resultar curiosa esta participación en instituciones semejantes por parte de un hombre que hizo de la crítica del control social en las sociedades capitalistas administradas uno de sus ejes de pensamiento. Con todo, hacia 1941 la urgencia de la lucha contra el fascismo desde los Estados Unidos podía fácilmente asociarse a las tareas posibles de llevar a cabo en estas agencias gubernamentales. La permanencia de Marcuse como asesor en el Departamento de Estado hasta 1951 quizá deba tener alguna otra explicación.
A partir de la publicación de Eros y civilización en 1955, pero sobre todo de El hombre unidimensional en 1964, Marcusese convirtió en figura pública. Se ha sostenido incluso que fue el filósofo más leído durante la década del 60. En 1951, volvió a investigar en las universidades de Columbia y Harvard y luego, entre 1954 y 1965, fue profesor de Brandeis University. Una vez que se convirtió en referente de la Nueva Izquierda estadounidense, esta universidad decidió no renovar su contrato. Obtuvo poco después un puesto en la Universidad de California en San Diego hasta su jubilación en los años 70.
Así, los textos de la década del 60 lo convierten en una personalidad pública -el concepto de “personalidad” había sido explícitamente criticado por Marcuse en “El carácter afirmativo de la cultura”, en un sentido que excede esa noción más bien mediática de personalidad pública pero que también la incluye-. Y como consecuencia, resultó aclamado y denostado según cuál fuera el bando: de un lado, los estudiantes “radicales” en los Estados Unidos lo tenían como maestro -fue mentor de la conocida activista Angela Davis, por ejemplo-, por el otro lado, fue amenazado por el Ku Klux Klan y criticado por el papa Pablo VI.
Con todo, y más allá de cierto bullicio mediático, la actuación de Marcuse en relación con el activismo estudiantil tuvo momentos de mayor relieve conceptual, de ahí por ejemplo los seminarios realizados en Alemania en los años previos a Mayo del 68, como el que impartió en la Universidad Libre de Berlín, junto a líderes estudiantiles como Rudy Dutschke, y del que surgió su libro El fin de la utopía aparecido en 1967. En esa línea, publicará también en 1969 Un ensayo sobre la liberación .
Los temas principales de Marcuse en las décadas de los 50 y 60 son seguramente aquellos por los que se lo recuerda más a menudo. Para su tratamiento, el autor acuñó una serie de conceptos que han quedado sellados a su nombre: principio de actuación, represión excedente, resublimación represiva, tolerancia represiva, a priori tecnológico.
LA NACION